Carmelo Vinci: “Todo lo que pudimos hacer lo hicimos; todo lo que pude hacer lo hice”

Fue detenido y estuvo en Monte Pelloni por su participación en organizaciones juveniles en 1976. Sufrió en carne propia la tortura y en su familia, su cuñado aún está desaparecido. Su vida ha sido de militancia pura. Hoy, con 65 años, hace un balance de lo vivido en el último juicio del centro clandestino local, habla de la justicia, de derechos humanos y de justicia social. Carmelo Vinci, en primer persona.

Por Eliseo Diaz – Agencia Comunica

“No pudieron quebrarnos”. Lo dice y, aunque tiene firmeza, se le estremece la voz. Carmelo Vinci tenía 23 años cuando fue detenido, el 22 de septiembre de 1977. Era militante barrial y estudiantil de la Facultad de Ingeniería de la UNICEN. En la noche de ese día fue llevado a Monte Pelloni donde estuvo cerca de 45 días. Luego, fue trasladado a la Unidad Penitenciaria Nº7 de Azul. Pasó también por la comisaría de Tandil y finalmente el 28 de diciembre de 1977 fue condenado y sometido por el delito de asociación ilícita. A partir de ese momento ingresó a la Unidad 9 de La Plata en dos momentos. Desde comienzos de 1978 hasta mayo de 1979 y desde noviembre de 1981 hasta el 24 de diciembre de 1982 cuando fue liberado.

A partir de entonces Carmelo Vinci ha tenido una participación muy activa vinculado a los Derechos Humanos y principalmente a los juicios de Monte Pelloni I y II. En esta entrevista, analiza los momentos vividos y habla como siempre, con libertad y sin tapujos.

¿De qué manera te vinculante con los juicios de Monte Pelloni?

Mi relación con el juicio es ser una de las víctimas y uno de los denunciantes en 2005. Fue una causa que se generó en la justicia de Azul por los centros clandestinos en centro de la Provincia de Buenos Aires. Esto se comenzó cuando en Olavarría el ex intendente Helios Eseverri puso en su gabinete a un represor, que era el «pájaro» Ferreyra. En ese momento le cuestionamos esa decisión y el entonces intendente lo bancó y nos dijo que lo que queríamos hacer era una jugada política. Nos mandó a la justicia y justamente eso hicimos; con el apoyo de la Secretaria de Derechos Humanos de la provincia se presentó la denuncia. Esta denuncia con el tiempo avanzó y se elevó a juicio oral por cinco de los imputados (Monte Pelloni I), que se hizo en la Facultad de Ciencias Sociales. Ese comienzo fue producto de aquella denuncia y la segunda parte es la que empezó hace 2 años en Mar del Plata.

Por otro lado, como militante de derechos humanos de la Comisión Provincial por la Memoria me encargué junto a mis compañeros de apoyar el juicio; trabajamos para él. Esto significaba, principalmente, tratar de colaborar con la justicia cuando no conseguía ubicar a testigos.

Por tu militancia en su momento fue que la dictadura decidió secuestrarte ¿En algún momento pensaste en abandonarla?

Milito desde principios de los 70 en la escuela secundaria. Esa militancia sin duda es la que de alguna manera impulsó a secuestrarnos y luego permanecer detenidos junto con otros compañeros de militancia estudiantil y algunos otros que militaban en los barrios. Nunca pensé en abandonarla, aunque como le debe pasar a todos los seres humanos, he pasado por distintas etapas.

No pudieron quebrarnos, primero dentro de la cárcel tratando de protegernos, y cuando salimos muchos seguimos militando desde los primeros tiempos. Por ahí, algún que otro gobierno civil que se apartó de algunas ideas hizo que, en determinado momento, no sintiéramos tantos impulsos de seguir trabajando. Es caso del Menemismo, por ejemplo. De alguna manera ahí bajamos los brazos. Pero en el 2003/4 cuando vimos que había una luz de esperanza a través de las políticas implementadas por el gobierno de Néstor Kirchner, volvimos a la militancia y a partir de ese momento seguimos casi ininterrumpidamente.

¿Qué ocurrió en el gobierno menemista que hizo que quieran bajar los brazos?

Nosotros siempre desde el ideario peronista hablamos de justicia social y de proteger a los más desprotegidos. Cuando el menemismo asumió el poder, a mi entender y de otros compañeros, se apartó de alguna manera de lo que el peronismo tuvo siempre como bandera. Se transformó casi en un partido liberal, y a nivel nacional no nos sentíamos representados.

¿Qué te propusiste hacer una vez que recuperaste la libertad?

En principio terminar de estudiar. Esta quizá no fue una decisión exclusivamente mía porque sinceramente cuando salí de la cárcel no se me había ocurrido (estaba en cuarto año de ingeniería). Gracias a un compañero, que me vino a buscar y casi me obligó, me anoté y la logré terminar.

Mi intención era reinsertarme en la sociedad. Lo pude hacer bastante bien a pesar de que nosotros estábamos bastante estigmatizados por haber salido de la cárcel; fue duro en ese sentido. Mi segundo objetivo era seguir en lo que para mí era una constante que fue participar políticamente.

No era demasiado profundo lo que me proponía, pero después de vivir sin libertad lo que querés es aprovechar de ella.

¿Por qué crees que ocurrió esta estigmatización luego de salir de la cárcel?

Los militares se fueron porque perdieron Malvinas, y si bien políticamente habían perdido poder, la sociedad recién con el tiempo fue entendiendo lo que había pasado en la dictadura. Se tuvo que batallar bastante para imponer el tema de los desaparecidos; para que se enteraran de lo que había pasado con, por ejemplo, los cuerpos tirados al mar o al río. No bastó con lo que muchas víctimas decían, sino que tuvieron que esperar que Adolfo Scilingo (ex oficial de la marina condenado por delitos de lesa humanidad)lo dijera en un programa de televisión para comenzar a creer.

Si bien con el tiempo fuimos cambiando esa idea, había mucha gente que tenía una imagen formada de la gente detenida y desaparecida que es la que había quedado de todo el bombardeo mediático de la dictadura. De la misma manera pasó cuando estábamos presos y nuestros familiares eran los familiares de los “subversivos” y muchos se cruzaban de vereda cuando los veían. Quizás cuando salimos en libertad pudimos cambiar esa imagen, que se termina de revertir por los procesos políticos. Los Derechos Humanos son ahora los que nos ubican en otro lugar.

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Con respecto a esto último, en estos 36 años de democracia los derechos humanos fueron protagonistas en algunos gobiernos y una “mala palabra” o un “curro” en otros ¿Cómo lo viviste vos que sufriste en carne propia las violaciones a los Derechos Humanos?

Nosotros decimos que la política de Derechos Humanos tuvo una base que fue la que hicieron los familiares de los detenidos y desaparecidos, que lucharon siempre para que no se olvidaran de ellos. En los distintos procesos: primero pidiendo la aparición con vida, después intentando hacer los juicios. Siempre fueron los que generaron ese “colchón” que después determinadas políticas llevaron a la primera plana.

Nunca el tema de Derechos Humanos dio votos. Creo que cuando Kirchner fue uno de los primeros que sentó en los escenarios políticos a familiares y víctimas de derechos humanos y represión, sabía que no le daba votos. De hecho, nosotros creemos que este tema en vez de darte votos te los saca, y hay solo un sector social bastante chico que lo banca. Históricamente a la izquierda troska y al peronismo, que no tienen muchas cosas en común, los une la forma de ver los Derechos Humanos.

Lo que hizo que se potenciara el tema de los Derechos Humanos es que un proyecto político lo haya puesto en relieve y lo haya tomado como política de estado. A veces en el juicio no nos gusta alguna condena, pero solo el hecho de que se realizaran en distintas situaciones políticas, algunas adversas y otras positivas en cuanto a los apoyos, pone a la Argentina en un lugar de primer nivel.

Algo que siempre decimos es que a los nazis los juzgaron tribunales del exterior. Acá en Argentina los tribunales que están juzgando son los propios tribunales de nuestro país y eso era algo más que positivo. Los juicios siguieron pese a la ola negativa que hubo políticamente; que no se animaron a anularlos pero que quitaron apoyo. Al segundo no lo hicimos en nuestra ciudad por falta de apoyo del gobierno. Se hizo en un lugar a 300 kilómetros de distancia, donde los que podían ir eran pocos.

¿Le tuviste miedo a la muerte?

Nunca me puse a pensar si le tuve miedo a la muerte, lo que sí hubo fueron momentos en los que pensé que me moría. Fundamentalmente cuando estábamos en Monte Pelloni. Había situaciones que nos hacía pensar que muy probablemente nosotros apareceríamos en una zanja.

En realidad no me quiero hacer el canchero pero no sé si era miedo a la muerte. Si vos estás encapuchado, tirado en el piso garroteado, no sé si le tenes miedo a la muerte. Le tenes miedo al dolor que esta circunstancia te genera. Pero no é… creo que todos le tenemos un poquito de miedo a la muerte. Quizá es el miedo a lo desconocido y a las pérdidas, aunque no tengo una respuesta demasiado concreta.

¿Por qué creés que no te pasó?

¿Por qué creo que no me mataron? No lo sé. Lo que puedo decir es que lo que uno debería preguntarse es ¿Por qué mataron a los otros que estaban en la misma situación que yo? Nosotros éramos militantes políticos, y ellos lo que hicieron fue decir que éramos subversivos y terroristas, la peor lacra de la sociedad, e impusieron que nos tenían que eliminar… Como si fuese algo normal. En realidad no lo era. Si nosotros hubiésemos cometido algún delito deberían haberlo resuelto de forma democrática.

La situación anómala es que hayan matado gente y no que algunos se hayan salvado, y tampoco tengo una respuesta para eso. Los que tendrían que dar esa respuesta, que son las personas que me tuvieron detenido, nunca hablaron por lo que seguramente fue un pacto de sangre.

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¿Cómo evaluás lo sucedido en el último juicio?

Tengo una visión con matices. Siempre dijimos, cuando comenzó todo lo del juicio, que queríamos justicia: que se condenara a las personas que habían cometido delitos de lesa humanidad. Decidimos transitar un camino que fue el que llevó a que se hicieran los dos juicios. Hubo que laburar mucho.

Al principio, cuando se presentaron las denuncias, iban a parar todas a Comodoro Py, y había muy pocos jueces que decidían sobre esto. En Azul el juez se declaró incompetente, tuvimos que hacer movidas políticas y judiciales para que se hiciera en la región. Lo logramos así que la primera etapa del juicio oral sea en Olavarría.

La primer parte del juicio creemos que se acercó bastante a lo que consideramos que es hacer justicia. Se encarceló a gente que nunca habló y casi no dio pistas de lo que había sucedido. Siempre hubo que hurgar en los testimonios de los sobrevivientes para poder enjuiciar. Se vivió con una intensidad distinta y con una respuesta distinta del estado y de la comunidad. En ese contexto político de apoyo a los Derechos Humanos el juicio tenía otra connotación.

En la segunda parte el contexto político era distinto. Los jueces queriendo demostrar a la sociedad que eran imparciales lo que hicieron fue alejar a la gente de poder enterarse, en su ciudad, de las cosas que habían pasado en esta mega causa. Los testigos tenían que viajar, los que militamos el juicio teníamos que tener el tiempo y los recursos para poder ir.

También se dio en un contexto donde el gobierno, a diferencia del primero, cada vez que podía lo negaba. Así es el caso del 2×1 a causas de lesa humanidad, o los casos de Rafael Nahuel y Sergio Maldonado. Solo el compromiso de la universidad con sus medios, Agencia Comunica y Radio Universidad, mantenían informada a la comunidad de lo que ocurría.

Lo que nosotros decimos es que se hizo lo que se pudo… Y no fue menor. Se logró que hubieran varias cadenas perpetuas, en total 13 imputados condenados y no pudimos evitar que hubiese 11 absueltos a pesar de los testimonios de esas causas. Creemos que fue positivo realizando un balance. En Olavarría casi pudimos lograr que el total de las causas por delitos de lesa humanidad ocurridas en la zona puedan ser juzgadas. 

¿Qué opinas acerca de estas controvertidas absoluciones?

Los tribunales actualmente están tomando una actitud bastante laxa en cuanto a las condenas. Hay que tener en cuenta que se hizo en un contexto de elecciones y las cuestiones políticas influyen y muchos en la justicia. El de Bahía Blanca fue también un juicio donde hubo muchas condenas bastante livianas, en el nuestro también en función de cómo se venía. 

La justicia está en una etapa de transición y por ahí tiene algunas resoluciones fuertes pero otras flojas. También lo que hay que tener en cuenta es que estos juicios se están realizando una treintena y larga de años después. Esto implica que solo algunos testimonios, de personas bastante mayores y que han olvidado hechos, no hayan sido lo suficientemente contundentes.

¿Qué es para vos la justicia?

Es una sensación de alivio que llega a algunas personas que han sufrido atropellos. Ese alivio puede ser en mayor o menor medida. Para algunos un juicio no representa una reparación. La justicia debería ser una reparación, y nosotros lo que buscamos es que sea un alivio a esa carga. Algunos consideran el daño reparado y a veces no.

Considero que los juicios han traído, para mí, una reparación y un alivio. Conozco también a algunos familiares de desaparecidos que han recibido un alivio pero no lo suficientemente importante. Es producto de que nunca pudieron hacerse de los cuerpos de sus familiares desaparecidos. Si bien hay personas que se las considera responsables de esos delitos, no lo ven como una reparación lo suficientemente importante para su vida.

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Actualmente ¿Podrías decir que te encontrás en paz?

Sí, estoy en paz. No odio a los represores que cometieron esos delitos contra mi persona, he aprendido justamente que se debería hacer justicia. Entendí que mi misión era aportar los elementos para que se juzgara a aquellos que hicieron desaparecer personas y que nosotros habíamos visto. Eso lo hicimos, sin intentar hacer justicia con mano propia, que no sería justicia. Todo lo que pudimos hacer lo hicimos; todo lo que pude hacer lo hice.

La paz también me ha llegado porque he tratado, a través de mi militancia en Derechos Humanos, de evitar que se cometieran más delitos de lesa humanidad. Acompañar a las personas que sufren violencia institucional trae cierta paz. 

Tus hijos crecieron en una familia militante ¿Ellos también forman parte de la vida política, son participativos?

En mi familia todos tienen voz y participación en las discusiones. Tienen la suficiente independencia de pensamiento y nunca desde la voluntad de la casa le hemos dicho lo que tenían que hacer. Fundamentalmente el más chico ha decidido una militancia estudiantil y política y desde pibe está comprometiéndose; con todas las virtudes y defectos que puede tener un pibe de 18. Participa y tiene ganas de reflexionar sobre lo que es la política, de transformar la realidad y de pensar soluciones a los problemas de nuestra sociedad. Estoy muy feliz de ellos y de la libertad con la que participan.

¿Cuáles son tus objetivos de ahora en más?

Hemos transitado, a lo largo de nuestra historia como agrupación, muchos procesos políticos, y nos han dejado algunas enseñanzas. Por ejemplo, en los momentos que hemos podido construir fue cuando evitamos las disputas personales. Cuando nos juntamos fue cuando más cosas pudimos hacer como grupo político.

Nunca me voy a olvidar cuando vimos caminar por las calles de la Argentina a 5 políticos del Cono Sur casi sin custodia en una multitud de gente. Me motivó muchísimo, y era algo que nunca pensé que se iba a poder hacer.
Mi objetivo es trasladar la poca experiencia que tenemos a las futuras generaciones para que no cometan los mismos errores. Ya sea con los jóvenes de la escuela cuando visitan Monte Polloni o en la política para tratar de eliminar los roces que evitan construir. El objetivo principal es tratar de conseguir que las sociedades futuras sean más justas y que, aunque parezca un eslogan, sean más libres. Agencia Comunica (Facso)

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