Cecilia Martinefsky, ingeniera de la FIO: “Cada vez se requieren métodos de trabajo más conscientes y digitalizados”


Joven y con su carrera aún en pleno ascenso, Cecilia Martinefsky exhibe ya una extensa lista de antecedentes. Investigación, trabajo en una multinacional o viajes por Oceanía forman parte de su bagaje. Pasó de la rutina del laboratorio a trabajar de lo que surgiera para poder viajar. Pegó la vuelta y hoy es parte del plantel profesional de la FIO.

Sin ataduras, creciendo paso a paso, es el ejemplo justo de una nueva generación que redistribuye sus prioridades y enfoca la profesión de ingeniera de una manera no convencional.

¿Cómo fue tu trayectoria académica y el comienzo de tu etapa profesional?

Soy Ingeniera Química, egresé de la FIO hace ya varios años. Se podría decir que mi experiencia profesional arrancó cuando cursaba el cuarto año de la carrera; fue muy curioso porque tuve la posibilidad de hacer la Práctica profesional supervisada (N. de R.: denominada PPS, es una actividad obligatoria para obtener el título en esta y otras carreras de la FIO) a través del intercambio de pasantías IAESTE. Estuve durante tres meses en Ecuador, aprendiendo y colaborando en la implementación de mejoras en el proceso de curtiembres, con el uso de productos más sustentables. Eso fue una experiencia increíble, al ser mi primer contacto con la profesión, sumado a que era en otro país. Pude conocer su cultura, sus paisajes, su gente, y fue un gran impulso para, a la vuelta, terminar de cursar la carrera. Mientras cursaba el último año y rendía los últimos finales fui Ayudante alumno en dos asignaturas de Química. Ahí me inicié en la investigación a través de una Beca BICT, para analizar posibles usos de la cáscara de girasol, dentro del Grupo de investigación Tecnología de Semillas (TECSE), con Isabel Riccobbene y Susana Nolasco. Si bien era un trabajo de investigación de poco tiempo, fue un año, me permitió conocer cómo se trabaja en el ámbito de la investigación en la Universidad; logramos presentar trabajos y participar en varios congresos. Y luego el tema de mi Proyecto final de carrera fue justamente vinculado con eso, ya que abordé el Desarrollo y diseño del uso energético de las cáscaras de girasol.

Pero en principio pareció que la investigación no te completaba, o tenías necesidad de buscar otros escenarios…

Sí, estuve casi tres años trabajando en el área de mejora de producto de una multinacional, cerca de Buenos Aires. Me desempeñé en distintas posiciones dentro de ese equipo de producto. Me encantaba que era un área muy dinámica dentro de la fábrica. Trabajábamos con proyectos muy variados, a partir de necesidades de distintos sectores. A veces Abastecimiento necesitaba validar un nuevo proveedor de material, la implementación de las producciones con promociones que venían de marketing, el diseño y desarrollo de prototipos de nuevos lanzamientos, monitoreo y análisis de los estándares de calidad y legales, de todo un poco.

Pero te pudo la curiosidad…

Así es, decidí cambiar de rumbo y me fui a Nueva Zelanda con la conocida visa “Working holiday”, y de ahí seguí un año y un poco más en Australia. En ambos países alternaba trabajos ocasionales con viajes. Nada relacionado con la ingeniería.

Regresé a Argentina a fines del año pasado y comencé a trabajar en la FIO, en docencia dentro del área de Química, y en investigación con arcillas dentro del grupo Investigación en Materiales (INMAT), con Alejandra Tironi y Fabián Irassar.


Suena llamativo que, teniendo una profesión ya en marcha, tomaste la decisión de buscar otros escenarios, ¿cómo fue eso?


Creo que fue una sumatoria de distintas cuestiones, tanto profesionales como personales. En lo profesional, si bien me encantaba el área de producto y el equipo de trabajo, no me veía toda la vida trabajando ahí. No me identificaba ni con el producto, ni me veía parte de la multinacional. En lo personal, no tenía mucho tiempo libre porque viajaba más de dos horas para ir, y otras dos para volver de la fábrica, y en lo económico no me alcanzaba más que para llegar a fin de mes. Con esfuerzo y resignando mucho logré hacer los esfuerzos para irme.


Por otro lado esa primera experiencia que había hecho en Ecuador me mostró qué tan distinto es vacacionar quince días al año, a vivir por un tiempito en otro lugar. Y quería vivir eso otra vez. Sentí que era el momento, que antes de iniciar una nueva búsqueda laboral en lo profesional, podía hacer esta especie de año sabático, viajando y trabajando de lo que surgiera en el camino para poder seguir viaje.


¿Esa manera de pensar es algo común a tu generación?


Sí, y no solo de Argentina: de todo el mundo. Al principio pensé que eran unos pocos locos los que dejaban todo y se iban a otro país así, sin prácticamente nada planeado sobre qué hacer. Pero a medida que viajaba conocía a un montón de personas que hacen lo mismo. Lo hacen como una experiencia de vida, para mejorar el inglés, para ahorrar dinero, y en el caso de muchos latinoamericanos con carrera universitaria, como visa de entrada para luego buscar trabajo profesional y quedarse a vivir.


No es una decisión fácil, creo, ni de un día para el otro. Pero realmente siento que valió la pena, aprendí muchísimo, y estoy feliz de haberlo hecho. Al igual que hoy estoy muy feliz de haber vuelto, no solo a la profesión y a vivir en Olavarría, sino también de la posibilidad de trabajar en la FIO.


Entonces demos vuelta la pregunta, ¿por qué decidiste regresar no solo a Olavarría sino al ejercicio de la profesión?


¿Por qué volví? La verdad es que yo nunca sentí que me alejaba de la profesión porque no me gustara o porque no era para mí. Solo decidí hacer algo distinto por un tiempo. Lo mismo con Olavarría, es la ciudad donde nací, vive mi familia y muchos de mis amigos. Por lo que nunca lo vi como un “irme para no volver”. Sí es cierto que la situación del país no ayuda, y es difícil para mí, como muchos jóvenes profesionales, planificar tu futuro; lograr un buen equilibrio entre trabajar de lo tuyo, que se valore tu trabajo como correspondería, vivir en el lugar que quisieras, tener tiempo libre. Tal vez un poco los cambios que hice fueron en la búsqueda de eso. ¡Sumado a que me gusta viajar!
Estoy muy agradecida de las experiencias, tanto en Olavarría como en otros lugares, trabajando en lo profesional como fuera de ello. Todos te aportan una mirada distinta, lo que te hace valorar mucho más el lugar donde estás. Debido a la incertidumbre que se vive con la pandemia los planes de regresar se modificaron un poco y sí, lo repensé varias veces, pero los afectos fue lo principal para decidir volver.


¿Qué diferencias observás entre tus expectativas al empezar la Universidad y este presente en el que ejercés plenamente la condición de ingeniera?

A ver… Cuando me llamaron para esta entrevista, al principio pensé que yo no era un buen ejemplo de ingeniera, por no tener una trayectoria lineal en lo profesional. Pero enseguida cambié de opinión. Creo que justamente esa es la principal diferencia entre lo que pensaba que era ser ingeniera, cuando empecé a estudiar, y fui cambiando con el tiempo. Creía que la ingeniería me aportaría las herramientas para desempeñarme en una industria y listo. Cuando, en realidad, el campo de trabajo y las competencias que te aporta la ingeniería son mucho más amplios. Se puede desempeñar en la industria, sí, y está perfecto. Pero también en la investigación, en muchos servicios y asesorías, en gestión de diversas organizaciones, en la docencia, emprender, y muchísimo más. Son todas válidas y valiosas en la profesión de ingeniería.


¿Cómo visualizás el perfil de los/as ingenieros/as que se vienen para los próximos años?

Creo que cada vez se requiere un método de trabajo más consciente y digitalizado. Consciente en la importancia de las relaciones humanas, el trabajo colaborativo dentro y entre empresas, organizaciones, instituciones; también no solo ser consciente sino responsable del cuidado del medioambiente. Con la pandemia nos vimos obligados a implementar nuevas tecnologías de comunicación, si bien no considero que puedan reemplazar completamente a la presencialidad, sí creo que muchas de las adaptaciones que esta situación actual aceleró, llegaron para quedarse. El ingeniero, creo, debe tener la capacidad de reinventarse y capacitarse a lo largo de la vida para estar al día con los cambios tecnológicos, y estar a la altura de las nuevas realidades laborales, sea cual fuere el ámbito en el que se desempeñe.
Las distintas ingenierías siempre estuvieron entre las carreras que más se solicitan y eso no va a cambiar en los próximos años. Espero ahora poder poner mi granito de arena en la formación de nuevos ingenieros. Valoremos y apoyemos siempre la universidad pública de excelente calidad que tenemos. 

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