Empujando desde el laboratorio a la góndola

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La colza que por años creció en la región casi como una maleza, ha sido objeto de transformaciones genéticas que derivaron en la Canola. Cada día se descubren nuevas e importantes propiedades nutricionales. Y en ese sentido, la Dra. Belén Fernández y el Ing. Ramiro Sánchez trabajan duro desde el Departamento de Ingeniería Química de la FIO para sumar conocimientos a ese camino.


Hablar de Canola en el Departamento de Ingeniería Química de la FIO resulta completamente natural. Para algunos fanáticos de la alimentación que buscan propiedades nutricionales específicas, también es un nombre familiar. Sin embargo, para la mayoría de la gente, todavía resulta difícil asociar esa planta crucífera de flores amarillas con un producto de altísimo valor alimentario.
En uno de los espacios que el Núcleo de Investigación TECSE (Tecnología de Semillas) dispone para llevar adelante sus numerosos trabajos, la Dra. Belén Fernández y el becario Ing. Ramiro Sánchez saltan de sus asientos para contar qué es esta semilla, también llamada Colza 00. Y despliegan en segundos la botella de aceite de Canola de marca comercial, y un puñado de semillas negras muy pequeñas, que les quitan el sueño desde hace meses.
Sin ir más lejos
“En la zona se suelen ver plantaciones de Canola”, cuenta Belén, “aunque los productores no la consideran muy conveniente todavía, quizá porque la asocian con la colza o nabo, que no tiene las propiedades tan valiosas de la Canola”.
Según explican los investigadores de la FIO, la colza silvestre tiene, tanto en su aceite como en la harina desgrasada, componentes antinutricionales. Por lo tanto, su uso se ha restringido a los aceites para maquinarias y aplicaciones similares. Sin embargo, transformaciones genéticas hechas años atrás en Canadá (de hecho, el nombre “Canola” es la sigla de Canadian Oil Low Acid), condujeron a crear la Colza 00 o Canola, cuyos valores alimentarios la colocan en el tope de los productos de su género.

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“Nuestra zona es ideal para la siembra de Canola”, cuenta la Dra. Fernández, “en especial porque su cosecha tiene tiempos diferentes con otros cultivos tradicionales como el trigo, así que se puede optimizar el cultivo”.
Sacarle el jugo
El grupo de investigación ha puesto sus energías en los procedimientos de extracción del aceite. Ramiro Sánchez relata: “tomando una iniciativa que desde años viene comandando la Ing. Susana Nolasco, nos concentramos en investigar la aplicación de nuevas tecnologías en procesos de extracción. Probamos con microondas o ultrasonido en una etapa previa a la extracción, para ganar rendimiento, eficiencia y calidad del aceite. Y ahora estamos tratando de reemplazar el solvente convencional por otro más amigable con el medio ambiente y más seguro, el alcohol etílico”.
Ramiro elabora su tesis de doctorado sobre este tema. Se sonríe cuando relata que “día a día aparecen cosas nuevas, estamos en una etapa de experimentación. El trabajo es laborioso, pero eso vuelve a los logros más reconfortantes”.
Del laboratorio a la góndola
Las condiciones ambientales de la zona aledaña a la FIO parecen ser ideales para el cultivo de Canola. Además, en pocos años los beneficios alimentarios de la Canola alcanzaron tal magnitud que hoy ya se puede encontrar en las góndolas una importante oferta de aceite en marcas comerciales. Son datos de la realidad que alientan a los investigadores. Y, no por casualidad, la investigación le devuelve sus hallazgos al mercado. Así, por ejemplo, unos diez años atrás surge el Canolol, que es un componente que se obtiene del aceite de Canola pero siempre y cuando se haya efectuado sobre las semillas un procesamiento térmico previo. Ese novedoso compuesto posee propiedades antimutagénicas (capacidad para interferir en la acción de los agentes que provocan mutaciones en el ADN), anticancerígenos, es un antioxidante muy potente, todo lo cual hace que las investigaciones sobre el tema asean miradas con especial atención en el mundo de las ciencias.
Lo que viene
La Dra. Fernández no escatima elogios para Ramiro Sánchez. “No fue fácil detectar el Canolol, pero Ramiro sintetizó el standard que se requería, puso a punto la técnica junto con Carmen Mateo, y con su tenacidad suplimos la falta de experiencia”.

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Los resultados son muy satisfactorios. No solo por los avances científicos que representa, sino por la posibilidad de transferir esos nuevos conocimientos a las empresas. “Tenemos una empresa de La Dulce que nos dona las semillas para que trabajemos. Y este año, cuando renovamos la donación, me comentaron que hay varios productores pequeños del sur de la Provincia interesados en producir Canola. Es todo muy reciente, pero hacia ahí vamos”, asegura Belén Fernández.

 

“Otros intentos con empresas de mayor envergadura han resultado infructuosos hasta ahora. Pero las perspectivas son muy interesantes”. Ramiro Sánchez, por su parte, relata que “yo no sé como va a terminar esto, pero te puedo asegurar que tanto Belén como Susana (Nolasco) me inculcaron todo el tiempo que hay que pensar cómo todo esto se puede llevar a la industria, es decir, no pensar la ciencia en modo abstracto sino aplicado. Entonces yo imagino que estos procesos que hacemos en laboratorio puedan llevarse a cabo a través de un productor, aunque sea chico. Yo trabajo y pienso si esto que hago sería fácil o sería una locura llevado a la industria.

 

Eso es lo que yo esperaría”.
La visita del Dr. Alejandro Ceccatto, Presidente del CONICET, meses atrás, profundizó esa mirada de los investigadores locales. “Lo primero que nos preguntó”, evoca Belén, “fue qué transferencia hacíamos. Posiblemente en el arranque debamos recurrir al financiamiento no solo del Estado sino a los servicios que se prestan desde el Núcleo aunque no sean específicamente de este tema. Pero en un futuro es muy posible que podamos vincularnos con la industria ya en el campo de la Canola”.

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