“En la vejez seguirán dando fruto”

Mensaje del Papa Francisco para la II Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores. Colaboración de las Misioneras del Padre Kolbe de Olavarría.


            “En la vejez seguirán dando fruto”, salmo 92,15, es el tema elegido por el Papa Francisco para la II Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores.  El objetivo   es una invitación a reconsiderar y valorizar a los abuelos y a los mayores, que con demasiada frecuencia son mantenidos al margen de las familias a  pesar   de  que, los abuelos y los mayores constituyen un valor y un don tanto para la sociedad como para las comunidades eclesiales. “Sus experiencias de vida y de fe  pueden ayudar a construir sociedades conscientes de sus raíces y capaces de soñar con un futuro más solidario. La visita a los ancianos que están solos es una obra de misericordia de nuestro tiempo”.

                El  Papa habla   desde  su propia   experiencia.  “La ancianidad no es un tiempo inútil en el que nos hacemos a un lado, abandonando los remos en la barca, sino que es una estación para seguir dando frutos. Hay una nueva misión que nos espera y nos invita a dirigir la mirada hacia el futuro. «La sensibilidad especial de nosotros ancianos, de la edad anciana por las atenciones, los pensamientos y los afectos que nos hacen más humanos, debería volver a ser una vocación para muchos. Y será una elección de amor de los ancianos hacia las nuevas generaciones» . Es nuestro aporte a la revolución de la ternura una revolución espiritual y pacífica a la que los invito a ustedes, queridos abuelos y personas mayores, a ser protagonistas”.

                “El mundo vive un tiempo de dura prueba, marcado primero por la tempestad inesperada y furiosa de la pandemia, luego, por una guerra que afecta la paz y el desarrollo a escala mundial. (…) Y estas grandes crisis pueden volvernos insensibles al hecho de que hay otras “epidemias” y otras formas extendidas de violencia que amenazan a la familia humana y a nuestra casa común”.

                “Frente a todo esto, necesitamos un cambio profundo, una conversión que permita a que cada uno reconozca en el otro a un hermano. Y nosotros, abuelos y mayores, tenemos una gran responsabilidad: enseñar a las mujeres y a los hombres de nuestro tiempo a ver a los demás con la misma mirada comprensiva y tierna que dirigimos a nuestros nietos. Uno de los frutos que estamos llamados a dar es el de proteger el mundo”.

                Trae a nuestra  memoria  una  acción  concreta de  experiencias  vividas  con  nuestros  abuelos  y  la  deja  como propuesta de cercanía  y  oración : “«Todos hemos pasado por las rodillas de los abuelos, que nos han llevado en brazos»; pero hoy es el tiempo de tener sobre nuestras rodillas -con la ayuda concreta o al menos con la oración-, junto con los nuestros, a todos aquellos nietos atemorizados que aún no hemos conocido y que quizá huyen de la guerra o sufren por su causa. Llevemos en nuestro corazón -como hacía san José, padre tierno y solícito- a los pequeños de Ucrania, de Afganistán, de Sudán del Sur”.           

                 “Que la Virgen, Madre de la Ternura, nos haga a todos artífices de la revolución de la ternura, para liberar juntos al mundo de la sombra de la soledad y del demonio de la guerra. Que mi Bendición, con la seguridad de mi cercanía afectuosa, llegue a todos ustedes y a sus seres queridos. Y ustedes, por favor, no se olviden de rezar por mí”.

                (*) Mensaje del Papa Francisco para la II Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores.

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