Estamos donde debemos estar ¿Por falta de coraje?

Escribe: Carlos Paladino.


El título elegido, se corresponde con el entresijo que despierta el conocer en donde estamos varados como nación independiente, si es dable zafar del anclaje que nos inmoviliza y vislumbrar un futuro mejor. Este rompecabezas es prioritario en la programación de los medios de difusión. Por eso es que asoma en cierto ámbito del periodismo, el planteo del porqué llegamos a este estado de ahogo que parece infranqueable de sortear; incompatible con una salida airosa. El interrogante:  cuáles son los motivos por los que el país de los argentinos está en el nivel de lástima y decadencia en que vive.   La prensa, al igual que cualquier asignatura laboral, procura sostener siempre alto su perfil profesional y competitivo.  El “rating” obliga, a apelar a temas por demás obvios e incuestionables, a fin de diseñarle al observador una trama y un debate de amplitud. Sin embargo, como todo vale en la libertad de prensa, se acude a personajes tan reprobables como censurables. Los cráneos de la información, nos muestran, entonces, a los D’Elía, los Grabois, los Moreno; los Moyano; los Pérsico; el Chino Navarro; Aníbal Fernández, el matrimonio Duhalde; y otros de igual pelaje, para que nos vengan a ilustrar respecto de las causas de la malaria nacional. En realidad, si hablaran en serio, otros mejores no hay para declarar de qué manera, entre inutilidad, podredura y falso empoderamiento caímos en la bancarrota. Son los funcionarios adecuados para evidenciar cuarenta años de frustración institucional.  Operadores oficialistas que, enclaustrados son más útiles que sueltos y dando cátedra de economía, de justicia y probidad política. Sinvergüenzas de oficio. Estos desfachatados que no se hacen cargo de la cantidad de perjuicios causados a la sociedad argentina, asisten a los programas sabiendo de antemano que, los contenidos que pudiesen incomodarlos, no serán incluidos en la conversación. Conclusión; con la connivencia del entrevistador, los entrevistados saldrán ilesos de la coyuntura, culpando al enemigo político en boga. Contaron con la “ayudita” de informadores prevenidos, más del prontuario de los invitados, que del peligro surgido del quehacer político que ellos exhiben.  Una novela que los tiene como ejecutantes incondicionales a partir de la instalación de la democracia como sistema político.

Revisemos, entonces, la historia inmediata de los presidentes argentinos: 1989-1995 Carlos Menem; 1995-1999 Carlos Menem; 1999-2001 Fernando De la Rúa; 2001- 2001 Federico Puerta; 2001-2001 Adolfo Rodríguez Saá; 2001-2002 Eduardo Camaño; 2002-2003 Eduardo Duhalde; 2003-2007 Néstor Kirchner; 2007-2011 Cristina Kirchner; 2011-2015 Cristina Kirchner; 2015-2019 Mauricio Macri; 2019-2023 Alberto Fernández. Quedan para cargarles las culpas de todas las desgracias, Alfonsín (¿gracias Herminio Iglesias?) y Macri. Hay que ser caradura ¿no?    El mismo periodismo que acicateó la caída del primer gobierno democrático de Raúl Alfonsín; y, después repitió, con Fernando de la Rúa. Medios de difusión que se crisparon por el “neoliberalismo” del gobierno de Macri y, hoy reclaman y alientan la reivindicación del mismo.         

Nuestro humilde criterio, nos indica que estamos parados en el exacto lugar donde merecemos estar. Y, se nos ocurre que podríamos estar ubicados, aún, unos peldaños más abajo. Hemos desechado toda la meritocracia puesta a nuestro alcance (algo así como el gobierno de los ganadores) para fundar una nación deseable en el mundo. La otrora jerarquía argentina no sorprende ni en América del Sur.  Una república anquilosada por incentivo propio. Agarrotada e impedida del desarrollo natural que la providencia le asignó, condenando al pueblo celoso de sus deberes a desperdiciar los mejores años de su vida. Se salvan del desbarajuste general los haraganes, los políticos, los acomodados del clientelismo político, los serviles, en fin, el ñoquismo, término acrecentado en base a los empleados públicos que van a cobrar los días 29 de cada mes. El cristinismo, el kirchnerismo, utiliza la estrategia de incorporar agentes al Estado, buscando terminar la gestión de gobierno con Pleno Empleo y el posterior reconocimiento del pueblo en las urnas.

La aplicación dictatorial del populismo kirchnerista, es una clara evidencia; que el nudo del negocio, pasa por establecer normas para el pueblo y excepciones para la élite partidaria. Cada inepto, cada ñoqui, es pagado por nosotros, los giles acobardados, sin devolución de beneficio alguno. Pero; la práctica de saturarse de ñoquis – tal vez por aquello de que “la ocasión hace al ladrón”, no es exclusiva del peronismo. Cuesta aceptarlo, pero, estas políticas desatinadas han prescrito que todo el pueblo haya sacado boleto de ida, solamente, en el tren que tiene por meta, librar a la señora Kirchner de ir presa; conclusión que determina la ley. Para el caso, no tiene importancia; a la hora de votar la mayoría vota esa patología. Otra consecuencia que descifra porqué estamos como estamos.

 En las redes sociales circula un mapa de la República Argentina, cuya extensión engloba a unos diez territorios europeos. Plano que sirve para proyectar la dimensión del patrimonio natural de nuestro país. En el extenso suelo argentino, que nosotros desechamos, notamos que es factible que convivan en buena vecindad, una serie de naciones progresistas que no comulgan con regímenes autocráticos. Sus ciudadanos no admiten, ni se resignan tan buenamente a la pobreza extrema, a la miseria; a la falta de oportunidades que promuevan la inserción social y el crecimiento individual; la progresión constante del empresariado como fuente de empleo y riqueza sustentable. Los gobiernos no pretenden ser los dueños de la energía popular. Claro; esos gobiernos no pregonan ni van en pos de doctrinas populistas y anticapitalistas al estilo peronista. Por el contrario, el capitalismo forma parte de la vertiente de donde mana el flujo desarrollista de la economía.

Tantos años de populismo entorpeciendo la gradación del argentino, fijando una nueva formación cultural, contradictoria con la que nos hizo grande como nación; un rumbo mentor del que los jóvenes dirigentes no están al corriente; ni desean estar al tanto.   Por más deshonroso que resulte, es más fácil, rendirle reverencia a los que tuvieron la suerte de agarrar, “la sartén por el mango”.

Que nos queda por hacer, ante el facilismo; la inmoralidad solapada; la inseguridad jurídica: factores inspiradores de una ideología que no precisa más que eso para ganar elecciones, y ya victoriosa, condicionar. a la gente a soportar la peor situación de desdicha. Alguna vez habrá que ponerse los pantalones largos y dejar de votar a gente patológica. Setenta años son suficientes.

“Nunca harás nada en este mundo sin coraje. Es la mejor cualidad en la mente junto al honor” (Aristóteles)

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