Panorama político: Guzmán, punto de no retorno


Por Andrés Lavaselli

La sorpresiva renuncia de Martín Guzmán expone al Presidente Alberto Fernández a una operación delicadísima: ensayar el que tal vez sea  el último rediseño posible de su gabinete, si de lo que se trata es de torcer un rumbo de crisis económica y política que siembra de nubarrones la posibilidad de una continuidad del Frente de Todos en el poder. La dificultad principal radica en que debe lograrlo con el poder propio reducido a una expresión mínima, cercado por su vice, Cristina Fernández, en cuyo dispositivo parece haber quedado definitivamente encerrado.

Renuncia y discurso: una sincronía con mensaje político.

La sincronía de la dimisión con el discurso de Cristina en Ensenada encerró dos claves. Una es personal: la Vice aludió directamente a Guzmán, cuando le achacó pensar lo mismo que Carlos Melconián, el economista ortodoxo con el que se reunió hace unos días, en un tema clave, el déficit fiscal. Ahí, cuentan en su entorno, el ministro terminó de decidirse y renunció con una carta de ocho carillas que, víctima de embates cristinistas desde hace meses, obviamente ya tenía redactada de antemano. El presidente se enteró solo uno minutos antes de que la hiciera pública, cuentan. Intentó frenarlo. No pudo. “Así no puedo seguir”, dijo el funcionario en su última charla.   

El Presidente intentó frenar la renuncia de Guzmán, no pudo.

La otra clave es política: la decisión de CFK, revelada por el periodista Pablo Ibáñez, de recuperar el centro del escenario con apariciones quincenales, licúa el poder de Fernández. Hace dos semanas, en medio de un intento del Presidente de acercar posiciones, Cristina hizo un discurso híper crítico que terminó con la salida de Matías Kulfas. Es cierto hay una diferencia: al extitular de Desarrollo Productivo el Presidente lo hechó por realizar una grosera operación de prensa, mientras que Guzmán se fue porque está convencido que no podrá gestionar con CFK en contra. Deuda, precios, subsidios-tarifas (sobre todo la segmentación): demasiadas desavenencias en temas clave.

Para el cristinismo el rumbo económico es errado: no.

Pero más allá de los casos personales, la cuestión de fondo permanece inalterada: la Vicepresidenta y todo el cristinismo con ella, está convencida de que el rumbo económico es errado y que, de persistir por este camino, no solo el FdT será derrotado en 2023, sino que se expone a un final de gobierno amarguísimo que convalide ajustes posteriores, que podrían dar aire a un administración de Juntos por el Cambio. A esa impugnación se sumaron en los últimos días, abiertamente, los gobernadores del peronismo –excepto el santafesino Omar Perotti- nucleados en un club político en el que Axel Kicillof y Jorge Capitanich tallan fuerte.

Al cierre de esta nota, el reseteo que Fernández aplicará al gabinete permanece sin definir. Puede haber un cambio de nombres o, también, un cambio de nombres al que ese añada una modificación de estructuras. Todo estaba siendo barajado.  Lo central es que el Presidente definirá entre la continuidad de la política económica o su modificación. Y lo hará con la cuota de poder propio más baja desde que comenzó su mandato: en su gabinete solo quedan dos albertistas puros con rango de ministro: Claudio Moroni, en Trabajo, y el canciller Santiago Cafiero, que recaló allí luego de ser eyectado de la jefatura de Gabinete por el cristinismo.

La lista del drenaje de ministros que padeció Fernández impresiona –además del periplo de Cafiero, se fueron Bielsa, Losardo, Frederic, Arroyo, Rossi (aunque volvió a un cargo no ministerial), Basterra, Kulfas y ahora Guzmán- porque en casi todos los casos fueron empujados por el kirchnerismo.  Es cierto que en algunos reemplazos veces se cumplió el viejo apotegma de que en el peronismo el que saca no pone: no todos los que entraron son cristinistas puros, y alguno, como Jorge Ferraresi, tuvo su momento albertista, aunque ahora está realineado con la Vicepresidenta.

No es seguro, tampoco, que los antecedentes sirvan como predictores: la aceleración de la pelea luego del discurso picante de Alberto en la CGT, que sorprendió incluso a algunos operadores propios con su insistencia en el desafío incluso en materia electoral, sumado a  la extremadamente frágil situación económica singularizan esta coyuntura. El Presidente, con todo, retiene la posibilidad de optar: acata la intimación K y cambia de rumbo, al que le piden también otros sectores del oficialismo, o persiste en la dirección que parecía dispuesto a sostener en todo el período que precedió a este sábado, cuando había hecho de la figura de Guzmán algo así como la cifra de su último margen de autonomía.

Para Alberto, decida lo que decida puede ser, para su gestión, la última posibilidad de una corrección significativa

La danza de nombres por supuesto, es febril. No tiene mucho sentido reproducirla: tal vez la filtración de que estaría convencido de “mantener el programa económico a rajatabla” sea lo más significativo. Se la hizo a un medio cercano, la vez El Destape. Decida lo que decida puede ser, para su gestión, la última posibilidad de una corrección significativa. Para bien o mal, el punto de no retorno. (DIB) AL

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