Un ataque a los símbolos y a la convivencia democrática


Escribe: Sergio Di Pino

Fue un ataque explícito y deliberado. Los actos de vandalismo cometidos contra los dibujos de los pañuelos de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, no solo buscaron dañar a uno de los símbolos de la lucha contra la última dictadura cívico-militar; también intentaron resquebrajar, con un hecho material y palpable, un acuerdo tácito de convivencia,  propio de una comunidad democrática.

Aquel “Nunca Más” que la sociedad argentina abrazó como faro para transitar por un camino de paz y libertad, ha sido uno de los pocos puntos de consenso que se mantienen vigentes, pese a las distintas crisis institucionales que el país atravesó en casi cuarenta años.

La elección de los diferentes gobiernos, a través de la voluntad popular, representa uno de los mayores logros de un sistema político que todavía no ha podido consolidar el resto de sus promesas (bienestar económico, salud, educación, trabajo). A pesar de numerosas y valiosas conquistas, aún existen grandes deudas y es el Estado, en todos sus niveles, quien debe abocarse a revertir esa profunda desigualdad en la distribución de los ingresos y en el acceso a los derechos ciudadanos.

Pese a todas estas dificultades, la libre discusión de ideas constituye una conquista reivindicada por casi la totalidad del arco político. Aún con las diferencias ideológicas existentes o en medio del debate de modelos de país diametralmente opuestos, la tolerancia se sostiene como una piedra angular del contrato social.

En ese marco y aunque parezcan minúsculos, episodios como los sucedidos el último fin de semana en Olavarría, no pueden pasar desapercibidos y ameritan un profundo repudio. Especialmente, deben obligarnos a prestar atención hacia las formas y las condiciones de posibilidad que permitieron que esas prácticas violentas ocurran. En su presunta “pequeñez”, se vislumbra su peligrosidad latente.

Es que hasta no hace mucho tiempo, un ataque de estas características solo era  imaginable a través una acción cobarde y anónima  – una pintada en la clandestinidad-. Lo ocurrido el último fin de semana, en cambio,  fue explícito y asumido como una “reivindicación”. Y si eso es factible, significa que hay un sector de la sociedad que no lo condena o pero aún; que lo avala implícitamente.

Lo inédito del caso es que una agrupación política como “Espacio Republicano”, no titubeó en salir a adjudicarse el episodio. Lejos de visualizar que se trataba de un acto de vandalismo, presentaron a las pintadas como parte de una jornada para “salir a la calle a manifestarse” y afirmaron que contó con “mucho acompañamiento de la gente”.  Si un grupo de personas siente que esa opción le está permitida, es porque existe un contexto social mucho más permisivo de lo que parece.

Prueba de ello, son algunos de los comentarios vertidos en las redes sociales. El cuestionamiento a la conducta y las posiciones políticas de una de las representantes de las Madres en democracia  – siempre se hace referencia a la figura de Hebe de Bonafini-, es utilizado como pretexto para deslegitimar la lucha del conjunto. Mediante esa parábola, se busca minimizar un acto violento y delictivo como el de las pintadas.

El mecanismo consiste en igualar a los escraches “republicanos” y a las pintadas originales en el piso de la plaza central, como  parte de un mismo acto de “ensuciar” el patrimonio público.  Sin embargo, hay una diferencia sustancial: los homenajes de los organismos de Derechos Humanos, realizados en 2014 y 2018, contaron con el aval del Concejo Deliberante. En el primero de los casos, con la declaración de interés institucional de las actividades que conformaban la Semana por la Memoria y, en el segundo, con un acompañamiento a una campaña impulsada a nivel nacional. 

En ese marco, no sorprende el silencio de aquellos que pretenden empardar a ambas situaciones, cuando deben justificar las pintadas realizadas sobre las paredes de la Facultad de Ciencias de la Salud de la UNICEN. Esas mismas voces, que no dudarían ni un segundo en pedir sanciones y trabajos comunitarios a un chico o chica  que grafittea una pared de un comercio o un lugar público, mantienen un llamativo silencio acerca de los mensajes colocados en los muros de la sede universitaria.

¿Por qué allí se omite la discusión y no se polemiza? ¿Por qué fueron a ensuciar las paredes de la universidad? ¿Es un ataque a la institución en si misma  o tiene que ver con que allí funciona una de las sedes de la campaña de vacunación? El contenido de los mensajes en los muros, inclinan la balanza hacia esta última hipótesis.

La respuesta de las organizaciones y de la dirigencia política

Afortunadamente, el repudio a los actos de vandalismo de las organizaciones de Derechos Humanos, políticas y sindicales fue generalizado.

Con atino, integrantes de la Comisión por la Memoria, no dudaron en alertar que “quienes llevan adelante estas prácticas pretenden alentar un clima de violencia” y explicaron que se corresponden “con actitudes de intolerancia y violencia, que nada tienen que ver con los valores democráticos que persigue nuestra sociedad”.

En otro tramo del documento, recordaron que “los pañuelos de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, no sólo representan su lucha contra el secuestro, la tortura, el asesinato y el robo de bebés que llevó adelante la última dictadura militar, sino que simbolizan un recuerdo pacífico y potente de la historia más oscura y trágica que vivió nuestro país”.

Organizaciones políticas y sindicales también repudiaron, al unísono, lo sucedido. El intendente Ezequiel Galli, publicó un mensaje y rechazó los actos de vandalismo del último fin de semana: “Mi absoluto repudio a este ataque cobarde e innecesario” expresó.

“Podemos coincidir o disentir, pero hay simbolismos que son parte de nuestra historia. Y la historia se respeta” sintetizó, con un necesario y oportuno mensaje.  Es que el Jefe Comunal debió salir a desmarcarse de los posteos del “Equipo Republicano” en los que se observaba una explícita adhesión al PRO.

En una de las publicaciones de Instagram, quienes se adjudicaron las pintadas hicieron una explícita invitación a la reunión con vecinos que, tiempo atrás, realizaron el Jefe de Gobierno de la Ciudad, Horacio Rodríguez Larreta, el candidato a diputado bonaerense Diego Santilli y el intendente Ezequiel Galli.

Aunque hoy por hoy mantengan una conexión marginal y los sectores moderados del PRO, intenten alejarlos de sus posicionamientos, no hay que dejar de señalar que libertarios y republicanos fueron abrazados por el ala dura del macrismo y han colaborado deliberadamente en sus actividades y campañas electorales.

Más allá del enérgico y saludable repudio institucional, existen marcos normativos que prevén sanciones y regulan la convivencia democrática.  En ese sentido, el Juzgado de Faltas dispone de una ordenanza en la que se prohíbe “realizar todo tipo de graffiti, pintada, mancha, garabato, escrito, inscripción grafismo, con cualquier sustancia o materia en bienes de la propiedad pública o privada el que será sancionado/a con uno a quince días de trabajos de utilidad pública o multa de dos (2) a diez (10) salarios mínimos”. El Municipio, eventualmente también puede contar con imágenes de las cámaras de seguridad que aporten elementos probatorios a los que ya forman parte del dominio público.

El Juez de Faltas tendría elementos para sancionar a quienes se adjudicaron las pintadas

También son factibles denuncias ante la Justicia Federal, y en ese sentido no se descarta una futura presentación por parte de algunas de las organizaciones de Derechos Humanos o desde el ámbito universitario.

Finalmente, es necesario destacar las acciones de reparación. Las actividades para limpiar y repintar los dibujos de los pañuelos, símbolos de la lucha por la Memoria, Verdad y Justicia, brindaron el tipo de respuesta pacífica y democrática que las circunstancias requerían. Con un acto de amor y de concientización, las organizaciones desarmaron las intenciones de aquellos que aún pretenden agitar un clima de violencia.

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