Pornografía en el colegio
Libros / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)
En estos últimos días se ha trabado una disputa feroz entre partidarios del gobierno nacional y opositores en relación al tipo de literatura que obligatoriamente se hace leer a estudiantes de colegios secundarios.
El problema estalló a partir de cierto fragmento de la novela “Cometierra”, de la escritora Dolores Reyes, en la que se narran con lenguaje explícito escenas de sexo. Críticas similares por parte de padres de estudiantes surgieron de otros textos como la muy leída “Las aventuras de la China Iron”, de Gabriela Cabezón Cámara o “Las primas” de Aurora Venturini. Esta última, ganadora del premio Novela Página 12 en 2007, asignado por un jurado constituido entre otros escritores por Alan Pauls, Juan Forn, Guillermo Saccomanno y Juan Sasturain.
Es evidente que la literatura argentina ha evolucionado en las últimas décadas hacia la liberación prácticamente incondicional de recursos lingüísticos y hacia el empleo de un lenguaje explícito, directo y crudo que prescinde de cualquier eufemismo o reticencia a la hora de describir escenas de sexo y de violencia. Además de si este tipo de literatura es apropiada o no para adolescentes de quince años, me preocupa la discusión respecto a si esta tendencia es beneficiosa desde el punto de vista estético y discursivo o estrictamente literario. La discusión sobre si una novela o cuento debe reproducir el habla habitual o debe construirse a partir de un lenguaje específicamente literario viene de larga data y yo personalmente me decido por esta última opción.
Una palabra arrojada con crudeza en medio de un texto, en el momento justo, puede provocar en el lector un golpe de efecto agradable o adecuado a fines del relato. Un término inesperado, de acuerdo a cómo se viene desarrollando una narración, puede tener un resultado positivo y decisivo en el arte de transmitir sensaciones a partir de la combinación de palabras, ya que en última instancia de eso se trata la literatura.
Ahora bien, y aclarando que estoy dando a conocer mis preferencias personales o mis gustos, cuando se abusa del lenguaje directo y coloquial, se pierde ese sentido de sorpresa y el efecto pierde eficacia, es más, satura o aburre.
Volviendo a la polémica de estos días, debo decir como padre de adolescentes (padre que, además, por ser aficionado a la literatura, lee todo lo que leen sus hijos en el colegio) me preocupa más la calidad de los textos que el carácter supuestamente pornográfico que puedan tener. Me llama la atención que ningún padre reniegue o denuncie cuando a sus hijos los obligan a leer mala literatura, quiero decir, libros de dudoso o nulo valor literario, textos con una gramática como mínimo cuestionable, a veces traducciones de textos escritos originalmente en otra lengua que dejan mucho que desear.
En eso sí veo un riesgo latente que podría alejar definitivamente a un joven de la lectura o incluso contribuir con el deterioro generalizado que se observa en el modo en que nos comunicamos tanto en forma oral como escrita.
En el caso concreto de “Las aventuras de la China Iron”, considero que es una novela para iniciados en la práctica de leer y no sería en tal caso recomendable para quienes justamente están iniciándose en esa práctica. Su estructura puede resultar compleja para quien lee por primera vez un libro y el sentido que la autora intenta dale no resulta de fácil comprensión.
Tampoco veo indignación por parte de padres y madres por las escenas de violencia que son moneda corriente en las redes, por ejemplo. Algo más pernicioso o antinatural que el modo en que la evolución decidió que nos reproduzcamos. Es cada vez más común cruzarse con filmaciones de peleas callejeras o en el interior de las escuelas en redes como Instagram o TikTok. Menos indignación aún despertaron algunos dichos del presidente de la nación frente a estudiantes de escuelas primarias, dichos o afirmaciones que no sólo resultan pornográficos sino también machistas y groseras en extremo.
Por último, nadie alude tampoco al dato sobre la reducción abrupta de embarazos no deseados en adolescentes desde que se implementan en los colegios actividades curriculares específicas a partir de la Ley de Educación Sexual Integral. Datos de Unicef Argentina dan cuenta de una reducción de casi el 60 % de embarazos no deseados en chicas de edad escolar en los últimos diez años (datos del 2021).
Resumiendo, y volviendo al tema original, no me preocupa tanto el carácter explícito de narraciones de sexo como la calidad de los textos que le dan a leer a mis hijos. Ruego a quienes diseñan los programas de estudio y a los profes de literatura que no espanten a los chicos y chicas de los libros, el objetivo tiene que ser acercarlos a ellos y, en tal sentido, la selección de textos debe ser muy cuidadosa.