Fito pasó con su piano por Olavarría
“Hay recuerdos que no voy a borrar. Hay cosas que no voy a olvidar”, narra en su letra la canción “Brillante sobre el mic”. Fito no la cantó esta vez, pero fue como si lo hubiera hecho para que esas palabras estremecieran a cada una de las personas que sobre el final del año, en la plácida noche del miércoles, vieron un concierto inolvidable en la sala colmada del Teatro Municipal.
salió al escenario puntual, apenas pasadas las diez de la noche y enseguida buscó la complicidad del público. Entonó “Y dale alegría a mi corazón”, nada menos, y le pegó algunas estrofas de “Tema de Piluso”, que Fito escribió en homenaje a Alberto Olmedo. Siguieron las canciones “Cable a tierra” y “11 y 6”. Fue la primera conexión fuerte entre el rosarino y la gente.
Parecía mucho más, pero iba un cuarto de hora, y Fito con su piano, solamente, ya había logrado crear un clima perfecto, íntimo. Sonó el tema “Thelma y Louis” y atrás “Llueve sobre mojado”, la letra que el músico compartió en un dúo con Joaquín Sabina, años atrás.
Para continuar evocó canciones insustituibles del rock nacional, de Sui Generis y Charly García: “Canciones que escuchaba de pibe y me identifican”, dijo. Incluyó en el repertorio las versiones de “Canción para mi muerte”, “Bienvenidos al tren”, “Tuve tu amor” y “Los dinosaurios”.
Fito volvió a sus letras con “Tumbas de la gloria”, considerada una de las mejores canciones de rock en castellano, y “Un vestido y un amor”, coreada en toda la atmósfera de la sala, tanto que el músico abandonó el piano un instante y se paró en el centro del escenario, cual director de orquesta, para compartir ese momento mágico con el público.
El piano de nuevo lo acompañó en los clásicos que siguieron: “Al lado del camino”, “Ciudad de pobres corazones” y “A rodar mi vida”, con el que comenzó a despedirse.
Dejó el escenario para volver un minuto más tarde con la ovación de la gente, más cómodo, sólo con remera y saco. Pidió silencio y volvió a pararse frente al público. Bastó la primera estrofa para el silencio absoluto del cual emergió una magnífica versión a capela de “Yo vengo a ofrecer mi corazón”. Pudo terminar así y nadie se hubiera quejado.
Pero Fito, con la generosidad de los artistas consagrados, cantó otros dos hits de su carrera: “Dar es dar” y “Mariposa tecknicolor”. Ahí recién se despidió hasta siempre, una hora y media después, con el último acorde de su piano.
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