Gente que si, gente que no – especial «En Línea» (Marta Casanella)

Los datos coinciden que el abandono de la escuela secundaria es muy alto. Y la obligatoriedad es un proyecto ambicioso y bien intencionado pero lejos esta de ser una realidad. Las preguntas que quedan flotando son la causa y la solución del problema.
Hagamos historia. A principios del siglo XX en este país, el proyecto de Sarmiento pretendía llevar a todos los habitantes a cursar la primaria. Esta aseguraba un nivel de contenidos mínimos y suficientes para ingresar al mundo laboral. Continuaban estudios superiores solo aquellos que no estaban obligados a trabajar desde niños para comer.
Más acá, a mediados de siglo, comienza a aparecer una clase obrera que aspira a que sus hijos estudien para progresar. El sueño de “Mi hijo el doctor” era posible. Y el del crecimiento continuo también. Cada generación, gracias a la educación pública, estaría mejor que la que la precedía.
Demasiada cerca en tiempo histórico, cercanía que todavía impide análisis fríos, el proyecto económico y social de la dictadura militar mino los cimientos del crecimiento. Y abrió la puerta a la atroz polarización de la sociedad. Comienza un proceso de concentración obscena de riqueza en pocas manos y empobrecimiento inimaginable de muchísimos. La sociedad se divide en dos, los que pueden y los que no. La cantidad de pobres e indigentes aumentan en directa relación respecto del enriquecimiento de la elite. La década menemista pone el broche de oro-barro que termina de fragmentar una sociedad egoísta y atada a la compra de artículos suntuosos en cuotas. Y la educación? Bien gracias. Relegada, disfrazada de progresista, destinada a tapar agujeros de miseria.
Aquí, en esta herencia, se gesta el proyecto de extender la obligatoriedad hasta el secundario. No pretendo aquí hablar de los móviles de esta decisión. Pero si de los resultados. Estudian los que pueden. Los que no, no. Los que aun están dentro del sistema, lo usan. Los que están fuera, no. Gente que si. Gente que no.
¿Pero que habría que ofrecerle a la “gente que no” para que ingresen y permanezcan en el sistema educativo? Reales y concretas posibilidades de progreso. Porque la gente que si, va a escuelas donde se aprende. La gente que no, a escuelas que no. Pretender que esto signifique igualdad de oportunidades es un chiste de mal gusto.
Un pacto social, donde la distribución justa de la riqueza no sea un slogan nauseabundo. Donde una asignación universal por hijo elimine la indigencia. Donde el pleno estado de Derecho no sea solo una figura legal sino una realidad. Y donde la escuela garantice un mínimo y común paquete de herramientas de vida a todos los habitantes del pueblo argentino. Esa es la solución. Nada más y nada menos.

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