La devolución – Marta Cassanella
Hace un tiempo se me habían terminados los libros legibles de la biblioteca. Y no tuve más remedio que leer a Coelho. “el zahir” se llama el libro en cuestión. No tengo nada en contra del autor, pero me molesta bastante que, de tan escaso, el sentido común sea una virtud que convierte a un autor en best seller.
Sin embargo, rescate una idea útil. El banco de favores se llama. En una infinidad de palabras describe como un favor obliga, desde una ley no escrita, a la devolución de otro favor. Y que la cadena que genera convierte a este mundo indiferente en un lugar mejor.
Y traspole esa idea al ámbito que me interesa en esta columna, la educación. Todos los hijos del sistema educativo público, le debemos a este un enorme favor. No seriamos lo que somos sin él. Sin importar el punto de partida, la educación nos da un plus que ningún linaje, herencia o apellido otorgan. Y estamos obligados por una ley silenciosa, sin carácter de tal, a devolver el favor en la misma magnitud.
Claro, resulta que nos hacemos los sonsos y la mayoría no cumplimos con el trato. Y siguiendo la línea de pensamiento de Coelho, esa falta es imperdonable, la sanción, literaria, es quedar fuera del sistema de contactos y cadena de favores.
En la realidad, no hay sanción. Y hacia allí voy. En la legislación universitaria, los egresados tienen rango estatutario. Pero no están obligados a participar. En el resto del sistema, ni eso existe.
Seria revolucionario, pensar al menos, en darle forma legal, a una obligación de los egresados de todos los niveles educativos públicos de brindarle al sistema una devolución en términos de participación, compromiso, tarea social. Los menores lo harían a través de sus tutores y los adolescentes podrían hacerlo ya por sí mismos.
Pero, sabemos, que para que una obligación sea tal, debe tener prevista una sanción para aquel que no cumpla con ella. Y este es un terreno pantanoso, donde se confunden las libertades individuales y el compromiso por el bien común. El equilibrio entre ambas cosas es, de paso, la deuda más importante de las democracias modernas.
La resultante de “obligar a la devolución” sería una participación activa de toda la población en pos y en defensa de la educación pública. Y en ámbitos académicos implicaría que los intelectuales se comprometan y construyan el futuro común desde un lugar distante del rédito económico y cercano al compromiso social.
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