LA PALABRA VIVA – Por Marta Casanella

Memoria activa. Recordar aquel 24 de Marzo y la inauguración formal de la barbarie.
Tener memoria se podría definir como no olvidar ningún hecho o dato conocido. Pero la memoria histórica no es tan sencilla como la de recordar la tabla periódica de elementos químicos o las tablas de multiplicar.
Y mas aun en nuestra corta, complicada y fatal historia. Los recuerdos se nos aparecen embadurnados del lodo de los rencores, los miedos, los engaños.
En la nublada idea de nuestro pasado mas cercano, parece que un trío de locos , asesorado por el monstruo capitalista del norte, pergeño el genocidio de miles de compatriotas.
En otro sueño manchado, resulta que había una guerra entre dos bandos. Uno de los bandos se “excedió” en los métodos.
Como cuando nos resulta tranquilizador leer la Biblia que nos explique la creación del mundo en siete días y no adentrarnos en complicadas teorías de relatividad y Big Bang, resulta mas potable explicaciones simples que nos alivien la culpa.
Culpa de haber sido parte activa y necesaria de una matanza cruel. Por acción u omisión.
Culpa por haber permitido pactos y contramarchas que desaparecieron otra vez los aparecidos de la memoria colectiva.
Culpa por permitir que un tipejo, con mas delitos encima que billetes en la cuenta bancaria, tome una cámara y diga que hay que perdonar para poder crecer.
Para despabilar la memoria deberíamos escribir menos porque es palabra quieta. Para que la palabra se vuelva viva hay que hablarla.
Reproducirla en miles de conversaciones diarias, donde seamos replicadores permanentes .
Habrá tantas verdades como replicadores haya pero no habrá silencio. Ese silencio mortal que causa el miedo. O el otro, ladino, que practican los traidores.
Palabras vivas , voces en alto. Conciencias inquietas, espíritus libres. Ese país, tal vez, se pueda perdonar.

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