SUEÑOS – Por Marta Casanella

Cuando las tardes eran interminables, cuando dormir era una pérdida de tiempo, cuando el futuro estaba lejísimo, éramos niños. Y de niños soñábamos. Con ser superhéroes, con matar a los villanos. Y dormidos o despiertos en los sueños siempre ganaban los buenos.
La vileza de los adultos, la falta de escrúpulos, la avidez enferma por acumular poder y riqueza nos fueron robando sueños. Porque en realidad, parece que los malos tienen prensa y éxito.
Los temerosos, los frustrados nos aleccionan rápido para convencernos de que no vale la pena. Meten miedo, enseñan a tomar recaudos, a calcular ventajas.
Y un día, sin darnos cuenta ya no somos niños. Y ya no sabemos cómo se hace para soñar. Una larga, segura y aburrida vida sin metas nos espera. Los años nos pesan sin nada delante que impulse a seguir caminado, con tanta mochila de deudas pendientes para cargar.
Cuando encuentren a un soñador, señores, no lo suelten por nada del mundo. Porque los que tienen la capacidad de ver lo posible embriagan el alma de caminos abiertos. Nos dejan ser niños otra vez. Nos devuelven las siestas de secretos, la fraternidad intima de la mistad, el pacto de unión sin atadura del amor verdadero.
Si las tardes vuelven a ser eternas y dormir se les hace una pérdida de tiempo inaceptable, enhorabuena. Habrá llegado el tiempo de retomar los sueños perdidos.

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