VACACIONES FORZADAS por Marta Casanella
Un mes sin clases, treinta días sin concurrir a la escuela estarán los niños y los no tanto.
El debate que se genera hoy es como recuperar el tiempo perdido en cuanto a los contenidos del diseño que no se alcanzaran a dar. Pero sería este un inconveniente menor comparado con el de la pobreza. Y no hablo del hambre, que se emparcha con bolsas de comestibles, sino de la pobreza toda.
Que sufre de invisibilidad. Los niños pobres son invisibles a los ojos de la población. Etéreos, son un número, una estadística. Que se vuelven reales cuando se convierten en delincuentes. O cuando los medios, por obra y gracia de una decisión tomada tras un escritorio lujoso, deciden mostrarlos.
Los desnutridos, los indigentes, los sin futuro no se ven sino en los flashes de los noticieros. Son, de a ratos, un fenómeno mediático. O una carta de triunfo opositora. Útiles o una astilla bajo la uña. Pero virtuales. De tan invisibles, no se ven a sí mismos. En general, el pobre no se sabe tal. No tienen conciencia de clase ya que adquirirla implica resistirse. Y quien le da batalla a la miseria de manera consciente se aleja inmediatamente de ella.
Uno de los pocos lugares donde adquieren entidad corporal es en la escuela. Y mis niños, estarán un mes, sin que yo los vea.
Muchos, demasiados, son hijos de familias disfuncionales, donde las garantías mínimas de protección, no están.
Nosotros, los equipos docentes, los miramos. Cuando llegan, les acomodamos el cuello del guardapolvo y les decimos que lindo tienen el pelo hoy. Y, créanme, la suciedad molesta menos, los piojos no pican tanto, el frio en los pies duele menos, cuando alguien, al mirarte, te ve.
Miramos ese machucón, ese golpe, para saber si es una caída común o el producto de la violencia física. Atentos estamos al sueño intempestivo de las tres de la tarde, para saber si es hambre. Y preparamos una comida improvisada. Y abrigamos si hace frio. Hacemos upa si hay llanto. Jugamos y cantamos. Contamos cuentos. Hablamos con las familias, damos consejos sobre salud, planificación familiar, salida laboral.
Cuando tenemos tiempo, enseñamos a leer y escribir, a hace r cuentas, a mirar la historia, a decidir, a pensar.
Un mes es mucho, un minuto en la vida de un niño sin todo eso es una eternidad.
Es imposible escolarizarlos los 365 días del año, durante las 24 hs. Tal vez deberíamos empezar apagando el televisor y saliendo a la calle a ver. Un gesto, por pequeño que sea, para los invisibles, es muchísimo.
Esta aprendiendo la piba, Saludos Jorge
Muy buena. Como siempre.