Luciana Mentasti valoró la posibilidad de ampliar saberes y fronteras como becaria en Madrid

La Universidad Complutense de Madrid es el escenario elegido para continuar con el desarrollo de un sistema de medición de rayos que minimice el impacto de la radioterapia en pacientes con cáncer. El objetivo es avanzar con tratamientos más eficientes. Una experiencia única que cotiza en lo profesional pero también la conmueve en lo personal.


Ph: Facultad de Ingeniería.

Fuente: Facultad de Ingeniería.

Cruzó el Océano con un mar de dudas, académicas y de las otras pero convencida de que era hora de salir de la zona de confort. Y tomar riesgos. Hoy aplaude esa decisión que finalmente se tradujo en una beca de formación en España que ya cotiza en lo laboral pero también en lo personal. Así lo plantea Luciana Mentasti, ingeniera química de la misma FIO donde hoy hace docencia. ¿Qué investiga y busca profundizar en ese viejo continente donde todo es nuevo para ella? Ampliar el desarrollo de un sistema de medición de rayos que minimice el impacto de la radioterapia en pacientes con cáncer para avanzar con tratamientos más eficientes.


Es investigadora, becaria doctoral del CONICET y actualmente realiza una estancia de investigación doctoral en el Grupo de Sensores Químicos Ópticos y Fotoquímica Aplicada (GSOLFA) de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Complutense de Madrid a través de una beca de la Fundación Carolina cofinanciada por el Ministerio de Educación de la Nación.


“El objetivo es complementar una etapa del trabajo experimental de mi tesis que no habíamos podido desarrollar demasiado en Argentina, dado que no tenemos acceso a los equipos que se necesitan para hacer estas mediciones. Apareció la alternativa de beca y de vincularme con un laboratorio de acá y apostamos por eso. Es un trabajo en equipo”, plantea la profesional, desde la capital española pero con el corazón anclado en la FIO.

Un tema que conmueve


El eje de su investigación está centrado en la necesidad de “caracterizar propiedades luminiscentes de los materiales con los que trabajo en mi tesis. Sintetizo nanocompuestos, poliméricos luminiscentes, que son partículas inorgánicas que cuando se excitan con radiación ultravioleta o de más alta energía emiten una luz roja. Esas partículas las ponemos dentro de un polímetro (plástico). Eso vine a caracterizar acá”, explica con precisión. En la práctica, tiene como meta atenuar el daño que los rayos provocan en los tejidos de quienes se hacen tratamientos contra el cáncer.


El valor agregado que aporta este intercambio académico es “tener acceso a equipamiento y a gente especialista, que me abre muchas puertas y me permite profundizar el estudio”, destaca la Ing. Mentasti, dispuesta a volcar todo lo aprendido en Olavarría.


“Cuando alguien se hace terapia oncológica, uno de los grandes problemas es que no solo se irradia el tumor sino que, como efecto secundario, se terminan generando daños en los tejidos de alrededor con complicaciones a futuro. La idea es medir cuánta radiación llega a los tejidos y lograr que haya tratamientos más eficientes”, plantea Mentasti, que llegó a Madrid el 1º de mayo y permanecerá allí hasta 28 de julio de 2022.


¿Cómo surge el tema cáncer en su agenda de investigación? “Era una línea que se había abordado anteriormente y hay mucho por descubrir aunque el tema del cáncer me pega, quizá como a todos”, admite la joven, que perdió a uno de sus mejores amigos en esa batalla.


“De alguna forma vinculé con eso. Sé que con nuestro trabajo no vamos a cambiarle sustancialmente la vida a una persona que tenga cáncer porque hacemos investigación aplicada. No estamos cerca de implementar el desarrollo tecnológico. Sentamos las bases. Si esto funciona, puede tomarse, desarrollarse y hacer una patente”, analiza.
Aportar ese granito de arena, “me sensibiliza, me conmueve, desde la gente que quiero y ha estado enferma. Y de alguna forma en mi cabeza se hizo el link y me convenció también por ese lado de elegir el tema para investigar”.


La FIO, su cuna


Desde ese laboratorio se tejen vínculos, se fortalece el trabajo en equipo y al mismo tiempo se genera una fuerte relación tanto con la Facultad de Ingeniería como a nivel universidades. “Siempre suma y complementa lo que hacemos en Argentina”, asume la joven investigadora, lejos de los mates y de los abrazos celeste y blanco.
“La FIO es mi cuna, donde me formé profesionalmente, hice el doctorado y donde elijo trabajar”, dice mostrándose “orgullosa de formar parte de la facu, la llevo en el corazón, completamente convencida del rol de la Universidad pública en el desarrollo del país”.


Integra el Edemap (Equipo de Desarrollo de Materiales y Procesos) de la FIO, que dirige el doctor Gastón Barreto. “Es mi lugar. Me gusta mucho trabajar en la FIO”, añade, tras haber pasado casi la mitad de su vida en el campus, primero como alumna de ENAPE, luego siendo estudiante de Ingeniería y finalmente haciendo docencia e investigación.


“Es una parte muy importante de mi vida y sigo apostando por crecer profesionalmente desde ahí. Di mis primeros pasos profesionales, empecé en el mundillo de investigación de grado cuando era estudiante. Es súper significativa la facultad”, admite con gratitud.

Hoy su hoja de ruta no empieza ni termina en España, ya que al itinerario académico le suma la posibilidad de conocer nuevas geografías y otras gentes. Era un doble desafío donde dudaba “si me iba a poder integrar a otro grupo de trabajo, cómo iban a ser las dinámicas y viene muy bien. Mis compañeros me recibieron muy bien desde el minuto cero”, valora Mentasti.


A diez mil kilómetros de sus afectos y de “su lugar” en Argentina, su propósito fue “salir de la zona de confort, adaptarme, tener nuevos vínculos. Ojalá algo de todo esto sirva o impacte más allá, en el grupo y en la facu», evalúa.


Cuestión de recursos


Vive en el Colegio Mayor Argentino y casi todos sus compañeros de vecindad son argentinos. “Se hace un lindo grupo, el ambiente es muy bueno, estamos acompañados y haciendo planes”, cuenta, a punto de subirse a un avión que la ubicará a un rezo del Vaticano.

¿Su mayor sueño? Lo piensa detenidamente y se sonríe. “Ser lo más feliz que pueda con las cartas que me vayan tocando”, es su respuesta, deslumbrada por la “hermosa arquitectura de Madrid” y asombrada por la exactitud del transporte público. También por la calidez humana. Todo eso inclina la balanza a favor y hace que apenas reniegue por la extrema burocracia madrileña.


Eso sí, al tomar distancia, no puede dejar de “romantizar” a la Argentina, por su cultura y sus entrañables vínculos. “Tengo extrañitis”, reconoce, tras mencionar que “allá está mi gente, mis amigos, mi novio, mi familia, mis compañeros de trabajo…”. Es consciente de que en este lado del Atlántico todo cuesta más: “en el ámbito laboral para comprar reactivos o equipos, es muy difícil por la inflación, las importaciones, los proveedores…. Todo demora en Argentina. Acá parece más sencillo. Las Universidades cuentan con más recursos y están más cerca de donde está todo, eso facilita las cosas”, compara.


Luego vuelve los ojos sobre el sur de América donde “la educación y la salud pública que tenemos resulta incomparable. Son dos banderas que siempre tenemos que levantar porque en otros lados del mundo no existe eso”, diferencia con orgullo.


Le quedan un par de semanas en Madrid y exprimirá al máximo esa experiencia que ya de por sí arroja un balance muy positivo. Su valija pesará más y no solo por los regalos: llegará con nuevos saberes, académicos y de la vida.

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