Alegría y esperanza, los sentimientos que llegaron con la vacuna
Fueron los que más cerca sintieron la muerte, el grupo de mayor riesgo. Aislados, solos y sin el abrazo sanador de hijos y nietos durante meses. Ahora llegaron vacunas para ellos. Y todos coinciden en un sentimiento: la alegría y la esperanza.
Fernanda Alvarez – Agencia Comunica
Ni el más pesimista imaginó que el aislamiento duraría casi un año. De la noche a la mañana, miles de adultos mayores pasaron de tener una vida activa al aislamiento más duro y, en muchos casos, enfermizo. Las salidas con amigos, las vacaciones, los almuerzos con hijos y el cuidado y el compartir con nietos debieron archivarse por meses. Muchos sintieron, incluso cómo el Covid les arrebataba la vida a un amigo. Por eso, para ellos la llegada de la Sputnik V representa mucho más que inmunidad. “Es el fin de una pesadilla”, resume Ana Hansen, autoaislada al momento de hacer la entrevista porque le faltaban dos días aún para aplicarse la primera dosis “y no quiero que me pase nada antes de darme la vacuna”.
Ahora celebran la llegada de la vacuna para ellos, los adultos mayores de 70 años. Vuelven a reír y el miedo va dejando paso a la calma.
La emoción compartida es la alegría. Y no es para menos. La Escuela Secundaria 1, que se convirtió en un gran centro vacunatorio, recibe cada día más de 100 adultos mayores que llegan en general acompañados de hijos, nietos o sobrinos que sacan fotos y celebran como si estuvieran en un evento especial. Es que muchos lo viven “como un momento histórico, fundacional. Pasamos un año con miedo, con barbijo, con alcohol en gel, sin poder salir por meses, sin ver a nadie…” recuerda Ana.
Por eso la cola para acceder a la entrevista previa a la aplicación de la vacuna se convirtió, de repente, en un espacio de encuentro. Vecinos del barrio, compañerxs de la escuela, amigas del centro de jubilados. Sin organizarse, se saludaron y algunos se recordaron que no debían acercarse a pesar de que los brazos parecían irse solos hacia el cuerpo del otro. Pasaron demasiado tiempo en soledad, extrañando el contacto físico que no se reemplaza con ninguna videollamada. Ahora sienten que pueden volver, más seguros, a los encuentros con los más queridos, a querer con el cuerpo. Volver adonde está lo simple y lo esencial de la vida
Un año duro
Juan, que se anotó junto a su esposa Elsa en el plan de vacunación provincial, desborda de alegría. Pero admite que “me ganó la ansiedad. Me vine ayer pensando que era la fecha que me habían dado”, dice mientras sonríe y asume que “tenía una expectativa muy grande. Uno se queda más tranquilo y puede aflojar la ansiedad del encierro”.
Es que las historias terminan pareciéndose bastante. Los primeros meses resultaron “tolerables”, pero con el paso del tiempo se sumaron las dificultades. A Juan se le fueron las ganas de leer, a Cristina tuvieron que medicarla porque no podía dormir, a Mabel los días le parecían tan largos que había perdido el entusiasmo por pintar.
La lejanía con hijos y nietos marcó a todos, en especial a aquellos que viven en ciudades diferentes. “A dos nietas las vi el 20 de febrero de 2020 y las volví a ver recién en diciembre”, cuenta Graciela, con los 70 recién cumplidos. ¿Cómo no celebrar que la vacuna abra la posibilidad de reencontrarse a pesar de las distancias?
Juan y Blanca se vacunaron juntos. Y el azar les jugó a favor. Se fueron de la escuela con la fecha de la segunda dosis: 11 de marzo. Su nieta, Clara, cumple 5 años el 27 de marzo. Abuela, abuelo y nieta ya están festejando por anticipado porque saben que el mejor regalo será reencontrarse y cumplir con las palabras de Clara que asegura que se viene guardando amor para dárselo a los abuelos.
A Beto lo sorprendió la rapidez con que lo citaron. Se anotó el 21 de enero y ya recibió su primera dosis. Su preocupación era que 4 días después debía entrar al quirófano a una operación programada. Si bien el médico le dijo que si había síntomas para esa fecha debían reprogramar la intervención quirúrgica, él priorizó la vacuna por sobre la operación. “Yo me vacuno igual. Es más, ayer fui a una clínica y escuché que un señor se tenía que hacer rayos. Y le dijeron primero vacunese, los rayos los hacemos después. Uno igualmente debe seguir cuidándose, pero ya vas más tranquilo”, dice tras reconocer que la espera se hizo larga y los días muy “monótonos. Y más en esta época que uno siempre se hace una escapada, un viaje. No poder salir tiene su efecto negativo. Para nosotros fue un año difícil, agotador”.
Ahora es uno más de los que siente estar más cerca de volver a socializar, a viajar, a relajarse. A valorar lo rutinario que se vuelve valioso. “Yo confío en que ahora podré ir a buscar a mi nieto a la escuela, por ejemplo. Son las cosas que a uno lo reconfortan”, remarca Ana.
El principio del fin
Hubo cursos virtuales para los adultos mayores, pero muchos se agotaron a mitad de año. Hubo pequeños encuentros con algunos familiares, sobre todo en los últimos meses, pero fue todo muy lentamente. “La soledad es muy dura. Hubo días sin ganas de hacer absolutamente nada. Ahora había empezado a hacer mandados y ya me sentía mejor, al menos sentía el sol en la cara. Con la vacuna estoy feliz”, sintetiza Mabel, que aprovechó el tiempo de espera para charlar y “hacer sociales que hace rato no hago”.
Claro que no faltaron algunas quejas: “el tiempo de espera”, “la cola es larga”. Pero fueron los menos. Tampoco faltó quien pusiera sentido común a la escena: “esperamos un año, qué nos hace esperar una hora?” para dar paso a los elogios al personal que “nos atiende con un cariño y una contención impresionante. Yo vine casi una hora antes, cosa de viejo viste?”, sonríe José, de 78 años. “Es un paso más para mi libertad, que va llegar con la segunda dosis”, asegura Cristina Nicoloni. “No será como antes pero ya estoy más tranquila”, dice entre lágrimas y con un agradecimiento multiplicado: a su familia que la cuidó tanto y la acompañó a vacunarse y a todo el personal de la escuela donde se desarrollan los operativos. “Me sentí protagonista, me encontré con conocidos, fue hermoso venir a vacunarme”.
Graciela Casamiquela, pediatra jubilada, reconoce en la vacuna la única salida de la pandemia. Y fue contundente: “esto nos previene de la muerte. Probablemente nos enfermemos, pero nos va a dar la posibilidad de pasar esta enfermedad un poco mejor”.
El Covid 19 no solo impidió compartir momentos con los seres queridos, también ocasionó la pérdida de su hermano: “fue lo más inesperado de todo. Ha sido todo muy duro. Esto nos abre la posibilidad de vernos más, aunque tengamos que seguir cuidándonos”. Todos coinciden en un punto: hay esperanza. Para Lucy Iguerategui, además, hay “una felicidad increíble”. Lo dice y se emociona hasta las lágrimas, porque además “justo es el cumpleaños de Cristina”, por quien siente un profundo agradecimiento.
“Uno sabe que todos vamos a morir, pero el año pasado la idea de la muerte era una amenaza constante. Fue un año terrible, entonces la vacuna es una esperanza. Es maravilloso que tengamos vacunas y que hoy esto empiece a terminar”. No es la única emocionada. Adela sale de la escuela del brazo de su nieta y el certificado en alto, como símbolo de la victoria. Ella, como tantos, hoy empieza a ganar. (Agencia Comunica -Facso)
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