De Marcelo a Marilyn: mató a su madre, a su hermano y se casó con “el sátiro de la pollera roja”


Por Fernando Delaiti, de agencia DIB

El 25 de mayo de 2009 Marcelo Bernasconi fue con una amiga a lo de una vecina a tomar mate. Cuando regresó a la casa en la que vivía en un campo ubicado en el kilómetro 79 de la Ruta 36, en Oliden, en el límite entre Brandsen y La Plata, tanto su mamá como su hermano volvieron a increparlo. Como lo hacían desde tiempo atrás. “Te fuiste con un macho”, la regañaron, una y otra vez. “Saliste con tu noviecito, Matías”, agregaron. La madrugada se le hizo eterna, pese a que a las 5 de la mañana el despertador marcó que empezaba una nueva jornada laboral. 

Marilyn Bernasconi se casó en la cárcel con Guillermo Casero, “el sátiro de la pollera roja”.

Según su relato, el hostigamiento tuvo un límite cuando la acusaron de la muerte de su padre, a quien el cáncer de colon se lo llevó en noviembre de 2007. “Papá murió porque le dijiste que eras puto”, escuchó, mientras ordeñaba. Según la Justicia, lo que siguió a esa frase fue una masacre. Marcelo, de 18 años, caminó 60 metros, agarró una carabina marca Mahely, calibre 22 largo, y le disparó a quemarropa por la espalda a su hermano, Carlos, cuatro años mayor. Después fue a la cocina y fue el turno de su madre, Juana Pérez, de 60 años, que estaba preparando mamaderas para unos corderitos guachos. Según las autopsias, los dos presentaron “destrucción de la masa encefálica”.

Marcelo, con recuerdos borrosos, se encontró corriendo hacia una vivienda vecina. Allí dijo que les habían robado. Cuando la Policía le confirmó que sus familiares habían muerto, a él se le cayó el mundo y recién ahí tomó conciencia de lo sucedido. Y ya ante el fiscal, no pudo mentir más. Confesó el crimen y no volvió a recuperar la libertad. Pero dio detalles del infierno que vivía desde hacía años: golpes, discriminación y hasta descargas eléctricas con el boyero que se usa en los alambrados.

Un fallo sin atenuantes 

Un año más tarde Marcelo enfrentó su juicio. Allí contó, en detalle, lo que vivió en su adolescencia. Siempre de acuerdo a su relato, su madre y su hermano lo trataban de “enfermo” por ser homosexual, lo “escondían” para que no tenga contacto con otra gente y hasta llegaron a decirle que de bebé lo tendrían que “haber tirado al chiquero de los chanchos”. 

“Yo era feliz solo tres noches al año: las del corso, porque me vestía de mujer y con una careta bailaba y saltaba toda la noche. En el pueblo me llamaban Marilyn”, reconoció ante el Tribunal Oral IV de La Plata. Y pese a que en sus últimas palabras antes del fallo optó por recitar algunos versos de la canción “Resistiré”, los jueces no se conmovieron ni le creyeron. 

“Ni el propio imputado invocando dantescos infiernos pudo dar cuenta de agravios que excedieran el marco de cualquier discusión familiar”, señaló el veredicto en un tramo. “La confesa condición de homosexual del imputado, carece de toda relevancia a los fines del objetivo análisis desde el Derecho, es ajeno e inocuo a los efectos de la aplicación de la norma que corresponda”, destacó, en otro. 

Además, los jueces consideraron que lo que hacía su hermano eran bromas “pesadas”, y así lo reflejaron en el fallo: “Tal vez en la rudeza del muchacho de campo pudo el hermano hacerle ‘cargadas pesadas’ verbales o de hecho, tal como sucedía en el último supuesto con las descargas eléctricas (12 voltios usados en la electrificación de alambrados para el ganado) ‘para que se haga macho’”.

Y no solo justificaron la “vergüenza” que pudo sentir su madre, sino que indicaron que, “lamentablemente”, todos los homosexuales suelen sufrir cargadas, “como los obesos y los de piel más oscura”. La condena fue de prisión perpetua, fallo confirmado después hasta por la Suprema Corte.

La transformación 

Su ingreso a la unidad de Florencio Varela fue como Marcelo. Pero al poco tiempo cambió por el de Marilyn, aquel que usaban para burlarse en el pueblo. Muchos de ellos, hombres que la insultaban de día pero la buscaban para tener sexo de noche.  

Marilyn terminó la secundaria en la escuela del penal, con promedio de 10. Ahí mismo trabajó como empleada administrativa, se convirtió en referente del “Pabellón de diversidad” y pasó a sentirse “orgullosa de ser travesti”. 

El 7 de octubre de 2013, con un atado de lirios blancos, un collar de perlas y un vestido negro escotado, dio el “sí” dentro de la cárcel, en otro capítulo increíble de su vida. Fue la primera boda igualitaria entre dos presos en un penal bonaerense. Los testigos fueron la profesora de inglés y el bibliotecario de la cárcel. 

Su esposo, con quien estaba de pareja desde el año anterior, pasó a ser Guillermo Casero, “el sátiro de la pollera roja”, condenado por el ataque y violación de diez mujeres en la zona de Florencio Varela, en 2009. Pero dos años después decidió separarse al saber que era portadora de HIV.

En 2018, en tanto, se estrenó una película de Martín Rodríguez Redondo que contó su historia. Y si bien siempre su defensa buscó aminorar la condena, nunca tuvo suerte. 

Y a principios de marzo de 2024, volvió a ser noticia. Marilyn falleció a causa de un “cuadro irreversible” de tuberculosis tras permanecer internada una semana en el Hospital San Juan de Dios de La Plata. Ya en el último tiempo no tenía fuerzas ni para arrepentirse de lo ocurrido quince años atrás, ni para imaginar que pasaría si su madre o su hermano la hubiesen visto como Marilyn. (DIB) FD

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