Altares para Maradona: el pueblo le prende una vela a su D10s
La muerte del criado en Fiorito provocó una explosión de fe y abonó la necesidad popular de homenajear y agradecerle al Diego.
Pablo Tallón / NA
La figura de Diego Armando Maradona hacía varios años que estaba a la par de un Dios. Pero su muerte, de la que el próximo jueves se cumplirá un año, no hizo más que potenciar esa consideración popular y, como todo personaje celestial, debe tener su altar. O sus altares, porque no hubo sólo un Maradona, sino que fueron varios.
Ese 25 de noviembre de 2020, cuando la noticia del fallecimiento del 10 sacudió y paralizó al planeta entero, en una casa de La Plata una docente de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de La Plata tuvo la necesidad de sacar a la calle una tradición familiar: el altar al Pelusa. «En mi casa yo había puesto uno hace como 15 años y mi abuelo había hecho uno en el Mundial 86. Cuando se murió me puse super triste y el padre de mis hijos me propuso hacer un altar en la puerta de mi casa», relató Verónica Sánchez Viamonte.
Pero en sus 60 años el criado en Fiorito tuvo la capacidad (o el destino) de convertirse, reconvertirse, empeorarse y mejorarse con el correr de los años, por lo que es imposible hablar de «un Maradona». «Después se me ocurrió poner 10 en toda la ciudad de La Plata. Unos amigos me vinieron a ayudar con las cajas, las figuras. A él se le ocurrió el nombre también. `Hagamos el altar y vamos a ver qué onda con la gente´», continuó la artista plástica en diálogo con NA.
Así nació Santa Maradona, un emprendimiento que busca que en cada rincón del país pueda haber un altar en homenaje y recuerdo del Diegote, pero que también cada persona que quiera tener uno en su casa pueda tenerlo.
El primer altar público de esa serie de 10 fue puesto en el Hogar del Padre Cajade, «donde se labura con chicos de la calle, se hace un trabajo hermoso. Ahí fue `el patrono de los pibes´», con la clásica imagen del Diego cebollita, ese que fue formado por Francis Cornejo en las inferiores de Argentinos Juniors.
«Hice un montón de patronos de Diego: eran como un mojón para decir `acá está Diego. Diego está vivo y está acá, con estos pibes que nacieron sin nada y la pelean para salir adelante´», explicó Sánchez Viamonte, quien luego siguió con su homenaje y puso un segundo altar en «el club Villa Argüello, un potrerito» con una historia de esas que conmueven: era un basural y por impulso vecinal se transformó en un lugar donde los pibes de la zona pudieran patear la pelota. Obviamente, allí quedó como guardián el «patrono del potrero», con el 10 embarrado, sentado sobre la número 5 y con una de sus sonrisas más hermosas.
Cada nuevo altar era un festejo para el barrio que tuviera a su santo popular, el que lo hizo alegrar en mil oportunidades. Y así, Verónica empezó a recibir pedidos particulares, de gente que quería tener uno propio en su casa.
«Un amigo me dijo que hiciera estampitas, para así juntar plata para poder hacer más altares. Y así me puse a hacer estampitas y altares, de todos los tamaños y precios, para que todos lo pudieran tener en sus casas», afirmó la madre del emprendimiento.
De esa manera, con cada altar que se iba puertas adentro de una casa, la artista plástica pudo financiar los que iban a la calle. Santa Maradona lleva colocados 168 lugares para canonizar, de manera popular, al Diego: de esos, 110 fueron comprados por el Movimiento Evita, que los puso en distintos lugares del país.
«Algunos me decían que los iban a romper, que se los iban a robar, pero yo no creía eso. Lo que más reivindico es su persona. Buenos jugadores puede haber -igualmente, fue el mejor del mundo-, pero su empatía con la gente, la cercanía de su persona, eso lo hacían único. Hablaba el mismo lenguaje que la gente. Siguió siendo la misma persona siempre», consideró Sánchez Viamonte sobre el furor que pudo palpar tras aquel altar inicial en la puerta de su casa.
Con sus 47 años, la docente de la Facultad de Artes platense reparte su tiempo y se las ingenia para continuar con Santa Maradona, a lo que define como «un hobby» para expresar su cariño a Maradona.
«No me queda guita de esto. Podría dedicarme de lleno, pero prefiero seguir así. Mi idea no es laburar de esto, es más como una militancia. Cuando no pueda seguir, le pasaré la posta a otro», subrayó en diálogo con NA. Y agregó: «Lo más gratificante es toda la gente que pude conocer».
A pesar de su militancia maradoneana desde siempre, Verónica nunca pudo conocerlo en persona: «Ni siquiera pude estar cerca el día del funeral en Casa Rosada, porque me quedé a mitad de camino cuando se lo llevaron. Sin embargo, es como si lo hubiese conocido toda la vida».
Maradona vio en vida a un pueblo de fieles, que lo trata como a un Dios y que hasta le creó una Iglesia: ahora, en cada rincón comienzan a levantarle altares para venerarlo como se debe.
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