Muniz Barreto, el antiperonista que se convirtió en peronista y la dictadura mató
Diego Muniz Barreto había sido diputado nacional. Fue secuestrado en 1977 y los militares quisieron hacer pasar su asesinato como un accidente automovilístico.
A Diego Muniz Barreto Bunge lo mantuvieron varios días secuestrado en Campo de Mayo. Una noche los bañaron y lo sacaron vestido con traje. Juan José Fernández, su amigo, pasó casi ocho horas en el baúl de su Fiat 128 rural, al que subieron a Muniz Barreto, supuestamente rumbo a Chaco. Sin embargo, en el camino, a orillas del río Paraná, el auto se detuvo. Allí les inyectaron un líquido para adormecerlos. Como ese recurso que tantas veces se utilizó en el cine, empujaron el auto hacia el arroyo, simulando un accidente.
Fernández, que era jugador de rugby, simuló estar dormido y pudo escapar. En plena noche, los captores no notaron que nadó por debajo del agua. Cuando se fueron, volvió por su amigo, pero ya era tarde. El auto estaba bajo agua y Muniz Barreto muerto. Su familia, recién supo la noticia a través de Radio Colonia, quien dio a conocer la versión oficial: perdió la vida desnucado en un accidente. Eran tiempos oscuros, de dictadura en nuestro país.
La muerte del ex diputado nacional, tuvo recién detenciones, juicio y fallos casi 35 años. De hecho, uno de los que fue condenado a prisión perpetua (y hoy la sigue cumpliendo en su domicilio) es el exintendente de Escobar, Luis Abelardo Patti. En septiembre de este año la Corte Suprema de Justicia ratificó el procesamiento con el ex comisario por ese crimen.
Diego Muniz Barreto había nacido el 28 de enero de 1934 en la ciudad de Mar del Plata. Sus bisabuelos por parte de padre fueron descendientes de familias portuguesas fundadoras de Bahía (actual Brasil), donde consolidaron una gran fortuna. Mientras que su bisabuelo materno, Emilio Vicente Bunge, había comprado al Estado 28 mil hectáreas “ganadas” en la denominada Campaña del Desierto en la zona del partido de General Villegas.
De familia económicamente acomodada, hizo sus primeras armas dentro del antiperonismo, y hasta fue asesor de pesca del Gobierno de juan Carlos Onganía en la Junta Militar. Sin embargo, tuvo un giro político que lo llevó a acercarse a la Juventud Peronista, a Montoneros, y llegó a convertirse en diputado nacional.
Atentado frustrado
Cuando tenía 20 años, Muniz Barreto se involucró en un intento de atentando planeado con un grupo de jóvenes compañeros universitarios. Querían terminar con la vida de Juan Domingo Perón el mismísimo Día de la Lealtad de 1954, cuando el entonces presidente ya se encontraba algo debilitado en su mandato. Sin embargo, la operación se frustró. Tenían la idea de cargar un jeep con explosivos y volarlo por control remoto al paso del presidente por avenida Alem. Cuentan que Muniz Barreto se pasó de copas la noche anterior y el plan fracasó.
Uno de sus amigos de entonces y que participó del trunco plan fue Mariano Castex, que con el tiempo se convirtió en psiquiatra forense, y recientemente volvió al ruedo al querer evitar que el doble femicida Gilad Gil Pereg, conocido como “el Hombre Gato”, sea condenado a perpetua. Tanto él como el resto de los compañeros fueron capturados, aunque tres meses después recuperaron la libertad merced a una amnistía votada por el Congreso. Muniz Barreto, en cambio, escapó de la Policía y se exilió en Uruguay primero y Brasil después.
Volvió a Buenos Aires en los primeros meses de 1955, cruzando desde Colonia en un bote a remo y con 20 kilos de gelinita. La idea era volar la Escuela Superior de Conducción Peronista. Y lo hizo. Tras el atentado, Perón reunió con su Gabinete y utilizó por primera vez una frase emblemática: a los ataques había que responder con el “cinco por uno”. “A la violencia le hemos de contestar con una violencia mayor. Y cuando uno de los nuestros caiga, caerán cinco de los de ellos”, lanzó el General en ese entonces.
Cambio de rumbo
Durante algunos años posteriores al derrocamiento de Perón, Muniz Barreto se desempeñó como comerciante de arte colonial y como propietario de empresas pesqueras en Mar del Plata y en el sur del país. Tras participar del Gobierno de Onganía, fue tomando cada vez más distancia de esa posición ideológica. Para 1972, ya en la órbita de Montoneros, donde mantenía un estrecho vínculo con Rodolfo Galimberti, comenzó a trabajar para el regreso al país de Perón, a quien conoció en su residencia madrileña.
Cuando Perón lanzó la campaña en febrero de 1973 desde España, presentando la fórmula Cámpora-Solano Lima, a Muniz Barreto le pusieron una bomba en su departamento que no estalló. En marzo entró como diputado al Congreso, aunque meses después renunció junto a otros siete legisladores por dos artículos de la reforma al Código Penal, que consideraban que habría la puerta a ciertas prácticas represivas. A partir de allí se fue alejando, como parte de Montoneros, de las posiciones del viejo General, que ya en la presidencia había optado por recostarse en el ala derecha del Movimiento.
Tras un breve exilio por Brasil, el ex diputado volvió a la Argentina antes del golpe del 24 de marzo de 1976, para seguir con la política de resistencia. Al año siguiente, cuando estaba en una carnicería de Escobar con su secretario y amigo Juan José Fernández, un comando liderado por el entonces subcomisario (y más acá en el tiempo intendente) Luis Patti lo secuestró. Corría el mes de febrero de 1977 y el Fiat 128 rural de Muniz Barreto quedó estacionado en la puerta de la comisaría.
Pasaron varios días secuestrados y torturados en Escobar, Tigre y el Centro Clandestino de Detención “El Campito”, que funcionaba en Campo de Mayo. Una noche de marzo ambos fueron subidos a un auto con la excusa de que serían trasladados a Chaco. En el camino, a la altura de Entre Ríos, recibieron una inyección para dormirlos y fueron arrojados en el auto al río Paraná. Muniz Barreto no pudo salir del vehículo y murió ahogado. Fernández, en cambio, sobrevivió y se exilió. Murió joven, en 1985, a los 37 años. Cuentan que, aunque escapó, nunca pudo salir de ese auto. (DIB) FD
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