Una niña salteña de 10 años cambió de identidad de género

No fue un proceso sencillo para nadie. Damián, el papá de Tatiana, narró cómo la situación le dio una «piña» en el medio de «la fe y el machismo». Hoy, sin embargo, es un ferviente protector de los derechos de las personas trans.

Graciela, la mamá de la niña, también acompañó a su hija al Registro Civil de Salta hace tres semanas para que tramitara su cambio de género en el DNI. Con la partida de nacimiento rectificada en mano, ella «no paraba de abrazar a todos», contaron.

Tatiana -un nombre ficticio para preservar la privacidad de la menor- es la única hija en común que tiene la pareja, que entre «los tuyos y los míos» se compone de mamá, papá y diez hijos e hijas.

El proceso comenzó hace años. Cuando Tatiana tenía tan solo seis, le dijo a su mamá «soy gay», una vez que se enteró lo que significaba. Dos años después, en la academia de baile en la que tomaba clases, se sintió identificada como nunca: una compañera le contó sobre un documental en donde había visto que «un nene se hacía nena», lo que provocó una confesión a gritos de ¡eso soy yo!

“Me puse nerviosa, pensé que me iban a gritar cosas”, recordó la niña. Desde el principio supo que debía evitar las confesiones, que en muchos casos terminaban en insultos e incluso golpes. “Yo la veía llorar sentada en el cordón porque los vecinitos le pegaban y la insultaban”, lamentó su papá.

Para Damián, este cambio de Tatiana fue en todos los sentidos. “Antes era un niño triste, tímido, enojado, no se quería cortar el pelo y renegaba para todo, hoy mirá lo que es”, remarcó respecto a la felicidad que invade a su hija.

Tatiana es pionera en una causa que provoca desencuentros en una sociedad donde las minorías sufren discriminación. “Solo un niño me entendió, me dijo ‘yo soy cómo vos’, para mí que era gay, él fue uno de los primeros en decirme Tatiana en los cumpleaños”, contó con una sonrisa al recordar algo que para ella era esencial: que la nombraran, que la llamaran por el nombre que sentía suyo.

En la escuela, la situación no fue tan sencilla como en casa. La familia de Tatiana tuvo que insistir, y mucho, hasta que las maestras de música y arte accedieron a llamarla por su nombre. Con la profesora de matemáticas fue mucho más complicado.

La madre de Tatiana cuenta que la niña «la padeció», y tuvo que ir a la escuela a firmar innumerables notas. «Hasta me reclamaron que iba despeinada, pero estábamos dejando que le creciera el pelo», contó.

Damián y Graciela concluyeron, rodeados por los brazos de una Tatiana muy sonriente, que «nuestra satisfacción es verla plena».

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