La columna delaltillo | Jean-Marie Carré: Rimbaud sin fake news

¿Dónde va a parar un libro cuando lo terminamos de leer? Su contenido intangible vuelve a despertar la conciencia de su autor? El escritor Guillermo Del Zotto propone una reseña con entrevista. Una mirada de la obra leída junto con la imaginaria presencia de quién la escribió. Sin desconocer que, como dice Italo Calvino, “ningún libro que hable de un libro dice mas que el libro en cuestión”.


Para contradecir un poco el enunciado de esta columna, hoy abordaremos un libro que habla de otro libro. En realidad testimonia la obra y, sobre todo, la “Vida de Rimbaud”. Tal el título que Jean-Marie Carré eligió para publicarlo por primera vez en 1926, a sólo 35 años de la muerte del poeta que lo cambió todo. Pasaron veintitrés años para su segunda edición. Y si hoy tenemos millones de rimbombantes revisionistas de Rimbaud, debemos saber que ya Carré se enfrentó a ellos en el prólogo de esa segunda edición: “¿Qué se ha agregado en estos últimos veintitrés años? Pese a las numerosas publicaciones, casi nada importante”.

-Jean-Marie Carré, su objetividad es sorprendente. Mas allá de la documentación “fresca”, su prosa concisa, su mirada sobre la relación con Verlaine y las aventuras posteriores del Rimbaud “no-poeta”, no dejan de conmover. Hoy, a tal altura del fenómeno Rimbaud, se hace difícil creer que él fue contemporáneo de su propio mito…

-Así es. Cuando Rimbaud está por volver de Abisinia después de su terrible exploración con su curtida piel de traficante, el crítico Paul Bourde le escribe diciéndole “Sin duda, usted ignorará, ya que vive tan  lejos de nosotros, que se ha convertido en París, en medio de un pequeño cenáculo, en una especie de ser legendario”. Y le dice que muchos esperan su regreso y que hay muchos jóvenes (a los que Bourde denomina como cándidos) que fundaron un sistema literario basados en los sonetos de él.

-Pero Arthur Rimbaud hace muchos años que ya es otro…

-Si no lo toma a mal, la recomendación es que para saber eso hay que leer mi libro. En él traté de hacer revivir a Jean-Arthur Rimbaud, procurando, quizá, menos definir al superhombre que resucitar al hombre. Hombre de genio, de rebelión, de miseria y de dolor.

-Entonces, vida y obra de Rimbaud fueron desde el comienzo una tentación al mito…

-Tuve que renunciar a la tentación de varios efectos dramáticos. De su obra y de su terrible aventura  de vida. En el libro hay una especie de síntesis para las curiosidades lujuriosas: Alquimista de la realidad, después de haber sido alquimista del verbo, nuevo Fausto eternamente lanzado hacia un nostálgico esfuerzo hacia lo inaccesible, sólo ha de detenerse frente a la muerte.

-Ese es un gran hallazgo de su libro: entonces no hubo dos Rimbaud, como muchos analizan…

-Creo que su sueño fue siempre el mismo. Por sobre este cadáver, en  el claro oscuro de la agonía, en los confines indecisos de la sombra y de la luz, se abre una flor extraña que me guardaré bien de deshojar…

Rimbaud, como poeta y como personaje, ha sido un producto muy engordado por lo que hoy llamamos fake news. Rimbaud demonio, como Bukowski borracho, han hecho efectos de posverdades que no logran mas que aguar el verdadero vino. Tal vez, al tratarse de palabras y de domadores de palabras, en ellas está el germen de la confusión. A buen biógrafo, pocas y buenas palabras. En esta mezcla de datos con la que llenamos nuestras cabezas hoy, llega recién hecha una canción de Enrique Bunbury cuyo estribillo dice “Si las palabras se enredan/ en espiral/flotando en la ebriedad de la melancolía/preferirían realidad testimonial/a una mentira cochina”. No está tan mal. Dejar que las palabras prefieran.


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