Destinos para hacer turismo silencioso


Los monasterios, con su ambiente de austeridad, sus variadas exquisiteces y la hospitalidad por regla, son para el turismo de fe una alternativa a las grandes y famosas propuestas multitudinarias, acorde a la nueva tendencia del turismo religioso pospandemia.

La mayoría de las abadías son de la orden de los benedictinos, cada una con su particularidad, tanto en el servicio para el turista como en las características litúrgicas y normas para quienes los visitan o duermen en sus hospederías.

En algunas hay que reservar turno de visita con dos años de anticipación, en otras la condición es el absoluto silencio, están las que ofrecen misa sólo en latín y cada cual tiene una especialidad gastronómica, aunque no son hoteles ni restoranes.

Además de rituales y liturgias, los monasterios ofrecen atractivos de naturaleza en su derredor o se encuentran vecinos a destinos donde los visitantes tienen otras opciones que justifican el viaje desde grandes ciudades.

Rumbo a Entre Ríos

La Abadía del Niño Dios, de los monjes benedictinos, se encuentra en medio de un paisaje de suaves lomas verdes y arboladas, cruzadas por arroyos y riachos. Fundada en agosto de 1899 por la Abadía de Belloc, Francia, es el primer monasterio benedictino de Hispanoamérica.

La Abadía es un centro de irradiación religiosa, cultural y social. Todas las actividades que en ella se realizan quieren ser una contribución a la espiritualidad, a la paz, al desarrollo y al progreso de la región.

La ya centenaria Abadía del Niño Dios es también un centro de peregrinaciones donde confluyen visitantes de diversos lugares del país, especialmente los domingos, a quienes se brinda atención espiritual y más específicamente religiosa, y se los invita a realizar una visita por las partes externas del Monasterio, a cargo de guías especialmente preparados para cumplir esta función. Sin embargo, todos los días se pueden hacer visitas guiadas.

El monasterio cuenta con hospedería y casa de retiro, además de un espacio de ventas de miel, jalea real, polen, propóleos, dulce de leche y licor monacal, en tanto el abad designa los monjes que pueden hablar con los visitantes, para conservar el sistema de clausura e intimidad.

Esta es la única abadía de Argentina que produce el licor monacal, una bebida digestiva dulce o seca, que es hecha con 74 hierbas y tiene 44 grados de alcohol, según una formula traída de Francia y que por ser secreta sólo la conoce un monje, y a su muerte recién la recibe otro.

En suelo bonaerense

En la provincia de Buenos Aires se destaca el monasterio de Los Toldos, que muchos combinan con un paseo por el sitio arqueológico mapuche que dio el nombre a la población y por la casa natal de Eva Duarte de Perón. En plena llanura pampeana, allí se puede realizar un retiro espiritual en un apacible entorno natural, y también una visita de un día para saborear deliciosos productos artesanales.

Desde 1948, brinda un espacio apto para el silencio, la reflexión y la oración tanto como para los monjes que lo habitan, como para las personas en general que quieren pasar un día o realizar un retiro espiritual.
Como complemento de la actividad religiosa, los monjes llevan a cabo la actividad agrícola para financiar las diversas actividades de la Comunidad Monástica, cuentan con un tambo en donde producen dulce de leche y queso, conocido popularmente como el “queso de los curas”, que lleva el sello de la fusión de las recetas de los colonos holandeses y de los monjes suizos que poblaron la zona.

La hospedería tiene 28 camas y hay que pedir turnos, especialmente para los retiros organizados, y para pasar una Pascua hay que hacerlo con un año de anticipación.

En tanto, otro que se destaca en la zona es el monasterio trapense Nuestra Señora de los Ángeles, a 50 kilómetros de Azul, en que hay que sacar turno hasta con dos años de anticipación para una visita con estadía, porque es chico y tiene pocos lugares. Aquí sólo pueden ir matrimonios u hombres solos.

Esta abadía pertenece a la orden benedictina de la Estricta Observancia, lo que implica estricto silencio, y los visitantes disponen de un parque e ingreso a la Casa de Retiros y a la iglesia para la misa y oficios litúrgicos, pero no entran al monasterio ni se les ofrecen visitas guiadas.

Por el interior

Una enorme alfombra verde en la que se elevan cerros de diferentes alturas y de tonalidades soñadas dan la bienvenida a El Siambón, un pueblo de Tucumán en el que se combinan las delicias del paisaje, una historia que persiste y una paz poco común.

Allí, un imperdible es el monasterio de Cristo Rey, perteneciente a la Orden de los Benedictinos y fundado en 1956, cuya especialidad es la fitoterapia: gotas medicinales como las homeopáticas.

La abadía posee una arquitectura particular, construida con piedras del lugar en la cumbre de una alta lomada. El turista podrá conocer su historia, asistir al templo y degustar los dulces regionales que realizan los monjes desde hace décadas. Famosos por la producción de sus licores, jaleas, dulce de leche, miel, como así también por los productos cosméticos y fitoterápicos. 

Finalmente, entre tantos otros para visitar, también está el monasterio de Nuestra Señora de la Fidelidad, hogar de las monjas benedictinas, y que resalta en la localidad del Suyuque, provincia de San Luis. El camino que conduce al convento está cuesta arriba, atravesado por una gran belleza, especial para la reflexión y la contemplación en medio de la naturaleza.

A pesar de ser la morada de las monjas benedictinas entregada al retiro y la oración, las monjas elaboran dulces para venta al público. También hay una tienda de venta de artículos realizados por los artesanos del lugar. (DIB) FD

  • Nota publicada en el suplemento De Viaje N° 191

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