El enigma de los ovnis que invadieron Necochea en septiembre de 1978


Por Marcelo Metayer, de la Agencia DIB

En septiembre de 1978 algo muy extraño sobrevoló el sur de la provincia de Buenos Aires. Entre Necochea y Bahía Blanca ocurrió una parva de fenómenos anómalos.

El más conocido fue la abducción de los pilotos chilenos que participaban en la Vuelta a la América del Sur; menos difundido fue el momento en el que militares de la base de Puerto Belgrano vaciaron sus cargadores sobre un ovni, sin rozarlo; y menos aún, la andanada de avistamientos de luces y objetos extraños que se desató en Necochea y la región, y que se esconde en los archivos periodísticos.

El 31 de agosto de 1978 fue jueves. Esa noche empezó todo. Pero pasó una semana antes de que los periodistas de Ecos Diarios, atraídos por los rumores, se dirigieran al establecimiento rural de La Dulce, a 56 kilómetros de la cabecera del partido, donde vivían Manuel Arias, Leonor Turiella de Arias y su pequeño hijo Raúl Agustín. Allí, el anónimo cronista y el igualmente anónimo chasirete oyeron de labios de la pareja el relato de esa noche fabulosa.

Comenzó Manuel: “Eran como las diez de la noche. Había mucho viento y se había producido un corte en el servicio de energía eléctrica, razón por la cual decidí acostarme. A los pocos instantes oigo a mi esposa que me llama con alguna insistencia y denotando en el tono de su voz como una angustia. Sus reclamos insistentes determinaron que abandonara el lecho y corriera presuroso a su lado. Estaba junto a una ventana de la cocina mirando absorta hacia el exterior. Una luz muy fuerte iluminaba el lugar pese a que el servicio eléctrico no se había restablecido”.

El hombre continuó: “Me dijo, presa de evidente nerviosismo, que observara hacia afuera y uniendo la acción a la palabra, miré. Cuán grande sería mi asombro cuando a unos 800 o 900 metros de la casa vi un objeto de grandes dimensiones que irradiaba una potente luz que enceguecía. Parecía como si estuviera suspendido en el aire, cosa que no puedo afirmar por la distancia y la noche, pero oí claramente el zumbido como de una turbina”.

“Aquello”

En ese momento continuó Leonor: “Serían las 21.50 horas y estaba viendo en la televisión ‘Mónica presenta’. Decidí darme una ducha y luego mirar ‘Trilogía policial’, serie que me agrada. Mientras me duchaba se produjo el corte de luz y debí encender una vela. Luego me dirigí a la cocina en busca de un abrigo y fue en esos momentos en que vi aquello”.

Siguió: “Cuando hice la última mirada del día hacia el exterior de la casa por una ventana, me sorprendí al ver iluminado el sector de la cocina con un brillo difícil de describir, pero que me produjo, por su intensidad, la impresión de haber traspasado mi cuerpo. Agudicé la vista y entonces pude ver un objeto muy brillante evolucionando sobre el galpón, a unos 30 metros de la casa. Parecía que buscara posición, se balanceaba suavemente haciendo pequeños giros. A veces se observaban zonas oscuras y en el centro como si tuviera muchas ventanillas con iluminación interior”.

Leonor, en ese momento, comenzó a llamar a su esposo: “Llegó rápidamente a mi lado y también el nene, que permanecía despierto, vino junto a nosotros llorando. Le dijimos que la luz era de un tractor, pero no pareció quedar muy convencido. De cualquier manera, el estar los tres juntos nos hizo sentir mejor, sin que por eso dejáramos de tener el lógico temor por lo desconocido”.

La mujer aseguró que “eso” “parecía un silo enorme. Con zonas oscuras por momentos pero otras más notables por su luz. En determinado momento desde uno de los lados del objeto, ante nuestro asombro, se desprendieron como dos haces de luz. Para entonces mi esposo había ido en busca de un revólver como medida de protección hacia nosotros, y el objeto estaba situado algo más lejos”.

Y entonces “esas luces que salieron de su interior llegaron con nitidez hasta el galpón donde se guardan vehículos y maquinarias. Allí pudimos observar brevemente como un desplazamiento que luego desapareció para instantes después surgir en las sombras de la noche algo así como dos siluetas, dos formas indefinidas que se movían con lentitud por momentos, luego con mayor rapidez y a veces velozmente”.

Las presuntas entidades, o sombras, o siluetas “parecían estar suspendidas en el aire y que en sus desplazamientos esquivaran obstáculos, como ser tranqueras o alambrados. Para esto ya había transcurrido una interminable hora de asombro y temor. Aquellas formas indefinidas en determinado momento se alejaron y entonces, pese a que el objeto mayor aún estaba allí ante nuestra vista, decidimos todos irnos al dormitorio”.

La decisión parece asombrosa, pero Leonor explicó: “Creo que nos sentíamos más seguros en nuestro dormitorio que pegados a aquella ventana con esa pesadilla a metros de nosotros”.

Después volvieron a mirar por la ventana, pero “aquella extraña presencia se había retirado”.

“Si volvieran, saldría al patio”

“Al otro día”, continuó la mujer, “más tranquilos, conversamos con mi esposo. Yo estaba presa de la lógica tensión vivida y entonces decidí consultar al médico y luego a un cardiólogo para sacarme un electrocardiograma. Pero ahora estoy tranquila, no dudo de lo que vimos y desde esa noche, antes de irme a dormir, miro hacia afuera. Sé que están, que están cerca de nosotros, que quieren comunicarse y que no tienen intenciones de atacarnos. Si volvieran a visitarnos, creo que saldría al patio sin ningún temor”.

Y don Arias agregó: “A la otra mañana fuimos a ver el lugar donde estimamos que aquel objeto pudo haberse posado o al menos evolucionado a muy baja altura. No hallamos nada particular. En una casa cercana no había nadie esa noche y con nosotros viven además un peón y una cocinera que no vieron nada por hallarse entregados al descanso”.

Tanto él como su mujer coincidieron en que no leían ciencia ficción ni veían películas sobre la temática. Aunque Manuel reconoció que “me interesa el tema, antes creía que podía haber algo, ahora sé que hay”.

Encuentros cercanos

Otro jueves, pero dos meses antes, había ocurrido en Argentina un evento que disparó, como lo hizo en muchos otros lugares del mundo, las denuncias de visualizaciones de ovnis y luces misteriosas: el estreno de “Encuentros Cercanos del Tercer Tipo”, la película de Steven Spielberg que muestra un posible primer contacto con seres que no son de la Tierra. La cinta llegó a los cines de EE.UU. en diciembre de 1977, pero arribó a nuestras pampas recién el 6 de julio, para el comienzo de las vacaciones de invierno.

Las imágenes causaron un gran impacto y las denuncias de avistajes se multiplicaron de manera exponencial. Así, se suele decir que en 1978 hubo una “oleada” de visualizaciones.

Si lo que pasó en La Dulce fue el puntapié inicial, las páginas de Ecos Diarios de esos días dan cuenta de un suceso tras otro.

Seguidilla

Días antes de que los periodistas llegaran al campo de los Arias, vecinos necochenses del Barrio Parque 9 de Julio, en inmediaciones del cementerio, vieron a eso de las ocho de la noche “desplazarse a regular altura a un ovni irradiando luces de colores“. Y simultáneamente, “un matrimonio que no quiso que trascendieran sus nombres observó la presencia de un objeto brillante que evolucionaba en el cielo, mientras se desplazaban en automóvil por la Ruta Provincial 86, en las inmediaciones del aeródromo local”.

Y al día siguiente de estos acontecimientos un vecino de San Cayetano vio un ovni suspendido sobre las vías. “Eran las 23.15 horas del lunes cuando Luis Alberto Parrachini, al atravesar las vías del ferrocarril sobre la calle 12 de Octubre, observó con tremendo asombro, sobre unos árboles vecinos, la presencia de un ovni que irradiaba una fuerte luz amarilla y que parecía estar suspendido en el aire”, afirma la crónica.

Luego, “presa del lógico nerviosismo, Parrachini trató de hallar a alguna persona a quien narrar lo que veía, pero al no poder concretar su propósito, retornó al lugar, en momentos en el que el ovni se alejaba velozmente, irradiando una potente luz de varios colores”.

Y otra vez, como en el caso de La Dulce, “a la hora en que el vecino observó el desplazamiento del ovni se produjo un corte en el servicio de energía eléctrica”.

“Nubes de gas y luces”

El relato de Manuel y Leonor apareció en Ecos Diarios el 7 de septiembre. El sábado 9 se difundió la aparición de “nubes de gas y luces” sobre Ramón Santamarina. Un joven matrimonio integrado por Cristina Elizabeth Burgeño de Iguacel y Miguel Ángel de Iguacel relató que “eran las 21.45 horas cuando retornábamos en automóvil del campo a la localidad. De pronto observamos como una nube gaseosa con una marcada aureola, que emitía una luz muy fuerte. Lo raro es que ‘eso’ era transparente, permitiendo ver a través suyo las estrellas. La observación duró largos minutos, hasta que llegamos a casa de un familiar”.

Más tarde, Miguel Ángel debió volver al campo con su hermano. Y “en plena noche divisamos a baja altura y corta distancia un objeto grande y luminoso que parecía estar suspendido en el aire, y que en determinado momento dio la impresión de que se nos venía encima”.

El joven agregó que el objeto “era más grande y brillante que la Luna llena. Durante un tiempo pareció acompañar la marcha del automóvil hasta desaparecer en la noche emitiendo brillantes luces”.

En la misma página se menciona el caso de Carlos Rodríguez Canosa, quien en su establecimiento rural de Santamarina vio en el campo “algo suspendido allá arriba, con una luminosidad muy grande, que parecía emitir destellos” y tenía “colores vivos, rojo, anaranjado, con intermitencias”.

Más y más

El asunto estaba lejos de terminarse. Mientras en otras latitudes mucho más al norte, en Venado Tuerto, provincia de Santa Fe, tenía lugar el extraño suceso en el que el pequeño gaucho Juan Oscar Pérez ataba su caballo a la escalera de un plato volador y entraba en él, en el sur bonaerense continuaban los hechos insólitos.

El 10 se conocía que don Nicolás Iturralde, en su campo “Leku Eder” en el kilómetro 20 de la Ruta Provincial 86, había visto una luz de potencia tremenda, de color rojo vivo, que “parecía querer elevarse sobre el monte”.

Mientras que al día siguiente se difundió la visión de dos empleados del casino de Necochea a la altura del paraje San José. Según contaron, eran las siete de la mañana cuando desde la ruta divisaron “algo que tenia la forma de un rectángulo enorme, al rojo vivo, que desde detrás de unos árboles aparecía como una visión fantástica ante nuestros ojos”. Luego, esa forma “se transformó en algo alargado, como un lanchón o algo así, y con rayas horizontales. Nuestro asombro crecía hasta el punto de no poder creer que en segundos esas observaciones se tornarían en una especie de hongo blanco, que repentinamente se perdió en el horizonte”.

Y, como conclusión -al menos para el interés periodístico-, el jueves 14 de septiembre a eso de las 22.30 horas Jorge y Alejandra Ortiz, dos chicos de 15 y 12 años, vieron lo que interpretaron como un platillo volador y decidieron llamar a su madre Delfina. Entonces los tres contemplaron “una gran luminosidad, suspendida a 500 metros de distancia y a unos 30 de altura sobre un monte en la quinta ubicada en Pellegrini a 59” de la localidad de Juan N. Fernández. Otros vecinos también contaron que anteriormente habían visto otros objetos. Y la nota cierra: “Al parecer la zona es propicia para estas apariciones y cada fernandense mira el cielo, ya no pidiendo agua, sino ovnis”.

El cielo necochense estallaba de misterios, y el diario publicó una entrevista a un hombre de San Cayetano, llamado Hidalgo Rodríguez, que había visto ovnis a montones. Pero lo más notable de la charla fue cuando aseguró que “un amigo mío, oficial de la Fuerza Aérea, me dijo hace unos años, cuando le hablé de mis observaciones, que antes de 1980 habría contactos directos con los tripulantes de esas ‘cosas’, que su arma ya había tenido algunos y estaba preparada para cuando ocurrieran más”.

¿Qué pasó aquellas noches en esos parajes? ¿Qué abismo se abrió sobre esa región del sur bonaerense? Décadas después, se ha olvidado casi todo. Pero la imagen de esas formas, o sombras, o seres, que parecían flotar mientras “esquivaban tranqueras y alambrados”, hace explotar la imaginación. Y cabe pensar, como afirmaba Manuel Arias, que “si antes creía que podía haber algo, ahora sé que hay”. (DIB) MM   

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