Lectores


Libros / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)

Cómo nos gusta a los argentinos celebrar cosas. Hace unos pocos días tuvo gran repercusión en los medios el hecho de que se festejara el día del lector. La verdad es que no sabía que existía un día del lector, es más, nunca lo hubiera imaginado. Por otra parte… ¿qué sería un lector? ¿Quién podría decir, hoy es mi día? ¿Cuántos libros hay que leer por año para que alguien pueda considerarse lector? ¿O no es necesario leer libros para ser lector? Podría ser lector también alguien que lee historietas o simplemente el diario, o un blog, y no sé por qué dije simplemente, ¿es más meritorio o más serio leer una novela que un diario?

¿Y qué pasa con la calidad literaria de lo que se lee? ¿Si alguien que lee a Proust es un lector, también lo será el que lee a…? Bueno, para no ofender a nadie dejo los puntos suspensivos para que cada “lector” de esta columna ponga aquí a cualquiera de esos divos actuales de la literatura, que de Proust no podrían copiar ni el bigote, y sin embargo se los ve en los programas de televisión con más ínfulas que el Dibu Martínez antes de atajar un penal.

Por otra parte, volviendo al interrogante inicial, ¿quién sería buen lector?, ¿alguien que lee mucho o alguien que lee bien? Y no quiero seguir con este juego de espejos que nos llevaría a la disyuntiva de si sólo hay una manera de leer bien o, como dijo Borges, el valor de un texto cambia constantemente y no es el mismo si se lo lee ahora o antes, o después, no es el mismo si se lo lee en tal o cual región, no es el mismo si se lo lee como texto filosófico o como cuento fantástico. En fin.

Pero lo peor de todo es que el día del lector fue declarado como tal en honor al nacimiento justamente de Borges. La confusión debe haber surgido a partir de la declaración que alguna vez hizo: “que otros se jacten de las páginas que han escrito, a mí me enorgullece lo que he leído”. Mentira, mentira atroz, esa es una de las mentiras más grandes de la literatura, una forreada más de Georgie, que sí se consideraba no sólo un gran escritor sino el más grande de todos. Falsa modestia, como se dice, es esa declaración. Disimulada pretensión de encumbrarse más. Como si no le bastara con que se lo considere un gran escritor y pretendiera que eso, eso de ser gran escritor, fuera una nimiedad frente a la calidad de lector que además fue. Calidad de lector que, por otra parte, sólo puede medirse en virtud de lo que se escribe, ya que, en caso contrario, y tal como hemos afirmado antes, no hay manera de decidir ya no quién es buen o mal lector sino quién es y quién no es un lector.

Antes se decía “el día de la escarapela” para indicar un suceso que no ocurriría nunca. Quedó obsoleto el dicho y además no hay sustituto posible. Cada día es el día de algo o de alguien en este país que, por lo visto, necesita motivos para celebrar. Acá, se muere alguien más o menos famoso y de inmediato ponen un día en su honor, día del médico cardiólogo, del músico, del guitarrista, del canillita o del paseador de perros. Y bien merecido que lo tienen todos.

Y ahora si me permiten los dejo hasta la semana que viene, voy a brindar por la radio. Hoy, 27 de agosto, es su día, y todo claro, es motivo para celebrar.

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