María Peralta: “La Ingeniería debe atender a los intensos cambios tecnológicos y sociales del Siglo XXI”

El 6 de junio se celebra en Argentina el Día de la Ingeniería, evocando la graduación del primer ingeniero, Luis Huergo. El 16 del mismo mes, es el turno del Día del/la Ingeniero/a recordando la creación de la carrera en el país; finalmente, el 23 de junio es el Día de la mujer en la Ingeniería, un evento originado en Reino Unido que tomó impulso cuando UNESCO le dio carácter de internacional.
Para la Facultad de Ingeniería de la UNICEN, no son fechas irrelevantes. Son momentos de reflexión, de generar nuevas ideas, de interpelarse y repensar la profesión.
En ese contexto, cobra especial sentido la voz de la decana María Peralta, una exponente de la profesión que, a su vez, rige los destinos de la cincuentenaria casa de estudios olavarriense.

 

Cada 6 de junio se repite la pregunta: ¿cómo ve a la ingeniería en su contexto? Sin embargo, las variaciones del contexto parecen cambiar la respuesta a cada paso…

Cada año tenemos cambios en el contexto que nos requieren ocuparnos de diferentes cuestiones vinculadas a la gestión de la Facultad, relacionadas con la formación en ingeniería, y con el trabajo conjunto con el sector productivo, guiados por los ejes políticos estratégicos institucionales que nos movilizan a trabajar por una educación de calidad y con pertinencia social. La educación en ingeniería a nivel global y, particularmente en Argentina, está teniendo grandes cambios en los últimos tiempos precisamente por la necesidad de adaptarla a las demandas del contexto. Debe atender a los intensos cambios tecnológicos y sociales del siglo XXI, que requiere ingenieros innovadores, emprendedores, que contribuyan al desarrollo de tecnologías limpias, acordes al bienestar de la sociedad. Podemos resumir que es una formación más integral, más flexible con una participación más autónoma del estudiante.
La caracterización del Ingeniero que la sociedad demanda hoy motivó un cambio en el modelo de enseñanza en ingeniería a partir de nuevos estándares de formación, lo que nos llevó al rediseño de nuestros Planes de Estudio en 2022. El nuevo modelo fue muy estudiado, muy trabajado a nivel país con todas las Facultades de Ingeniería, y con el Consejo Federal de Decanos de Facultades de Ingeniería y plantea un cambio de paradigma en la formación de profesionales que no solo se forman en el saber, sino en el saber hacer. Este año, para seguir hablando del contexto de gestión en esta Facultad, estamos abocados además de la implementación de los planes rediseñados, al proceso de acreditación de las Ingenierías. Eso nos lleva a reflexionar sobre qué significa acreditar las carreras. Hablar de acreditación es hablar de calidad del proceso de formación de los profesionales de todas las carreras que se dictan en la Facultad. Particularmente, la acreditación abarca a las cinco Ingenierías que tenemos en nuestra oferta académica.


¿Quién lleva adelante esa acreditación?

El proceso es responsabilidad del Ministerio de Educación, a través de la CONEAU (que es la Comisión Nacional de acreditación y evaluación universitaria) que es quien fija el proceso que tenemos que atravesar para finalmente tener un dictamen que indique que la Facultad de Ingeniería de Olavarría está en condiciones de formar profesionales con la calidad que requiere el futuro ejercicio profesional. Cabe aclarar que hablamos de acreditar la calidad en la formación de recursos humanos en ingeniería que es un requerimiento de las Ingenierías por ser una de las carreras incluidas en el artículo 43 de la Ley de Educación Superior.


¿Eso qué significa?

Que las Ingenierías se encuentran dentro de las carreras de interés público cuyo ejercicio compromete la salud, la seguridad y los bienes de los habitantes. El gobierno así lo ha establecido y por eso incluye estas carreras en ese artículo de la ley lo cual significa que nuestras carreras de ingeniería tienen que presentarse al proceso de acreditación de la CONEAU.


¿Es como una auditoría?

Sí, es así. Es una auditoría, es un proceso que en primera instancia involucra una autoevaluación. Ello implica una mirada interna que nos permita analizar y evaluar las distintas dimensiones involucradas en la formación de los ingenieros. Todo lo que comprende una formación de calidad está incluido en esa autoevaluación, que termina en un informe. Ese informe es evaluado por pares de CONEAU que son colegas de otras universidades, que a través de visitas programadas contrastan los datos vertidos en el Informe de autoevaluación. Finalmente, a través de un dictamen indicarán para cada carrera si no acredita o acredita por tres o por 6 años. Nosotros actualmente tenemos nuestras Ingenierías acreditadas por seis años, pero con el modelo de formación anterior. Ahora habrá que renovar esa acreditación pero con todos los cambios que se mencionaron antes y acordes a los nuevos estándares.


La sociedad se ha vuelto más inclusiva y da espacios a la diversidad, ¿esto impacta en la formación de las Ingenierías?

Otro de los ejes políticos estratégicos institucionales es justamente la inclusión que está, por supuesto relacionado con la educación de calidad y la pertinencia social. Trabajamos para tener una institución inclusiva, en un sentido amplio del término. Hablando del proceso formativo podemos decir de acuerdo a la información que disponemos en términos de indicadores de ingreso, permanencia, graduación, inserción laboral, que hay dos instancias que requieren especial atención en el proceso, que son: el ingreso y la inserción laboral. La primera relacionada con la construcción de vocaciones, absolutamente influenciada por lo cultural que impacta en las carreras científico tecnológicas y, particularmente, en ingeniería. Eso produce una marcada brecha de género en la matrícula de ingreso. Y en el final, cuando hay que insertarse laboralmente. Y allí, por la propia especificidad de las tareas profesionales de la ingeniería, muchas veces las cuestiones culturales originan también una brecha de género. En ambos casos aparecen cuestiones que tienen que ver con la inclusión y que moviliza el trabajo institucional.


¿Puede dar algunos ejemplos?

Creo que el tema se puede graficar con los datos disponibles en Argentina, en Latinoamérica y en el mundo referidos a la brecha de género en las carreras científico-tecnológicas. Particularmente en ingeniería, en promedio, los datos de la matrícula de ingreso a nivel país muestran que el 25% son mujeres. Existen variantes según la especialidad pero en promedio ese es el dato en Argentina. En nuestra Facultad de Ingeniería este indicador ha mejorado en los últimos años y se encuentra por encima de la media nacional. Este año, por ejemplo, la matrícula de ingreso tuvo un 36% de mujeres. Cuando se analiza la inserción laboral la brecha también es notable y, fundamentalmente, cuando se trata de ocupar puestos jerárquicos. Son temas de agenda en las universidades, en el CONFEDI, en el CIN, por lo cual es de esperar que, aunque no rápidamente, estas brechas continúen acortándose.

Los 40 años de democracia que se cumplen este año parecen invitar a no desconocer esas desigualdades…

Si se revisa el Manifiesto de la Reforma Universitaria de 1918, es clara la pretensión de una institución inclusiva; son claros los ideales de democratizar la educación, el conocimiento, la universidad. La Reforma del ’18 que sentó las bases de la Universidad autónoma, cogobernada, inclusiva, no arancelada, que hoy gozamos, habla de “los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan”. Y hoy esas libertades tienen que ver con esto, con la inclusión, con el rol social indiscutible. No puede ser que hoy, después de más de 100 años todavía queden dolores que, a mi juicio, tienen que ver con esas desigualdades. Tenemos deudas y ahí hay que trabajar.

¿Es optimista?

Se ha avanzado mucho. Confío mucho en la juventud. Se ha dado mucha visibilidad a estas problemáticas. Sí, se ha mejorado. La Universidad pública tiene esa responsabilidad. Cuando hablamos de pertinencia social tiene que ver con eso: ¿qué necesita la sociedad de nosotros? Necesita que generemos los espacios para que la sociedad se sienta convocada. Que las y los jóvenes sepan que vienen a la universidad y encuentran la respuesta para tener esa transformación en sus vidas que da el hecho del acceso al conocimiento.

¿Qué repercusión tiene en la formación de Ingeniería el fuerte desarrollo tecnológico reciente?

Si tenemos una mirada retrospectiva podemos observar que hubo grandes cambios tecnológicos en poco tiempo, pero el tema es que esos cambios son cada vez mucho más rápidos. Creo que hay que estar atentos, para usarlo con responsabilidad y de manera adecuada. Considero que esos cambios tecnológicos son los que impulsan los cambios en las metodologías de enseñanza – aprendizaje y por ende en los profesionales del futuro. Antes fueron la computadora, internet, los buscadores, hoy es la Inteligencia Artificial que ocupa los grandes titulares y plantea también grandes incertidumbres sobre el impacto en la educación, en los puestos laborales, en las personas en general. Eso genera dudas acerca de cómo hacemos. Plantea desafíos que requieren estar atentos, bien parados para informarnos, formarnos, conocer y aplicar las nuevas herramientas de manera de que esa mejora continua que queremos en todas las actividades que hacemos en la Universidad sirva para mejorar tanto lo que hacemos hacia adentro como lo que hacemos hacia afuera. La universidad, junto a las empresas, al sector productivo y la sociedad, debe formarnos para hacer un uso responsable del desarrollo tecnológico para un mundo mejor.

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