Celebrar y festejar
![](https://i0.wp.com/enlineanoticias.com.ar/wp-content/uploads/2022/03/brochero-sierrass.jpg?resize=738%2C414&ssl=1)
Escribe: Angélica Diez, Misionera de la Inmaculada Padre Kolbe, Olavarría.
Celebrar es reavivar un mensaje teniéndolo presente en nuestra memoria y al mismo tiempo festejarlo con alegría. Así nos encontramos hoy celebrando y festejando a nuestro querido “Cura Gaucho”: José Gabriel del Rosario Brochero, santo argentino que nació, vivió y murió en nuestro país. El 16 de marzo se celebra su fiesta litúrgica. Nació en Santa Rosa de Rio Primero (Córdoba, Argentina) el 16 de marzo de 1840. A los 16 años, después de un periodo de discernimiento vocacional, decidió entrar en el Seminario de “Nuestra Señora de Loreto”. El 4 de noviembre de 1866 fue ordenado sacerdote por el obispo Don José Vicente Ramírez de Arellano. Fue beatificado en 2013 y canonizado en 2016 por el Papa Francisco.
Es tan amplia, concreta y completa su vida que se hace difícil sintetizarla ; dejemos que sea él mismo, a través de sus frases quien se nos presente: “Mis amados: que Dios amó al hombre desde la eternidad es una verdad tan clara y tan demostrada que el solo pensar lo contrario es y sería el colmo de la locura. El amor eterno de Dios hacia el hombre está escrito en todas las maravillas de la creación”. Su deseo y vocación: “Dios me da la ocupación de buscar mi fin y de orar por los hombres pasados, por los presentes y por los que han de venir hasta el fin del mundo”. “Al ordenarme como sacerdote sentí mucho miedo. Apenas soy un pobre pecador, tan lleno de límites y miserias. Me preguntaba: ‘¿Podré ser fiel a la vocación? ¿En qué enredo me metí?’ Pero en seguida una sensación inmensa de paz invadió todo mi ser. Si el Señor me había llamado, Él sería fiel y sostendría mi fidelidad”. (…) “La gracia de Dios es como la lluvia que a todos moja” ¿Y si Dios los llama? “Jesús convida con un modo suavísimo, con palabras dulcísimas, a seguirle y ponerse bajo su bandera.”.
La cruz , la Eucaristía y el amor a la Virgen fueron sus ejes para unirse al Señor y donarse totalmente al servicio de los hermanos. “En la cruz está nuestra salud y nuestra vida, la fortaleza del corazón, el gozo del espíritu y la esperanza del cielo”. “La hostia consagrada es un milagro de amor, es un prodigio de amor, es una maravilla de amor, es un complemento de amor, y es la prueba más acabada de su amor infinito hacia mí, hacia ustedes, hacia el hombre». (…) “Su amor se acrece, se vigoriza, se agiganta, se rebalsa por todas partes, y se revienta, si puedo expresarme así, y hace entonces un milagro de amor: la Eucaristía”.
Su estilo de oración espontánea a María a quién tiernamente llamaba: “Mi Purísima”, ha quedado plasmado en un sermón sobre la Eucaristía: “¡Oh María, Madre nuestra! Alcánzanos la gracia de reconocer los tesoros y riquezas que tu Hijo nos dejó en ese sacramento de amor. Alcánzanos las fuerzas necesarias para llegar a Él con mucha frecuencia a enriquecernos con sus virtudes. Séanos, Madre nuestra, muy doloroso el apartarnos de este Sacramento, como es doloroso al niño separarse de los pechos de la madre que la alimenta con su propia sangre. Porque desde hoy queremos amar a tu Hijo para volverle amor por amor. Si tú nos ayudas, Madre nuestra, no nos ha de costar el amor a tu Hijo, que tanto nos amó y es digno de ser amado…”.
Fiel a su lenguaje gaucho, sus últimas palabras antes de morir fueron: «Ahora tengo ya los aparejos listos pa’l viaje».
Los comentarios están cerrados.