Ciencia, lenguaje universal

En diciembre cerró un año totalmente atípico, atravesado por una pandemia mundial, con más interrogantes que certezas. Para el investigador de la Facultad de Ingeniería de la UNICEN, Agustín Laveglia, fue más extraño aún: le informaron que quedó seleccionado entre más de 500 aspirantes para realizar una estancia de investigación en el marco del programa Horizonte 2020, una iniciativa de la Unión Europea que financia el desarrollo en ciencia, tecnología e innovación.
A través de una beca Marie Skłodowska-Curie Actions el ingeniero químico accedió a vivir los próximos cuatro años en Alemania y Bélgica. Hace poco más de un mes llegó a la Technische Universität Darmstadt, ubicada en la ciudad alemana de Darmstadt, y desde allí habló sobre los choques culturales y su adaptación a la experiencia.
Recorrido previo
En la Facultad de Ingeniería, Laveglia se dedicaba al estudio de la incorporación de desechos de vidrio al cemento para contribuir a la disminución del impacto ambiental en la industria. Fue justamente la experiencia en este campo lo que le abrió las puertas para cruzar el Atlántico, donde desarrollará una tesis doctoral en el área de materiales de construcción sustentable, particularmente en aplicaciones a base de cal para nuevas construcciones y conservación del patrimonio histórico europeo.
En la Technische Universität Darmstadt trabaja con otro argentino, un ingeniero civil de la UBA, pero el grupo de trabajo forma parte de una gran red de investigadores. “El proyecto es interdisciplinario, por lo que constantemente compartimos y recibimos datos”, señaló Laveglia desde Alemania. “Con eso hacemos análisis del ciclo de vida y ensayos experimentales para corroborar propiedades”, agregó.

El análisis de vida es la evaluación de emisiones de todo el ciclo de vida del producto, desde que sale de la cantera hasta que sale de la fábrica. Pero, como el objetivo científico es la sustentabilidad, se ponen a prueba la incorporación de nuevas materias primas que son residuos de otras industrias u otras funcionalidades. “Hoy en día se puede desarrollar un producto, pero si no es ambientalmente ecoeficiente, no tiene lugar en la industria”, aseguró el joven investigador respecto a los parámetros europeos. El proyecto del cual forma parte es una iniciativa de un consorcio de seis universidades del Viejo Continente y 11 instituciones entre las que se destacan la Asociación Europea de la Cal y reconocidas industrias de la construcción.
“Por mi formación en Química me dedico mucho a la parte experimental y de diseños de experimentos, relacionados con el producto que estamos diseñando. Toda la formación que tuve con Fabián Irassar, Mónica Trezza y Viviana Rahhal fue fundamental para poder estar parado acá”, recordó a sus referentes en la institución olavarriense, con quienes aún mantiene lazos. “Tenemos trabajos en conjunto, están haciendo ensayos que quedaron pendientes. Pero además la idea es generar una línea de investigación en conjunto para ampliar los vínculos del grupo”, adelantó.
Desafíos culturales
Está aprendiendo a hablar en alemán, pero a veces triangula con el inglés. El problema es que no es un idioma tan generalizado, excepto en la universidad, donde al convivir con portugueses, iraníes, italianos, argentinos unifica bastante.
“Comunicarte en otro idioma es difícil pero hay otro lenguaje que en el laboratorio se vuelve universal”, expresó Laveglia. Con una interesante apreciación sobre el panorama científico en Argentina, comentó que en la Technische Universität Darmstadt hay tres edificios de laboratorios, con equipos valuados en miles de dólares, “que cuando lo comprarás con lo que tenemos en Argentina te hace valorar mucho más lo que tenemos, porque con muchísimos menos recursos logramos hacer cosas realmente destacables”, sostuvo el ingeniero.
Aunque tal vez no sean los esperados, y ocurre en cualquier ámbito, los recursos accesibles para trabajar a veces no son los ideales. Eso también desarrolla aptitudes. “Noto que tenemos una capacidad de adaptación y análisis más desarrollada que surge de que solemos avanzar con los recursos que tenemos. Así y todo tenemos trabajos competitivos en el mundo, por eso la ciencia argentina tiene que estar más que orgullosa del lugar que ocupa”, alentó Laveglia. Particularmente, destacó que durante su formación, los docentes le supieron transmitir conocimientos con tal compromiso, que aunque se haya encontrado con tecnología diferente a la de la FIO, pudo entender su funcionamiento rápidamente.
Adaptarse en tiempos de pandemia
Agustín Laveglia vive en un edificio para investigadores internacionales, ubicado a cuatro cuadras de la Universidad, que se encuentra a las afueras de Darmstadt. De todas maneras está a 10 minutos del centro en tren urbano eléctrico. Luego de dos años en esa ciudad, se mudará a Belgica para trabajar en la Ghent University (Bélgica), si el contexto de pandemia lo permite.
Al respecto, el investigador contó que en Alemania se ha vacunado poco más del 15% de la población y se “está esperando que llegue el verano para poder avanzar en ese sentido”. Si bien tiene protocolos estrictos para trabajar dentro de los laboratorios, en el espacio urbano el panorama cambia considerablemente. “Se puede estar en la calle sin barbijo y juntarse con la gente, hay shoppings abiertos” aseguró, aunque no están exentos de restricciones: “las compras no esenciales como ropa por ejemplo, se buscan en los comercios con turno previo, y en bares y restaurantes se come en mesas al aire libre”, señaló el joven. En cuanto a la educación, la única que se dicta virtualmente es la universitaria, “pero porque la universidad acá tiene una matrícula de casi 30 mil estudiantes, es muy grande”.
Exceptuando la barrera idiomática, Laveglia confiesa haberse adaptado bien. Hay comercios donde comercializan yerba para el mate y pudo conocer algunas ciudades “transformadas por la guerra, reconstruidas”. De todas maneras no hay apuro, le quedan algunos meses para planificar nuevas experiencias.
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