Investigar en Argentina

10 de abril – Día del Investigador Científico.

Si hubo un aspecto que quedó expuesto en el último tiempo frente a la pandemia del COVID 19 que afecta a todo el mundo, es el del lugar que debe ocupar el desarrollo científico y tecnológico en las proyecciones de futuro que cada Estado elabora.


Aquellos países que tienen recursos, masa crítica, un sistema académico sólido y una rápida capacidad de adaptación poseen más herramientas para enfrentar los diversos obstáculos que se presentan. ¿Qué significa hacer ciencia en un país como Argentina? Con motivo del Día del Investigador/a Científico/a que se celebra cada 10 de abril, las científicas de la Facultad de Ingeniería de la UNICEN Antonela Di Salvo y Cecilia Paulo, reflexionan al respecto.


Di Salvo estudió Ingeniería Civil en la FIO y terminó su carrera creyendo que jamás iba a volver a estudiar. Se dedicó al ámbito privado en el sector de la construcción, y un tiempo después alentada por su hermano que es técnico en Seguridad e Higiene se sumó a la Ingeniería en Seguridad e Higiene de la Facultad con la idea de trabajar juntos en ese campo. Al año de cursada recibió un llamado del investigador Fabián Irassar: había una beca doctoral disponible para estudiar la piedra dolomita.

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Ingeniera Antonela Di Salvo


“Yo pensé que el doctorado era una nueva carrera nueva, volver a cursar, así que le dije que no”, contó la joven, “una vez que me explicó en qué consistía, que se trata de aportar al conocimiento en determinados aspectos, realizar cursos de especialización y demás, apliqué para la beca”, agregó, persuadida también por la idea de un ingreso fijo frente a la disparidad de ingresos que le presentaba la actividad privada en aquel momento.


Hay diversas formas de acceder a una carrera de investigación en el país. Una de las más tradicionales son las becas de organismos científicos estatales que financian la actividad dentro de institutos, universidades y laboratorios públicos. A veces se pueden proponer planes de trabajo de interés profesional o en otros casos, como el de Di Salvo, se establecen de antemano el tema y la formación disciplinar que se requiere. Ante la necesidad de contar con un recurso formado en el estudio de la dolomita, la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires y la Comisión de Investigaciones Científicas bonaerense financian su tarea investigativa en el Laboratorio de Micropartículas de la FIO.


Desafíos en puerta

Pero no es un camino libre de obstáculos. Los investigadores e investigadoras que pertenecen al sistema nacional no tienen sueldo, sino estipendios, que desafortunadamente no forman parte del sistema previsional. Es decir, no generan aportes, ni obra social, ni antigüedad o aguinaldo. Por eso en general, se postulan a cargos simples de docencia para poder acceder a ello. Claro que este aspecto, no es el único que atenta al fortalecimiento científico del país. Hay una coyuntura económica que determina en gran medida las posibilidades de trabajo. Los equipos, reactivos y demás insumos están cotizados por lo general en dólares, entonces los presupuestos se devalúan, a veces las partidas no llegan, los precios cambian, etc.


“Pese a todo, cuando comparamos el trabajo de la FIO con otros investigadores, porque a través de las publicaciones accedemos a conocer lo que se hace en otros lados y viceversa, el nivel de investigación es igual o en algunos casos superior”, consideró Di Salvo, “acá se hacen muchas cosas a pulmón pero la calidad de la formación es muy buena”.


La Doctora en Ingeniería Química, Cecilia Paulo, opina lo mismo: “Tenemos una enseñanza universitaria de gran calidad tanto en grado como es posgrado”, opinó la investigadora, que desearía que la subvención estatal para comprar equipos y desarrollar proyectos sea mayor. “En la FIO tenemos buenos trabajos, desarrollos, grupos fuertes reconocidos mundialmente. Me gustaría que crezca el presupuesto destinado a Ciencia y Tecnología ya que nos permitiría estar más rápido en aquello lugares donde la ciencia tiene que estar. La burocracia también juega en contra de los tiempos”, sostuvo.

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Doctora en Ingeniería Cecilia Paulo


Desde que se recibió de Ingeniera Química, Paulo tuvo la oportunidad de elegir entre dedicarse a la actividad privada o sumarse al equipo de la Planta Piloto de Ingeniería Química de la Universidad Nacional del Sur (Plapiqui). Y eligió lo segundo. Todas las técnicas de optimización de procesos que estudió durante su doctorado las vuelca en sus investigaciones dentro del Laboratorio de Micropartículas.


“Como trabajamos con sólidos particulados y el diseño de equipos para separar partículas, tratamos de orientar nuestro trabajo para que pueda asociarse a un uso práctico, desarrollar tecnología aplicable a la región donde estamos teniendo en cuenta también el panorama mundial, que sea un tema activo, que no esté agotado, y con eso una orienta lo que sabe hacer para que tenga aplicación”, explicó. La especialista confesó que “siempre me gustó la investigación. Me gusta el desafío constante, que la tarea estimule a buscar continuamente nuevos paradigmas, nuevas líneas, y que no es rutinario.


Respecto a los usos prácticos de los avances científicos y la búsqueda de más posibilidades para los y las científicas nacionales, la ingeniera Di Salvo sumó otra mirada: “Estaría bueno que la industria financie las carreras de investigación porque toda la gente que hacemos doctorados si no trabajamos en universidades o instituciones públicas no tenemos trabajo”, señaló.


En otros países no es extraño encontrar laboratorios de altísima calidad dentro de las empresas privadas. Esos escenarios en nuestro país aparecen como excepcionales, dado que a través de convenios o acuerdos de colaboración la industria puede acceder a los laboratorios estatales para que en su interior se testeen procesos, productos, materias primas, se innove con materiales, etc. “Al sector privado le sirve todo el conocimiento que generamos pero no le pagan a doctores para trabajar en él”, expresó.


Ensayos frenados

Durante la primera mitad del 2020, los laboratorios de la Facultad estuvieron cerrados. Estos imprevistos también afectaron la tarea científica. “El trabajo con los becarios se volvió más difícil”, contó la Dra. Paulo. “Creo que hay una parte de la virtualidad que llegó para quedarse pero en cuanto al contacto diario con los equipos de investigación creo que todos nos sentimos afectados, la presencialidad tiene cosas irremplazables”, definió. Al panorama institucional se sumó el personal, donde con dos pequeños en el hogar la familia debió reorganizar los espacios.


Antonela Di Salvo, en cambio, ya había previsto su alejamiento del laboratorio en aquel momento del año por su licencia por maternidad. “Ya estaba preparada para estar bastante tiempo en la Facultad y tenía la mayoría de los ensayos terminados”, señaló, aunque admitió verse afectada por no tener contacto con su director y compañeros. “El no estar en la universidad afecta más psicológicamente que otra cosa”, agregó la ingeniera civil.


Finalmente consideró que “la pandemia vino a resaltar la importancia que tiene la investigación. Creo que las personas no saben lo que es una carrera de investigador, me pasó a mi. Por eso considero que los docentes tenemos que hablar más de eso, comentarlo, incentivar a los estudiantes a que se involucren. Eso también es una falla: en el imaginario social nos viene a la cabeza Albert Einstein y es nuestro desafío mostrarnos más”, expresó.

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