Jardín de Dios
Escribe: Angélica Diez, Misionera de la Inmaculada Padre Kolbe, Olavarría.
En este tiempo de pandemia muchos han descubierto “sus dotes” de jardineros cultivando flores o haciendo huertas. Al estar en contacto con la naturaleza les ha ayudado a sentirse mejor. Desde el jardín de casa , hoy nos encontramos celebrando al “Jardín de Dios”: la fiesta de Nuestra Señora del Carmen. Esta es la traducción más aproximada de la palabra hebrea Karmel o Al-Karem: Carmelo o Carmen, Nuestra Señora del Carmen.
La veneración de esta advocación mariana ha sido difundida en el mundo por la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo, llamados carmelitas. Según narra la tradición, el día de Pentecostés, hombres piadosos inspirados en el estilo de vida de los profetas Elías y Eliseo, abrazaron la fe cristiana y levantaron un templo a la Virgen María en la cumbre del Monte Carmelo, en el lugar mismo desde donde Elías viera la nube, que figuraba la fecundidad de la Madre de Dios.
Fue el 16 de julio de 1251 cuando la Virgen María se apareció a Simón Stock y le entregó el hábito que había de ser el signo distintivo de ellos. El papa Inocencio IV bendijo el escapulario, (tela o manto pequeño) que estos religiosos entregaron a la gente indicando el significado del amor y la protección maternal de la Virgen. Así como María cuando nace Jesús lo envuelve en un manto, llevarlo es señal de su protección y cuidado. El escapulario es reconocido por la Iglesia como un sacramental, es decir, un signo que ayuda a vivir santamente y a aumentar nuestra devoción. No comunica gracias como lo hacen los sacramentos, sino que dispone al amor del Señor y al arrepentimiento.
María, “Jardín de Dios” nos cubre siempre con su manto en lo concreto de nuestras necesidades: “Tengo mil dificultades: Ayúdame. De los enemigos del alma: Sálvame. En mis desaciertos: Ilumíname. En mis dudas y penas: Confórtame. En mis enfermedades: Fortaléceme. Cuando me desprecien: Anímame. En las tentaciones: Defiéndeme. En las horas difíciles: Consuélame. Con tu inmenso poder: Protégeme. En tus brazos al expirar: Recíbeme”. Alguna de estas peticiones nos resonará muy adentro. Desde el jardín de casa entremos en el corazón mismo de Nuestra Señora del Carmen -Jardín de Dios – y dejémosla que nos ayude a purificar el corazón –quitar la maleza – y a custodiar en él – la belleza de las flores y los frutos – porque, hemos experimentado el calor de su manto y queremos con Ella llegar a: “… subir al monte del Señor y obtener su bendición, su justicia, su salvación”. (Papa Francisco, 16/ 7/2020).
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