Tierra y cielo unidos

Escribe: Angélica Diez, Misionera de la Inmaculada Padre Kolbe, Olavarría.
La fiesta de la Asunción de María a los cielos fue definida por el papa Pío XII como dogma el 1 de noviembre de 1950. En María se unen la tierra y el cielo: “…ha sido la primera en creer en el Hijo de Dios, y es la primera de nosotros en ser elevada al cielo en alma y cuerpo”. (Papa Francisco).
¿Quién puede llegar al cielo? Los santos pero… ¿Quiénes son los santos? Son aquellos que expresaron con sus vidas su capacidad para amar a Dios y a los demás seres humanos. Un referente concreto es el joven Carlo Acutis que alcanzó el más alto grado de santidad con solo 15 años. Decía: “Nuestra meta debe ser lo infinito, no lo finito. Lo infinito es nuestra patria. El cielo nos ha estado esperando desde siempre”. ¿Qué medios se necesitan? “Nuestra alma es como un globo aerostático. Si por casualidad hay un pecado mortal, el alma cae al suelo. La Confesión es como el fuego debajo del globo que permite al alma volver a elevarse. Es importante ir a confesarse con frecuencia”. «Cuanto más recibamos la Eucaristía, más nos haremos semejantes a Jesús, de modo que en la tierra tendremos un anticipo del cielo”. “Para orientarnos a nuestra meta (el cielo), nuestra brújula debe ser la Palabra de Dios, con la que debemos confrontarnos constantemente”.
El papa Francisco en su Exhortación apostólica Gaudete et Exsultate sobre el llamado a la santidad en el mundo actual dice: “A cada uno de nosotros el Señor nos eligió «para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor» (Ef. 1,4). (1). “Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente, en esta constancia para seguir adelante día a día. Esa es muchas veces la santidad «de la puerta de al lado», de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios. (7) La santidad es el rostro más bello de la Iglesia. Pero aun fuera de la Iglesia Católica y en ámbitos muy diferentes, el Espíritu suscita «signos de su presencia, que ayudan a los mismos discípulos de Cristo». (9).
Celebrando este “paso” de la tierra al cielo en María Asunta estamos haciendo fiesta de lo que creemos; del don de nuestra fe . Es una ocasión para detenernos a pensar en la dicha de alcanzar el cielo, la gloria de Dios donde poder contemplar a la Madre Inmaculada “la santa entre los santos” que alcanzó la meta a la que nosotros, peregrinos caminamos.
(*) Angélica Diez, Misionera de la Inmaculada Padre Kolbe, Olavarría.
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