1977. ¿Los dos demonios?


Opinión / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)

“Para contar la historia hay que contarla completa, no solo una parte”, me dijo un compañero de trabajo el lunes cuando nos cruzamos. Tardé unos segundos en entender que estaba haciendo referencia a la columna del domingo pasado en la que se expresan algunas opiniones sobre el golpe de Estado del 76. “Violencia hubo de los dos lados…”, siguió, y empezó a enumerar una serie de hechos de violencia provocados por los grupos guerrilleros de los años 70, algunos de ellos, incluso, provocaron la muerte de civiles que nada tenían que ver con las Fuerzas Armadas.

Aquel que haya seguido esta secuencia cronológica que se inició en 1967, domingo a domingo, sabrá que nunca manifesté la intención de escribir artículos de Historia, por eso mismo la columna sale bajo el rótulo de “Opinión”. Por otro lado, creo también haber dejado en claro que el objetivo no consiste en buscar una aproximación a la Historia Argentina de las últimas décadas sino simplemente expresar cómo fui viendo, desde niño, la realidad y las distintas etapas que nos tocó atravesar. Por lo tanto, por definición, estas opiniones son naturalmente “sesgadas”, incompletas, parciales, la memoria nos juega malas pasadas, solo registra hechos aislados, puntuales, que por alguna razón nos llamaron la atención especialmente, y también olvida otros, no sabemos con qué fin, tal vez como mecanismo de defensa, como un intento inconsciente de acomodar nuestro pasado para que nos resulte más soportable, para dejarnos a nosotros mismos mejor parados. Por las dudas que no haya quedado claro: no tengo absolutamente ninguna herramienta que me permita oficiar de historiador, no domino ni siquiera los rudimentos más básicos de esa disciplina.

De todos modos, voy a aprovechar que hoy nos toca el año 77, un año sombrío donde no pasaron demasiadas cosas para destacar, un año que justamente muchos quisiéramos olvidar o saltearnos, para tocar un tema delicado que indudablemente motivó el comentario de mi colega. La famosa teoría de los dos demonios.

Tal teoría intenta explicar el horror que se vivió en el país durante esos años a partir de la conjunción de dos monstruos o dos demonios que tomaron la iniciativa en la llamada guerra sucia: las endemoniadas acciones y provocaciones de parte de la guerrilla, por un lado, y la represión surgida desde los sectores más sórdidos de las Fuerzas Armadas, por otro.

Esa teoría, que evidentemente mantiene cierta vigencia, ha sido refutada infinidad de veces desde distintos planos, el jurídico, el intelectual, el ético, el del sentido común.

Y ha sido refutada porque de ninguna manera puede ponerse en pie de igualdad un delito cometido por un ciudadano común que un delito cometido por instituciones que son justamente dispuestas por el Estado para prevenir y evitar hechos delictivos. Esto no implica de ningún modo justificar o coincidir con la aplicación de métodos violentos con fines políticos.

Lo que se condena y se define como delito de lesa humanidad es la utilización, desde el Estado, de herramientas que, entre todos los ciudadanos, y a través de procesos preestablecidos, fueron diseñadas para garantizar una convivencia civilizada, un Estado de Derecho.

Lo que resulta inadmisible es que, por ejemplo, un oficial de la Armada (educado, formado y mantenido por todos los ciudadanos) secuestre a un sospechoso o sospechosa, lo someta a tortura bajo la acción de la picana eléctrica, lo obligue a firmar un documento para simular la venta de una propiedad y quedarse con ella, le robe sus hijos pequeños y después lo arroje vivo en medio del Río de la Plata o en el mar.

Denunciar semejante aberración no implica ver la mitad de los hechos, significa por el contrario contar lo más destacado, lo más grave en este caso, lo verdaderamente significativo. Por el contrario, justificar hechos de esa naturaleza aduciendo que un ciudadano al margen de la ley, en un momento dado, haya puesto una bomba en el cuartel de policía, resulta como mínimo perverso. Es como si justificáramos que la maestra golpee a un alumno porque hizo una travesura.

La oscura etapa de nuestra historia conocida como los años del Proceso, no es responsabilidad de dos demonios, es por el contrario producto de muchos demonios. Todos ellos estaban del mismo lado, todos ellos llevaban uniforme e insignias otorgadas por el conjunto de ciudadanos, tenían estudios pagos por ese mismo conjunto de ciudadanos, y habían jurado, a cambio, defender y proteger a ese conjunto de ciudadanos. Cuando se rompe el Estado de Derecho, se deja a la población a la deriva, pasan a regir nuevamente las reglas que regían en la prehistoria, los mecanismos que se empleaban en la Edad de Piedra.

El solo hecho de tener que volver a discutir sobre estos temas, tantos años después, ya resulta en sí mismo alarmante, peligroso, retrógrado.

En fin, en otro orden de cosas y para no hacer tan funesta esta columna, debo confesar que todavía mantengo nítida y fresca, de aquel año, la imagen del Loco Gatti atajando el penal que le daría la primera Copa Libertadores a Boca, el comienzo de una etapa inolvidable.

El Flaco Spinetta grababa ese año el disco “A 18 minutos del Sol”, un intento de referenciar nuestra ubicación en el espacio respecto al Sol, midiendo la distancia en años luz, aunque en este caso, la cercanía con el Sol hace que esa distancia se mida en minutos luz, si bien tampoco son 18 los minutos que nos separan del sol sino 8, y que aquel valor erróneo surgió del cálculo equivocado de un amigo del Flaco que estudiaba Física.

En las radios sonaban Julio Iglesias y Camilo Sesto y el país, entero, desconociendo o no queriendo ver el horror, se empezaba a ilusionar con el Mundial del 78. Vilas ganaba Roland Garros y nosotros la seguimos el domingo próximo.

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