1988. El fin de la ilusión


Opinión / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)

Argentina sigue siendo un país donde coexisten dos fuerzas antagónicas, que se van sucediendo alternativamente en el poder y que, hasta ahora, ninguna ha logrado eliminar por completo a la otra.

Aclaración: La imagen que acompaña a esta nota fue obtenida con procedimientos de inteligencia artificial.

Alguna vez aventuramos, desde esta columna, una conjetura respecto a las causas de esa peculiaridad. A diferencia de casos similares como el de Estados Unidos (donde los estados del norte, que perseguían la industrialización del país vencieron en una guerra civil a los estados del sur, que aspiraban a mantener el rol de proveedores de materia prima a Europa) en nuestro país podría decirse que la guerra civil salió empatada. El hipotético bando vencedor, el bando unitario, porteño o como quieran llamarle (motivados por los mismos intereses que tenían los estados del sur en Estados Unidos) nunca pudieron aniquilar el federalismo que se cultivaba en las provincias del interior.

A riesgo de caer en una simplificación extrema, se me ocurre una manera muy sencilla de saber cuál es la raíz o la procedencia ideológica de un presidente argentino (no hablaré ya de unitarios y federales para que no me tilden de anacrónico): el mecanismo consiste en observar las reacciones que los distintos presidentes provocan con sus discursos en la Sociedad Rural.

Alfonsín había sido muy medido en este sentido durante sus primeros años de gobierno, pero en el 88 explotó. Ese año fue abucheado en la Sociedad Rural y decidió tomar el toro por las astas (tal vez demasiado tarde). Dio un discurso a la altura de un verdadero estadista, con la severidad y autoridad que las circunstancias demandaban y, fiel a su estilo campechano, se permitió una de esas frases que serán recordadas por siempre: “Estas manifestaciones no se producen en tiempos de dictadura”, dijo socarronamente ante el grupo de productores agropecuarios que insultaban como si fueran la barra brava de Excursionistas. Y de inmediato: “es una actitud fascista no escuchar al orador”.

El tiempo demostró que el Alfonsín que quedó en la historia es ese. El que plantó bandera donde era más difícil hacerlo y, fiel a sus orígenes en el radicalismo yrigoyenista (permítanme la osadía de hacer una afirmación tan concluyente), se puso del lado “correcto”.

1988 sería, además del principio del fin de un gobierno que nos había ilusionado a todos, un año marcado por una serie de hechos trágicos y lamentables. Unos días antes de comenzar aquel año, el 22 de diciembre del 87, encontraron muerto a Luca Prodan en la pieza que alquilaba en San Telmo. Unos días después, cuando la temporada veraniega marplatense del 88 languidecía, Alberto Olmedo cayó del balcón de su departamento en el edificio Maral 39. Unos días antes, Carlos Monzón había estrangulado a Alicia Muñiz. En esos días también murió Miguel Abuelo y unos meses más tarde Federico Moura.

Mientras tanto, el Flaco Spinetta convencía a Fito Páez de tomar clases sobre el contenido del ensayo Vigilar y castigar, de Foucault. Eligieron como profesor al filósofo, Alejandro Rozitchner y de esa experiencia surgió el disco Téster de violencia. Como spinetteano de toda la vida debo confesar que me resulta muy difícil encontrar vestigios de Foucault en esas letras y que tal vez Rozitchner, quien sería más tarde fetiche del macrismo, no haya sido el maestro más recomendable.

A finales del 88 se renovó la acostumbrada bravuconada militar de cada año, esta vez encabezada por el Coronel Seineldín, ya ni recuerdo qué reclamaba.

Si el torneo de fútbol 86/87 lo ganó Rosario Central, como no podía ser de otra manera, el 87/88 lo ganó Newell’s Old Boys, su clásico rival. Esta vez con una particularidad que nunca se volvió a dar: aquel equipo dirigido por el Piojo Yudica estaba constituido en su totalidad por jugadores surgidos de las inferiores del propio club. Dato no tan anecdótico sino más bien útil para poner a contraluz con la situación actual, en la que los equipos van a buscar sus refuerzos cada vez más lejos, cada vez más caros, cada vez más intrascendentes.

Aclaración: La imagen que acompaña a esta nota fue obtenida con procedimientos de inteligencia artificial.

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