Literatura japonesa en el Río de la Plata
Libros / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)
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Si mencionamos a Alejandra Kamiya, no es necesario ser muy perspicaz para deducir que se trata de una argentina de origen oriental, nombre español, apellido japonés. Algo parecido a cuando encontramos en cualquier lugar del mundo a alguien que lleva nombre español y apellido italiano, no puede ser otra cosa que un argento.
Lo que no es tan obvio y resulta una revelación agradable, es notar que la literatura de Alejandra Kamiya (Bueno Aires, 1966), se sostiene sobre características propias de la cultura de sus antepasados japoneses. Sus textos llevan el tono de una voz suave, tímida, casi un susurro que, además, conserva la virtud de la brevedad y la simpleza.
La trilogía de libros de cuentos que comienza con “Los árboles caídos también son el bosque”, 2015 y reeditado en 2024, El sol mueve la sombra de las cosas quietas”, 2019 y también reeditado por Eterna Cadencia en 2024 y “La paciencia del agua sobre cada piedra”, 2023, podrían pensarse como tres piezas literarias de una misma expresión estética.
Historias sencillas, que les ocurren a gente como cualquiera, contadas con economía de recursos y respetando dos pilares fundamentales del género. Por un lado, el modelo de iceberg que promueve Hemingway, sólo se debe mostrar una pequeña porción del todo, por otro lado, el requisito que reclamaba Piglia a los buenos cuentos, el de las dos historias paralelas, una casi trivial y visible, la que lleva delante el relato, la otra subterránea e inexplicable hasta para el propio narrador, que se revela al final.
“Hay muchas cosas que no tienen nombre. Ciertos momentos del día, como aquel rojizo entre la tarde plena de luz y la noche, ciertos gestos, ciertos ritmos, algunas partes del cuerpo, algunos colores como verdes que no son ni agua ni musgo.”
La trilogía de Kamiya está permanentemente girando sobre definiciones de este tipo, definiciones que buscan encontrar sobre la realidad más rutinaria enfoques enigmáticos, misteriosos. Que rescatan lo asombroso y fantástico en las cosas que siempre vemos sin ver del todo. Tal vez esa sea la misión de un escritor, mostrarnos lo que no se ve a simple vista.