Vacaciones sin desconexión: el desafío de las “pantallas permanentes” en niños y adolescentes
Por Lucas Moyano. Fiscal. Especialista en ciberdelitos, ciberseguridad y evidencia digital. Autor del libro «Ciberdelitos: Cómo investigar en Entornos Digitales» (Editorial Hammurabi).
¡Ah, las vacaciones! Esa palabra mágica que evoca días de descanso, de juegos interminables y, seamos honestos, para muchos chicos, la promesa de horas y horas frente a la pantalla. Como fiscal y especialista en ciberseguridad, confieso que este escenario me genera una preocupación profunda. No es solo cuánto tiempo pasan nuestros niños y adolescentes conectados, sino cómo ese uso excesivo y la falta de nuestra supervisión pueden afectar su salud, su seguridad y su propio desarrollo.
¿Qué es esto de las «pantallas permanentes»?
Imaginemos por un momento la siguiente escena: el celular, la tablet o la consola, siempre ahí, a mano, sin apenas límites de tiempo o de qué mirar. Durante el ciclo escolar, la rutina, las tareas y el horario de clases, de alguna manera, actúan como un freno natural. Pero cuando llegan las vacaciones, esa estructura a menudo se esfuma. Dejamos un espacio libre donde las pantallas pueden convertirse en el centro de todo, invitando a un uso sin medida. Y así, nuestros hijos pueden pasar horas consumiendo videos, navegando por redes o sumergidos en videojuegos, a veces hasta que el sol ya está por salir.
Cuando la hiperconexión se vuelve un riesgo
Este uso constante y sin nuestro acompañamiento trae consigo una serie de desafíos que, como padres y tutores, necesitamos conocer y enfrentar:
- Riesgos para el cuerpo y la mente:
- Vista cansada y mala postura: Pasar horas con la mirada fija en una pantalla y con posturas que no son las ideales, puede derivar en fatiga visual, miopía o esos molestos dolores de cuello y espalda.
- Noches sin descanso: La famosa luz azul de las pantallas interrumpe la producción de melatonina, la hormona clave para dormir. ¿El resultado? Insomnio y patrones de sueño completamente alterados.
- Menos movimiento, más riesgo: Si hay menos tiempo para correr al aire libre y más para estar sentados, aumentamos las chances de sobrepeso y obesidad.
- Soledad en la multitud digital: La comparación constante en redes, el dolor del ciberacoso y la falta de contacto real pueden golpear fuerte en su salud mental, generando sentimientos de soledad, ansiedad o la sensación de no ser «suficiente».
- Riesgos de seguridad digital y exposición:
- Contenido que no deberían ver: Sin filtros o nuestra supervisión, es fácil que se topen con material violento, explícito o que los impulse a conductas arriesgadas.
- Ciberacoso (Cyberbullying) 24/7: Las vacaciones significan más tiempo en redes, y lamentablemente, el acoso digital puede recrudecerse. Lo peor es que ahora, ese acoso puede llegar a cualquier hora y en lo que debería ser el lugar más seguro: su propio hogar.
- El peligro del Grooming: Este es uno de los riesgos más graves. Los depredadores aprovechan el tiempo libre de los chicos y nuestra menor supervisión para establecer contacto, ganar su confianza y, lamentablemente, intentar llevarlos a encuentros en persona o extorsionarlos. Sin límites de tiempo, la exposición a estas amenazas aumenta.
- ¡Cuidado con las trampas online! Videojuegos y plataformas son terreno fértil para intentos de estafa o el robo de datos personales (sus cuentas, contraseñas, ¡o incluso los datos bancarios de ustedes!) a través de enlaces maliciosos o supuestas «ofertas irresistibles».
- Sexting y la intimidad expuesta: La interacción constante, ya sea con amigos o desconocidos, puede llevar a compartir contenido íntimo que, una vez en internet, es casi imposible de borrar y puede ser usado para extorsión o viralizado.
¿Qué hacemos como familia? Claves para unas vacaciones digitales seguras
Aquí no se trata de prohibir todo, sino de educar, establecer límites y acompañar. Les comparto algunas ideas prácticas para estas vacaciones: - Definamos juntos los tiempos: Sentémonos con ellos y acordemos horarios claros para el uso de pantallas. Hay apps y temporizadores que pueden ayudarnos a respetar esos acuerdos.
- Creemos «espacios sin pantalla»: ¿Qué tal una cena sin celulares? ¿O que las habitaciones sean libres de pantallas después de cierta hora? Definamos momentos y lugares donde el mundo digital dé un paso al costado.
- Propongamos otras aventuras: ¡Hay un mundo más allá de la pantalla! Salidas, juegos de mesa, libros, deportes, actividades creativas… La clave es ofrecerles opciones que les resulten tan o más atractivas que lo digital.
- Dispositivos a la vista (y no en la oscuridad): Evitemos que usen dispositivos solos en sus habitaciones, especialmente de noche. Si están en la sala o en un espacio común, es más fácil supervisar.
- Revisemos la privacidad en conjunto: Ayudémoslos a configurar bien la privacidad en redes sociales, juegos y apps. Asegurémonos de que no compartan datos personales con gente que no conocen.
- Usemos el «escudo» parental: Muchas plataformas y sistemas operativos tienen herramientas poderosas para filtrar contenido, limitar el uso y hasta monitorear la actividad. ¡Investiguemos y usémoslas!
- Hablemos, pero sin miedo: Conversemos con ellos sobre los riesgos online. Sin asustar, pero con claridad. Animémoslos a contarnos si algo les molesta o los incomoda en internet.
- Seamos el ejemplo que queremos ver: Si nosotros estamos todo el día pegados al celular, ¿cómo vamos a pedirles a ellos que se desconecten? Nuestros hábitos son su espejo.
- Cuidemos lo que se comparte: Enseñémosles a ser cautelosos con la información que suben. Hay que recordarles: una vez que algo está en internet, es casi imposible que desaparezca.
Las vacaciones son un momento de recarga, de exploración, de disfrutar. Con una gestión consciente y un acompañamiento cercano en el uso de las pantallas, podemos asegurar que nuestros hijos aprovechen este tiempo al máximo, creciendo seguros y saludables.