Vivir y aprender en la multicultural Sarajevo

Una estudiante argentina de ingeniería conoce a los 25 años, a un joven bosnio de su edad. Ella creció jugando, él, todo lo contrario. Esa proposición puede esconder incógnitas para gran parte de esa generación, pero para alguien nacido en Bosnia sólo significa una certeza: la guerra, que atraviesa el pasado, el presente y el futuro del país. Así lo percibió la estudiante de la Facultad de Ingeniería de la UNICEN, Roxana Lema, quien a través de un programa de movilidad estudiantil vivió durante 10 semanas en Sarajevo.
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“Es un lugar con muchísima carga histórica sobre todo con respecto a la guerra, la aprendí caminando, yendo a museos”, detalló la estudiante de ingeniería civil. “La Primera Guerra Mundial, la Segunda, la Guerra de los Balcanes, todas pasaron por ahí. En Sarajevo está el puente donde mataron a Franz Ferdinand, que desencadenó la Primera Guerra Mundial. Incluso la ciudad estuvo sitiada por varios años”, agregó, en relación al estado de sitio que se prolongó de 1992 a 1996.
Roxana Lema conoció Bosnia y Herzegovina (el país también es conocido como República de Bosnia) a través del Programa IAESTE (International Association for the Exchange of Students for Technical Experience), por el cual han viajado estudiantes de Olavarría a diversos países, como también han llegado extranjeros a la institución local, con el área de Relaciones Internacionales de la FIO como nexo. La experiencia que vivió en el país europeo marcó un antes y un después en su vida, en la manera de comprender otras culturas, religiones y modos de pensar, con la ingeniería como motor de nuevas oportunidades.
La pasantía consistía en desempeñarse en el departamento de ingeniería civil de una empresa que diseña y construye instalaciones para la industria petrolera “En el área hacían todas las estructuras de acero, conductos, refinerías y demás”, contó Roxana. “No podían darme algo complicado pero aprendí más que nada las diferencias que hay con Argentina. Como no necesité muchos conocimientos nuevos, estuvo bueno y me puso contenta, porque significa que lo que hacemos acá nos sirve un montón y estamos muy bien preparados”, apreció la estudiante ya de vuelta en la FIO.
Durante su estadía en Bosnia, Lema no pudo hablar español con nadie. “Allá se habla en bosnio, donde tienen diferentes dialectos. El idioma es muy difícil, usan muchas consonantes y pocas vocales, así que me defendía en inglés, que allá tienen en la escuela”, explicó. En algunos lugares el idioma constituía una barrera, que lograba ser derribada con otro tipo de comunicación, como la visual, sobre todo en los museos. “La mayoría de las cosas están en bosnio, en bosnio cirílico y con suerte, en inglés”, dijo.
En toda la ciudad hay monumentos a los caídos en las guerras y los edificios tienen marcas de bala de la época de sitio. “Mi primera impresión fue pensar que son descuidados, que no los arreglan, pero después fui a un museo de historia de la guerra y cuando llegué me quería morir. Lo que está ahora no es nada que ver a lo que era antes, es impresionante como han reconstruido la ciudad”, reflexionó Lema. “Las marcas de mortero son muy famosas, son como nuestras estrellas amarillas. Las llaman las Rosas de Sarajevo; las rellenan con cera roja, y cuando llueve el agua moja la cera y parece sangre”, graficó la joven, que compartió el hostel con hasta doce estudiantes que llegaron a Bosnia desde Estados Unidos, Turquía, Polonia, Macedonia, Rumania, Jordania y Túnez, a través de IAESTE. Roxana convivió con jóvenes que profesan diversas religiones, que le ayudaron a comprender diferencias fundamentales entre Argentina y el país europeo, donde un tercio de la población es musulmana, un tercio es cristiana y otra gran mayoría es católica, lo que rige toda la identidad de la zona.
El cielo marca el límite
Sarajevo es una ciudad repleta de mezquitas, por lo que se escuchaba diariamente los cinco llamados a orar. En la región solía predominar la población musulmana pero en las guerras exterminaron a gran parte. “Ahora hay una línea en la ciudad a la que le pusieron ‘Sarajevo lugar de encuentro de cultura’. Si te parás de un lado de la línea y mirás hacia un lado ves la parte musulmana, con casitas de madera, chicas; y si te parás del otro, las edificaciones son mas rectas, construcciones de hormigón, es como estar en dos ciudades completamente diferentes”, definió la estudiante de la FIO. “Tienen mucha tolerancia entre ellos. Por las calles ves a chicas usando hijab y otras de vestido, y son amigas, salen juntas, se respetan a pesar que hubo una guerra entre ellos. Las personas tienen vecinos que probablemente hayan matado a alguien de su familia”, sostuvo.
En este sentido, de acuerdo a la religión que profese la familia, una persona católica que nace en Bosnia, se va a considerar a él mismo de nacionalidad croata, aunque no lo sea técnicamente. “Me costó entender cómo gente que nace en un mismo país, dice ser de otro”, expresó Lema. Incluso, el presidente es elegido en un régimen rotativo entre representantes de cada una de las minorías, musulmana, serbia y croata. “Cada cargo político se multiplica por tres en todos los estamentos, por eso un tercio de la población trabaja en política. No se ponen de acuerdo nunca, puede más el orgullo que las ganas de mejorar el país. Es complicado”, aseveró la estudiante.
Si bien el turismo no está desarrollado, va en crecimiento. “Es una cuidad muy barata para vivir. Si yo acá me compro algo, allá me compro tres, por el mismo dinero”, detalló Roxana. Además, es una ciudad con mucha vegetación, arroyos, cascadas: “De los países limítrofes sólo fui a Croacia, que queda a 300 kilómetros y tardé seis horas, porque los caminos son muy sinuosos y tenés que ir a baja velocidad”, explicó.
La experiencia que Roxana Lema pudo atravesar a través del programa de movilidad estudiantil, le marcó un “antes y un después en el sentido de que pude enfrentarme a semejante viaje sola. Ahora lo tomo de otra manera, sé que me puedo defender. Por ejemplo, en la escala fui a parar al aeropuerto de Turquía durante 12 horas, que es inmenso, vi mujeres cubiertas hasta los pies e incluso gente descalza. Aprendí mucho en lo personal, con respecto a la cultura, las religiones”, consideró. En particular, Sarajevo “tiene millones de cosas lindas y positivas, pero lo primero que ves si buscás en internet es la guerra, que terminó hace 20 años. Pero sigue muy presente. Fue muy interesante charlar con chicos a los que su infancia se las robó la guerra. Los chicos de mi edad vivieron su niñez, que es la parte más importante de una persona, encerrados en su casa”, señaló.
Ese tipo de conocimientos, saberes, nuevas formas de comprender el mundo, son resultado de las oportunidades en el exterior que actualmente tienen los estudiantes de la Facultad de Ingeniería de la UNICEN, que no sólo sirven para la formación académica, sino también influye en la humana. “Yo recomiendo que si pueden hacerlo, no lo duden”, alentó Lema.

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