A 40 años del viaje en bondi y tren por el conurbano que hizo Juan Pablo II

El Santo Padre llegó en un viaje relámpago al país en medio de la Guerra de Malvinas. Dio dos misas multitudinarias; una de ellas en la Basílica de Luján.


Por Fernando Delaiti, de la agencia DIB

Treinta y una horas estuvo Karol Wojtila en Argentina en 1982, en las postrimerías de la Guerra de Malvinas, mientras muchos miraban hacia las islas del sur, y otros hacia España donde la selección de fútbol empezaba a recorrer un nuevo sueño mundialista. Treinta y una horas le bastaron al Papa para brindar dos ceremonias con multitudes nunca antes vistas entonces en el país, dejar su mensaje de paz y hasta viajar en tren por el conurbano y en colectivo por Luján.

Juan Pablo II tenía 62 años y sólo se ausentó de la Capital Federal para celebrar la Eucaristía en el santuario de la ciudad bonaerense. Esa ceremonia y la misa del día siguiente en Palermo convocaron a miles de personas.

Las circunstancias del viaje estuvieron marcadas por el conflicto bélico, al punto que fue organizado en tiempo récord “como respuesta” a la visita del Sumo Pontífice a Gran Bretaña entre el 28 de mayo y el 2 de junio de 1982. Tras una breve parada en Río de Janeiro, el Papa arribó en medio de la lluvia a Buenos Aires el 11 de junio y dejó en claro en el mismo aeropuerto de Ezeiza y ante el dictador Leopoldo Fortunato Galtieri a qué venía al país: en su discurso pronunció 39 veces la palabra “paz”.

Mientras Gran Bretaña intensificaba el ataque final en las islas, soldados argentinos escuchaban por radio los movimientos del Pontífice, quien tuvo una agenda intensa, con recorridos siempre flanqueados por interminables columnas humanas. Sin embargo, la máxima expresión de fanatismo religioso se dio en las misas que celebró frente al santuario de la Virgen de Luján en la tarde de su llegada y al pie del Monumento a los Españoles, en Palermo, cerca del mediodía del día siguiente.

Wojtila comenzó pasadas las 12 su raid rumbo a Luján, ciudad fundada el 17 de octubre de 1755 por un decreto del entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, José de Andonaegui. Hasta allí llegaría para dar una misa frente a la Basílica inaugurada y bendecida oficialmente, sin las torres que hoy se levantan, el 4 de diciembre de 1910, año en que Roque Sáenz Peña fue electo como presidente de los argentinos.

A Luján, Juan Pablo II llegó en tren. Viajó en el coche presidencial que había sido construido en 1954 por la empresa holandesa Werskpoor por pedido de Juan Domingo Perón, quien nunca llegó a utilizarlo. La formación tenía dos camarotes principales, un salón de estar y comedor con todas las comodidades de la época. Hace dos años, fue restaurada y es parte del Tren Museo Itinerante que en agosto de 2021 empezó a recorrer la provincia de Buenos Aires.

En la previa, el Papa tuvo una parada en la estación de Morón, donde fue recibido por el intendente local y por monseñor Justo Laguna, quienes le entregaron una plaqueta y una imagen de la Virgen del Buen Viaje tallada en plata, en el andén de la estación. La ciudad de Morón junto a Luján, fueron los únicos lugares del Gran Buenos Aires que tuvieron el privilegio de ser visitados por el religioso en su fugaz visita.

Mar de fieles

Desde la estación de ferrocarril, el líder de la Iglesia Católica partió en coche saludando a la gente en compañía del flamante obispo elegido por la Junta Militar, monseñor Emilio Ogñenovich.

Ante unos 700 mil fieles, de acuerdo a los cálculos de la fecha y sin un dron que pueda corroborarlo, ofició la misa en un altar levantado frente a la entrada de la Iglesia. Unos cuatrocientos copones con 80.000 hostias fueron testigos del momento en que el Papa le obsequió a la Virgen la Rosa de Oro, traída de Roma. En su homilía exhortó a imitar a Cristo, pidió por los muertos en la guerra en las islas y por la rápida terminación del conflicto.

Finalizada la misa y ante un mar de gente que desbordaba las calles, la Policía busco llevarlo al Papa a uno de los vehículos presidenciales que había mandado el Gobierno militar: un Ford Fairlane, blindado y polarizado. Sin embargo, no aceptó: quería estar cerca de la gente.

El colectivo que usó el Santo Padre, totalmente restaurado. (Foto Museo Udaondo)

Por eso, los obispos habían buscado un plan B y en eso se cruzaron con tres colectivos Mercedes Benz 1114, esos de trompa redondeada muy comunes en la época. La unidad elegida era de 1980. Allí estaba frente al volante Ángel Milán, quien tendría la responsabilidad de manejar por las calles de la ciudad hasta llegar de nuevo a la estación del ferrocarril Sarmiento. Tras requisar a fondo la unidad, los policías dieron el visto bueno y el chofer tapó el cartel del recorrido habitual que hacía el colectivo con banderas argentinas.

Sentado en una silla al lado de Milán, y rodeado de obispos y sacerdotes, Juan Pablo II tuvo su experiencia de “viajar en bondi”, saludando a cada paso a la agradecida multitud. Antes de bajarse del coche 1 de la línea 501 le regaló un rosario al chofer, quien al tiempo le escribió una carta, que el propio Papa contestó.

El histórico colectivo dejó de circular en febrero de 1998, cuando le retiraron la concesión a la empresa Libertador San Martín. El vehículo entró en liquidación, pero pudo ser salvado y no ser rematado. Años después se transfirió a una asociación que lo restauró y hoy descansa en el museo local para que todos puedan conocer el “Colectivo del Papa”. En su interior está, además, la silla en la que se sentó Juan Pablo II y fue testigo de un viaje inolvidable. (DIB) FD

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