1986. La mano de dios

Opinión / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)
Desde un principio aclaré que este modo tan particular de repasar nuestra historia contemporánea no sabe de reglas. El mecanismo puesto en práctica es arbitrario y hasta caprichoso, no atiende marco teórico alguno, no se sustenta en citas bibliográficas, apenas surgen de los destellos que se nos cruzan por la cabeza cuando alguien menciona un año en particular. Y no cabe la menor duda de que a muchos de nosotros, cuando nos dicen 1986, el recuerdo que nos invade de inmediato es no tanto el Mundial de México como el partido de la “mano de Dios”.
Jorge Valdano afirma en uno de sus libros (y la afirmación me parece acertada) que el fútbol es el arte del engaño. Y que en esa jugada del primer gol a los ingleses el arte del engaño llega a su expresión máxima. Engaño desleal, claro, fuera de las reglas, poco decoroso, pero que sólo un genio fuera de serie como Maradona sería capaz de conseguir. Tal vez haya tanto talento puesto de manifiesto en esa trampita de potrero como en el segundo gol. Tal vez el grado de espontaneidad, la velocidad para tomar una decisión, hagan de ese gol algo único e irrepetible. También es posible definir el fútbol de una manera ligeramente distinta a como lo hace Valdano, el fútbol es la dinámica de lo impensado, decía Panzeri. Cuántas cosas habría sido necesario pensar en un milisegundo para tomar una decisión así, el arquero no llega, el juez de línea está lejos, el árbitro está a mi espalda, si no toco la pelota el arquero tampoco llega y me hace penal, si me sacan amarilla, pongo en riesgo mi participación en el Mundial. No, nadie piensa en todo eso en un milisegundo. Tiene razón Panzeri, eso es instinto puro, repentización, improvisación, genio en su estado más visceral y descarnado.
Todos los argentinos que contamos más de cincuenta años podríamos responder a la pregunta ¿dónde estabas en el momento del gol de Diego a los ingleses? Y, sobre todo, ¿con quién estabas? Y ahora hablo del otro gol, del gol arrancando desde mitad de cancha después de esa asistencia fenomenal del Negro Enrique, tal como él mismo, y con gran sentido del humor, se adjudicó alguna vez.
Si volvemos otra vez a Valdano, en alguna oportunidad planteó una comparación que demuestra la imposibilidad de decidir respecto a quién fue el mejor jugador de la historia. Pelé, dice Valdano, disponía de cuatro segundos para decir qué hacer cuando recibía un pase, Maradona, de dos y Messi debe resolver en un segundo. Esto impide cualquier comparación equitativa, porque si bien es cierto que podemos perfectamente imaginar cómo jugaría Messi si dispusiera de cuatro segundos para tomar una decisión, no hay forma de imaginar cómo hubiera reaccionado Pelé con un marcador encima y a la velocidad con la que se juega hoy al fútbol.
De todos modos, como todo argentino, me resulta casi imposible no involucrarme en la disyuntiva Messi – Maradona. Entiendo que cada persona debe ser valorada por lo mejor que hizo en su profesión, arte, labor, o que fuera. Y en ese sentido, creo que el mejor Maradona supera al mejor Messi. Si bien Maradona tuvo destellos aislados de fútbol exquisito, mientras que Messi se mantiene durante veinte años siendo el mejor, los momentos sublimes de Maradona han sido algo más que los mejores de Messi. Y no solo por el arte puesto en una jugada sino también por el contexto, ¡había que hacerles dos goles a los ingleses después de una guerra!
En lo personal, puedo agregar que me tocó un lindo momento para disfrutar de aquel mundial: mi año de egreso de la Escuela Industrial. El Mundial 86 quedará por siempre en mi recuerdo vinculado a ese compañerismo que sólo se alcanza en el colegio y que en ese último año llegaba a su punto culminante.
Del año que viene, sé que me acordaré poco porque tendré que hacer el Servicio Militar y eso ocupará toda mi atención (perdone el lector que en este ejercicio que hago domingo a domingo haya caído en la trampa de confundir los tiempos verbales y el pasado por momentos se convierta en futuro).
Ah, y no hay error en el título, dice dios y no Dios, ya que le damos en este caso a esa palabra un sentido metafórico, nuestra generación vio en Diego a una especie de divinidad.