La Divina Misericordia


Colaboración: Misioneras el P. Kolbe

La Divina Misericordia se celebra el primer domingo después de Pascua, es la fiesta del acercamiento de Dios por Amor, a través de la Encarnación y el Misterio de la Pascua. San Juan Pablo II, -el gran Papa de la Misericordia-, en su Encíclica sobre el Padre, titulada “Rico en Misericordia”, cita el Misterio Pascual como la mayor prueba de este atributo de Dios.

Esta celebración se origina en las revelaciones sobre la Divina Misericordia que Jesús hizo a Santa Faustina. “A las tres, ruega por Mi misericordia, en especial para los pecadores y aunque solo sea por un brevísimo momento, sumérgete en Mi Pasión, especialmente en Mi abandono en el momento de Mi agonía. Esta es la hora de la gran misericordia… En esta hora nada le será negado al alma que lo pida por los méritos de Mi Pasión”

Dijo San Juan Pablo II: “Desde el mismo comienzo de mi ministerio en la Cátedra de San Pedro, considero que este mensaje de la Divina Misericordia es mi tarea especial. La Providencia me lo ha asignado en esta situación del hombre, la Iglesia y el mundo. Puede decirse que es esta situación el precisamente el motivo por el cual se me asigna el mensaje como tarea frente a Dios.”

En 1997, en el Santuario de la Divina Misericordia en Cracovia, el Santo Padre San Juan Pablo II afirmó: “Si cada uno responde con sinceridad de corazón: “¡Jesús, confío en ti!”, encontrará Consuelo en todas sus angustias y en todos sus temores. Nada necesita el hombre como la divina Misericordia: ese amor que quiere bien, que compadece, que eleva al hombre, por encima de su debilidad, hacia las infinitas Alturas de la santidad de Dios.”

El Papa Francisco en el Domingo de la Divina Misericordia de 2024 invitó a preguntarnos: “¿Creo en el poder de la resurrección de Jesús, creo que ha resucitado? ¿Creo en su victoria sobre el pecado, el miedo y la muerte? ¿Me dejo implicar en la relación con el Señor, con Jesús? ¿Y dejo que Él me empuje a amar a los hermanos y las hermanas, y a tener esperanza todos los días?”

En palabras del Papa Francisco: “En la misericordia de Dios, sanan todas nuestras dolencias. Su misericordia no es distante: busca salir al encuentro de toda forma de pobreza y librar a este mundo de tantos tipos de esclavitud, desea tocar las heridas de todos y sanarlas. Ser apóstoles de la misericordia significa tocar y acariciar las heridas que afligen el cuerpo y el alma de tantos hermanos. Al curar esas heridas, profesamos a Jesús, lo hacemos presente y vivo; permitimos que otros, que tocan con sus propias manos su misericordia, lo reconozcan como “Señor y Dios” (Jn. 20,28), como el Apóstol Tomás. Esta es la misión que nos ha encomendado.”

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