Argentinos que se quieren ir
Por: Carlos Paladino
Hay preocupación por la gente que se va o quiere irse del país. De igual modo en que el gobierno se pregunta en qué errores incurrió para perder las PASO; se cuestiona (no es algo que le quite el sueño) sobre las motivaciones que causan el éxodo de jóvenes – y no tan jóvenes – intentando garantizarse una vida, que aquí no visualizan. No son cobardes ni traidores a la patria. Son argentinos capaces en sus profesiones y oficios que no tienen trabajo; mano de obra despedida por empresarios fundidos que no saben si volverán a abrir sus puertas a la producción, dado las exigencias laborales que las leyes y el sindicato precisan para mantenerse en pie. Emprendedores que no podrán reivindicarse ante la falta de créditos accesibles. Trabajadores de empresas que cerraron y se fueron a producir y fomentar el empleo a otro lugar. La llegada de industrias y mercados se vuelve esquiva si consideramos la cantidad de trabas, y el clima adverso que se pronostica. Las firmas en circulación no tomarán asalariados que no saben cómo pagarán, si no aumentan la producción y las ganancias. En muchos casos reemplazarán mano de obra nueva con horas extras. Ya tienen problemas con los sindicatos; ¿originar más? Los sindicalistas no colaboran con la creación de empleo.
Debemos decirlo, el sindicalismo argentino es la mayor contrariedad que dificulta la estabilidad y creación del trabajo genuino. Han logrado instalar el miedo entre las instituciones, son los principales cómplices de cierto factor de poder y, la derivación perniciosa de todo ese entuerto, cae como plomo en el trabajador que dicen: “defender”. Para los emprendimientos chicos y limitados la cuestión revela idénticas condiciones, la posibilidad de contratar gente es prohibitiva. Se las arreglarán como puedan. La actividad privada no brinda la seguridad que los trabajadores requieren; por eso, los aspirantes prefieren el trabajo en el estamento público. Ganarán más plata, gozarán de una asistencia social, no los van a echar y, seguramente, trabajarán menos. ¿Quién quería entrar, en los viejos tiempos a servir en los organismos estatales? Claro, de hecho, los docentes, personal de la sanidad pública, municipalidades y alguno más. Ascender en la actividad privada era todo un desafío personal y de competencia laboral perseverante con la finalidad de conquistar galones. Los patrones se “robaban” unos a otros, los mejores auxiliares. Hoy – en muchos casos – el mejor regalo que se le puede hacer a un patrón, es presentarle la renuncia. ¡Cómo cambiaron las cosas! Recuperar la economía argentina, bajo el dominio de estos condicionamientos es casi imposible.
Si mi país, (piensa el desilusionado), no me abre las posibilidades a una existencia digna, ¿qué me resta por hacer? Voy a llorar, voy a extrañar, me despediré de mis padres que tanto hicieron por mí y no sé si los veré de nuevo, Si formalizo una nueva familia me arraigaré definitivamente en la nueva tierra que será mi nueva Patria. Tal vez no me acostumbre nunca y viva nostálgico del afecto cotidiano del amigo que tal vez nunca logre reemplazar, del café espontáneo, del asado dominguero; en fin, de la caracterizada impronta argentina. Pero; otra no me queda. Mi país no hace nada por retenerme. Me resigno pensando: ¡si mi patria se hizo grande con inmigrantes! Muchos escapando de la guerra. La contradicción empeora la cruel realidad; a nosotros nos echan, argentinos que podríamos vivir y hacer crecer una nación que tiene riqueza suficiente para darnos. Entonces, repitamos la historia. Es una determinación difícil. La vida es así.
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¿Que han estado viviendo los individuos que abandonan espantados todos sus quereres, sus anhelos, sus ambiciones? Una de las respuestas pasa por continuidad de los desconciertos políticos y de una repugnante corrupción sin antifaz. Quienes parten de la premisa de liar los bártulos y abandonar su lugar, están recurriendo al último hálito de esperanza que atesoraban, haciendo tiempo, por ver si de una vez por todas, empiezan a corregirse los mismos trastornos e impedimentos, a los que no desean acostumbrarse y, menos aún, resignarse. Al fin y al cabo, sólo pretenden una vida normal. No mucho más que eso, pero, en armonía y tranquilidad. Que los días transcurran sin sobresaltos. Despertar y salir a trabajar convencido de que sus necesidades elementales de alimento, salud, educación, seguridad, están cubiertos. Pedirle esas substancias al siglo actual, no son exigencias desaforadas.
¿Cuáles otros motivos los vienen empujando para irse? En Argentina no se puede tener y padecer hambre. Bueno, hay casi 19 millones de pobres, que representan algo así como el 40,6%. La pobreza infantil toca el 54,3%, índice que afecta a 6 millones de menores de 14 años, de los cuales el 16,6% son indigentes. Según versiones creíbles. Inflación desorbitante con pobreza. Mucha asistencia a las escuelas tiene por única finalidad, la comida diaria suministrada a los alumnos por la cocina escolar. En lugares de inestables recursos, los comedores escolares son mantenidos con aportes particulares. Para los alumnos bajo esas circunstancias, la educación deja de representar la función primordial de la escuela. Fracciones pobres de la sociedad, son auxiliadas por comedores barriales atendidos por caritativos vecinos. Otros merenderos son ayudados por el estado, siempre y cuando se identifiquen con el ideal político del gobierno. Una verdadera maravilla de sensibilidad y caridad cristiana. La culpa es de Macri, pero, no al punto de no poder darles una comida sencilla a los chicos. Respecto de la educación superior, las universidades volverán a la presencialidad completa, en el mes de enero. El gremio les da una tregua. Qué decir de la inseguridad; a los malandras ya habidos, le sumamos los liberados por el gobierno por cuestiones de la… ¿pandemia? Salir o volver del trabajo (aquél que lo posee), es una verdadera muestra de valentía. A lo mejor conseguirlo le costó un infierno de colas, entrevistas y frustraciones y; ahora, lo asesinan por un celular, no valiéndose la víctima de compasión alguna; si es hombre, mujer, joven o viejo, da igual. Es el país seguro con que la mala democracia nos recompensa.
La forma de administrar justicia en Argentina, tampoco es un atenuante para revertir la urgencia de algunos ciudadanos de marcharse a otra parte. Los que fugaron la inmensa millonada que heredó Mauricio Macri, los ejecutores de las obras cobradas y no terminadas; están en libertad. Los grandes evasores como Cristóbal López, también, podrán pagar sus deudas fiscales (dinero con el que financiaba otras empresas) en cómodas cuotas. A este López, – no el de los bolsos – la AFIP le perdonó deudas y por ser un buen contribuyente le conceden una obra millonaria, en un tramo de la Ruta 3. Lo sucedido al pobre López es un ejemplo de cómo se comporta la Justicia argentina. ¿Miren lo mal que se juzga, que la señora Milagro Sala se siente “desilusionada y usada” por el Frente de Todos? Tiene razón, si la plata que le regalaron se usó y se repartió entre muchos. Los hechos de corruptela impune son inagotables. No alcanza el espacio para describirlos No creemos que convenzamos a nuestros futuros emigrados, si les recordamos los privilegios de los políticos y las iniquidades de la política. Seguro que al amigo o familiar que pronto hemos de desearle suerte, sacó las cuentas y sabe cómo será su vejez. Si emprende con sacrificio una actividad privada, da mano de obra y cumple con todos los requisitos de ley, se jubilará con una sabrosa suma que no le servirá para comprar los remedios; lo que le queda de vida no le alcanzará para arrepentirse de no haber incursionado en política; no destacada; en cualquier carguito de morondanga.
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Y puede que antes de “rajarse” tengan en cuenta como han especulado con su salud durante la pandemia. La compra de vacunas ideológicas se realizó tardíamente, porque las mismas debían ser rusas. O, mejor dicho, no provenir de países liberales y ricos. Tal vez se pensó que, con sonrisas y elogios, Putin (uno de los líderes más fuertes del mundo) se podía “ablandar” y tenernos en su círculo de preferencia. ¿Qué paso?… El kremlin envió la cantidad de inyectas hasta donde lo creyó prudente. Los argentinos nos inyectamos con demora. La última buena nueva ocurrió cuando “El Gobierno devolvió l.3 millones de dosis de Sputnik V a Rusia por problemas de etiquetado “(?) ¡Ojo1. La mala praxis acarrea graves consecuencias. El gobierno anticapitalista y antiliberal, mandó comprar 20 millones de dosis de vacunas Pfizer y 20 millones de Moderna.
Son muchos años de vivir al son de los procesos dictatoriales que nos marcan. Asimismo, acompañados de ineptitud, incapacidad, ignorancia del quehacer público; siempre con la incertidumbre del grado de malicia puesta en los actos de gobierno. Y si pensamos un poco; este acumulado de injusticias es en aras de salvar a esta generación corrupta que elegimos para que nos gobierne La justicia tiene responsabilidad fundamental en las decisiones de los ciudadanos que encuentran la solución en la huida; en el desarraigo forzado. Y, sí, convengamos que hay políticos que tendrían que estar detrás de las rejas presidiarias.
Gente argentina, si se van, que tengan suerte. No nos olviden.
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