Como decía el General


Libros / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)

Tan intensos y definitorios para el presente fueron aquellos años setenta, que los argentinos estamos condenados a volver y volver, cíclicamente, sobre ellos.

Onganía se mete en un callejón sin salida, un grupo de jóvenes decide secuestrar y matar a Aramburu, Lanusse toma la posta como dictador y se propone negociar con Perón una salida democrática. A partir de allí el tiempo pareciera correr a otra velocidad, con otra cadencia, con más vértigo. Lanusse piensa en una elección sin Perón, pero con peronistas (así de absurda puede llegar a ser nuestra historia), para que la ganara Balbín en segunda vuelta. El pronóstico le sale mal y Cámpora se convierte en el presidente que le abrirá definitivamente a Perón las puertas del regreso.

El creciente poder de López Rega en el círculo íntimo de Perón, el supuesto manejo de la izquierda más radicalizada que a Perón le sale mal, el rol de Isabel.

El lector estará pensando, pero todo esto se contó miles de veces, existen textos como para llenar una biblioteca con ese tema. Eso es cierto, pero faltaba una versión.

Y no es una versión más, es la versión de alguien que pudo seguir este proceso histórico bien de cerca, casi diríamos desde adentro. Juan Manual Abal Medina nació en el cuarenta y cinco y a los veinticinco años se convirtió en delegado de Perón. Los permanentes viajes a Puerta de Hierro, los vínculos con el sindicalismo y con la Juventud Peronista le confieren un enfoque más que particular para acercanos a aquellos años tan convulsionados.

Editorial Planeta publicó hace unos pocos meses “Conocer a Perón”, de Juan Manuel Abal Medina, despertando gran interés y, como no podía ser de otro modo, gran controversia.

Tal vez la elección de Abal Medida, por parte de Perón, ofreciera una pista de lo que vendría posteriormente y, además, sirviría para explicar posteriores decisiones tomadas por el tres veces presidente de los argentinos. Perón suponía que Abal Medina sería “intocable” para la Juventud Peronista y para Montoneros. Hermano mayor de Fernando, fundador de la organización y recientemente muerto por la policía, Juan Manuel, a pesar de no tener vínculos directos con los grupos más violentos, sería una pieza clave para que Perón pudiera ganarse (al menos por un tiempo) la confianza de los que habían decidido con el secuestro de Aramburu el final de la resistencia peronista y el inicio de la ofensiva. Por otra parte, Abal Medina constituía un buen interlocutor con José Ignacio Rucci, líder sindicar. La conocida estrategia del juego a dos puntas de Perón encontraba en Abal Medina una pieza clave.

La tesis principal del texto, o el enfoque que más se aparta de lo que con el tiempo se fue convirtiendo en la explicación recurrente sobre cómo se dieron los hechos en aquellos años, tal vez haya que buscarla en la defensa que Abal Medina hace de Perón en relación a su vínculo con la juventud más radicalizada. Perón sobreestima su influencia, cree que una vez en el gobierno podrá aplacar los intentos de llevar su movimiento hacia lo que se definía como la Patria Socialista. Pero de ningún modo, según el texto, Perón utiliza y engaña a aquel sector del movimiento.

Según Abal Medina, Perón empezó a olfatear que algo no andaba del todo bien cuando se enteró de que en los actos proselitistas había un cantito que se imponía cada vez más: “Montoneros y Perón, conducción, conducción”. El grupo liderado ahora por Firmenich, no se contentaba con acompañar o forzar el regreso del viejo líder, por el contrario, le disputaba el derecho a decidir el futuro, a acompañar o al menos supervisar el desarrollo del inminente tercer gobierno peronista.

Conociendo la visión política de Perón, debo confesar que, como lector, me cuesta asumir que no haya entendido mucho tiempo antes lo que vendría después. Aceptar que Perón se sintió sorprendido por la insolencia de estos jóvenes a los que luego tildaría de imberbes, no resulta sencillo, ya que implica desestimar justamente esa capacidad estratégica que le permitió dominar la política nacional durante treinta años.

De todos modos, aquel enfrentamiento que nos llevaría a nuestra noche más sangrienta era inevitable. El proyecto de Montoneros necesitaba (y esta es una opinión de quien escribe esta nota y no del autor del libro que hoy reseñamos) de un Perón muerto o incapacitado por cuestiones de salud para gobernar.

Por último, y tal como hemos esbozado ya en otras oportunidades en esta columna dominical, Lanusse se guarda hasta el final su única carta ganadora, esa carta ganadora es la convicción de que Perón, quien se había formado en las mismas aulas y con los mismos profesores que él, nunca dejaría de ser un oficial del Ejército Argentino, y un oficial del Ejército Argentino, para Lanusse, que en esto muestra gran lucidez, jamás será marxista. Y en eso tuvo razón.

Ameno, entretenido, con una prosa cuidada y vertiginosa, Juan Manuel Abal Medina nos sumerge nuevamente en una de las etapas más interesantes de nuestra historia. Un libro imperdible.

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