El que sabe, sabe, el que no… se dedica a la política

Por Carlos Paladino

“La política es el campo de trabajo de ciertas mentes mediocres” (F. Nietzsche)


El exuberante pensador alemán, mil veces discutido durante años, fue quien emitió la frase del epígrafe. En sus libros dejaba un terminante vaticinio; advertía que sus escritos serían comprendidos en el futuro.  Nietzsche tuvo una vida activa desde 1865 hasta 1889; un año después murió a causa de parálisis general o, como resumieron otros, “de locura” Un crítico impiadoso con la religión y la filosofía occidental, por el ascendiente negativo que ejercieron sobre la cultura occidental, sobre la racionalidad occidental. Al hombre –decía – le habían quitado sus instintos, obra de esta sistematizada ilustración, supuesta formación racional de la familia europea.  Esto le valió las peores apreciaciones morales –  substancialmente por sus ataques al cristianismo – hasta que el tiempo y la evolución de la reflexión humana, lo fueron concibiendo en su real dimensión. Pero, es mejor leerlo con la mente abierta.                                                          

Hoy, creemos no equivocarnos, si aceptamos que la hora de reconocer sus asertos en lo relativo al tema político (al menos en Argentina) llegó.

La problemática (ahora se estila decir así) patria, está compuesta por una serie de problemas oscuros, insolubles, misteriosos que, algunos países pueden observar y, de igual manera, los pueden resolver, De hecho, los han resuelto.  En algunos los inconvenientes se establecen con más rigor que en otros; no obstante, en aquellos que adhirieron al sistema democrático, la sensatez política, los fue solucionando. Europa fue arrasada por las guerras; sus países víctimas de una hecatombe general, la miseria atroz que siguió los consumió; sin embargo, los vemos radiantes – cotejándolos con el nuestro – y dispuestos a recibir y darse todavía un estirón, abriendo las puertas a los argentinos que menospreciamos, con ganas de forjarse un futuro. El viejo mundo se supo imponer a la catástrofe masiva, en cambio, el patrimonio natural de nuestro territorio y el esfuerzo de su gente, nunca desbastados ni saqueados por elementos chocantes foráneos, han servido para profanar al pueblo y la nación. A poco de indagar encontramos que la tanda de males e injusticias se trasmiten de generación en generación; conflictos remediables, confiados a ser corregidos a una clase política que se trasmite de generación en generación, accedidos al poder gracias a una calaña estúpida y obstinada (nosotros) que persiste con la misma cantinela, de generación en generación. Los mismos malos comediantes no arreglan una mala obra, a lo sumo lograrán remendarla un poco.  Buenos actores y actrices, hay muchos en el suelo propio.

No asombra la mediocridad del hombre político. Lo anticipó el alemán hace mucho; la política aturde sus cabezas mediocres y bien que lo podemos confirmar.

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Los ciudadanos no deben pagar la terquedad de los funcionarios por ocupar cargos públicos para los que no tienen cabida por inexperiencia e incapacidad. Se asemejan a una calesita que gira y gira, siempre con los mismos figurantes enclavados en su eterno lugar; el caballito, el autito, el trencito dando vueltas para entretener a los niños. Más de eso nada, aunque sirvan para alegrar a los chicos. A los figurantes políticos torpes e ineptos, incumbe que abandonen la misión; reconocer las limitaciones personales es una acción civilizada, muy digna. Tampoco escapa a nuestra responsabilidad republicana, exigir un pronto cambio de los sempiternos rematados funcionarios. Si no tienen trabajo que no lo consigan a costa de la gente inocente, imposibilitada de producir esos rápidos cambios con los medios disponibles a su alcance.  Si no, el burócrata estará expuesto en toda ocasión, a dar respuestas poco felices como lo hizo el señor Aníbal Fernández ante una pregunta acerca de otorgarle mayor seguridad a la señora Cristina Kirchner previniendo un nuevo atentado criminal, al cual no se le ocurrió otra cosa que alegar: “Eso lo va a evaluar su custodia. Yo no soy policía; soy contador y abogado” Por supuesto que, al Ministro de Seguridad de la Nación, le importa un pito lo que dijo y lo que nosotros pensemos sobre sus expresiones. Es uno de los políticos trasmisibles de generación en generación, sin incumbir su reputación ¿Sus antecedentes lo asocian propiciamente con el pomposo cargo y compromiso atribuido a su responsabilidad?

Las enormes dificultades que Argentina hereda a través de los años, han sido y son endosadas por la ineficacia, la desmedida desfachatez, la desvergüenza incalculable de las acciones de gobierno. Mentalidades mediocres y algo más: ni siquiera imaginadas por intelectos tan esclarecidos y convulsionados como el del célebre Nietzsche. La esencia argentina hizo realidad y superó aquél cerebro genial.

¿Cuáles son los obstáculos que la nación está forzada a vencer si quiere integrarse al conjunto de países occidentales evolucionados? ¡Los mismos de siempre!… los nefastos, los iguales y repetidos, endilgados por las generaciones anteriores, que no han sabido frenar su constante deterioro. Injusticia, corrupción, inflación, inseguridad, violencia, desigualdad, salud, atraso educativo, trabajo sustentable, y demás.

Todos estandartes proselitistas levantados con el compromiso de terminar con ese flagelo de nunca acabar, perpetuo, agobiante que, arteramente incumplidos, acaban apilándose en la grave crisis democrática e institucional que soportamos serenamente. Un premio a la continuidad de las mentes mediocres, rastreras y acomodaticias al mejor postor del momento. El paralelismo en las formas de encarar la corrupción, la desigualdad, el hambre y la miseria que atraviesa a nuestro pueblo, tienen el sello uniforme que le imprimieron las políticas generacionales, con la discrecionalidad como soporte corporativo. Las diferencias entre generaciones, establecen los diferentes tipos de generaciones que existen. La diversidad generacional es notable en muchos cuerpos de la sociedad: en los hogares; en la actividad laboral y/o empresarial; en las relaciones entre asociaciones comerciales, educativas, artísticas, etc. En cambio, pareciera no existir diferencias generacionales en la forma de “hacer política en Argentina” Los errores, las componendas a la vista de todos, la deslealtad, la hipocresía, el choreo con total desparpajo, el silencio encubridor e impúdico, no ocasionan diferencias; más bien son condiciones elogiosas que, con orgullo, se pasan unos a otros. ¿Cuantos años hace que vemos girar alrededor del queso a los mismos incapaces, sin distingo alguno? ¿En base al albedrío de estos personajes archiconocidos, fundaremos la esperanza de que alguna vez las cosas cambien?

A los que saben, les impiden hacer. Las mentes mediocres, seguirán estando a cargo. Triste conclusión.  

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