Érase una vez en San Luis

Algo de la vida de mi hermano Diego en relación a su amor por el cine, la música y el diseño por medio de la cual llegó a formar una hermosa familia.

Tiempo de lectura estimado:  5:30 minutos

Por: Arq. Jorge Hugo Figueroa.

Éramos apenas unos críos, jugando en un mundo parecido a éste. Una mezcla de realidad y fantasía, en donde simulábamos escenas de películas y series. Como aquella vez en la que quisimos imitar una escena de “La espada en la piedra” en la que forjaban una espada y terminamos con quemaduras de primer grado en las manos.

Como mi padre tenía una filmadora de “súper 8mm” pudimos aparecer en diversos filmes familiares (al principio “mudos” y luego “sonoros”) desde muy pequeños. Así fue que en un verano en Necochea filmamos una película hogareña llamada “Una excursión al barco hundido”.

  Extracto del film hogareño “Una excursión al barco hundido” filmado en el verano del año 1982.

 (Para ubicarnos en el tiempo, faltaban unos dos meses para que comenzara la “Guerra de las Malvinas”) (ver nota: https://enlineanoticias.com.ar/recuerdos-del-2-de-abril-de-1982/)

  Los años fueron pasando y hasta probamos hacer algunas pruebas de películas con una filmadora que usaba éste tipo de video casetes:

  Y luego… ¡simplemente pasaron los años!

  Un día me entero que Diego se iba a ir a vivir a San Luis, a la par yo había terminado la carrera y me estaba por ir a vivir a Santa Fe.

  Érase una vez en San Luis

  • ¿Cómo empieza tu relación con los “videoclubes”, es decir, como cliente?
  • Fue como una especie de explanada en donde soñar que te quedabas encerrado en un video club y podías ver la película que vos quieras. Sacar el casete, ponerlo en la casetera y la veías. Y bueno, desde soñar con eso hasta que empezamos a ir alquilarlas a lugares en Olavarría como el célebre “Master Video Club”, por ejemplo. De modo que así se organizaban los viernes de películas y pizzas/empanadas. Al trabajar en un video club y gustarte las películas, es como que la relación es más que un trabajo, hay una gran pasión detrás de todo esto. Y la pasión aparece que cuando viene una clienta a pedirte por… “una película que salió en el año 72, de unos perros doberman, entrenados para robar un banco” y ahí te viene el título a la cabeza y se la traes para que la pueda ver (N. del R.: la película a la que hace referencia, Diego,  se llama “El clan de los doberman”). El mismo amor por el cine hace que te sea apasionante éste trabajo. Hoy por hoy, por ejemplo, jugar con mis hijas “¿a que película pertenece tal música o escena?”, que vos también lo sabes porque cuando éramos chicos jugábamos a lo mismo. En concreto, viviendo ya en San Luis, la conozco a mi actual esposa y es así que me entero de Cinema video club, que era el local de su familia. Cuando novios, la pasaba a buscar y en esos momentos me entusiasmaba hablando de cine con los clientes. Así era que los clientes terminaban alquilando una o más películas además de la que habían ido a buscar porque yo les iba recomendando diferentes obras. Héctor, quien se convertiría con los años en mi suegro, me preguntó un día en donde estaba trabajando y bueno, en esa charla fue donde surgió que la propuesta de comenzar a trabajar en el video club. Para mí era el sueño de mi vida y así pude empezar a trabajar dentro de un video club.
Diego Fernando Figueroa.

Interior del local.

Fachada del local.

  • En todos éstos años debes tener cientos de anécdotas ¿querés compartirnos algunas?
  • Sí, hay un montón de situaciones de situaciones; desde tragicómicas, pasando por paranormales hasta llegar a las policiales. De todo.

  Emergencia en el privado.

Por ejemplo, en los locales teníamos un área privada, un lugar medio cerrado en donde se ubicaban las películas pornográficas. Como nos había pasado infinidad de veces que los clientes se robaban las cajas (supongo que por las fotos) había una cámara de seguridad ubicada en el cielorraso que filmaba todo lo que sucedía allí dentro. Resulta que estaba con mi suegro y en la cámara vemos a un niño dentro de ese espacio tomando caja tras caja y observándolas. De inmediato fui al ambiente y al correr de improviso la cortina de la puerta se da vuelta la persona y ahí me doy cuenta que no era un chico sino que era un adulto muy bajito de estatura, que al verme entrar de ese modo se sobresaltó. Yo para disimular me puse a acomodar unas cajas que estaban sobre uno de los lados bajo la mirada molesta del pequeño cliente.

  El cantante de tango.

  En otra oportunidad, había caído la noche y estaba por cerrar el local (esto fue cerca del año 2013, más o menos, lo recuerdo perfectamente porque habíamos decidido subdividir un local grande e incorporar una zona cerrada donde se funcionaba un centro de estética). Como decía, estaba a punto de cerrar y veo que se aproxima un viejecito muy abrigado, desde la oscuridad de un feroz invierno puntano. Le permito pasar y el hombre me dice: “Mire, estoy necesitando un favor enorme. Yo soy cantante de tangos y tengo que sacar los temas cantados por mí y que grabé con mi celular para pasarlos a un cd de música. Los tendría que hacer ya mismo porque en algunas horas tengo que salir en un vuelo para Buenos Aires”. Si, le dije, no hay problema y el hombre mete la mano en el bolsillo y saca un ¡nokia 1100! (N.R.: para quienes no lo recuerden, un nokia 1100 era un tipo de celular muy básico, generalmente blanco, con las teclas impresas sobre un plástico translúcido, extremadamente resistente). Le digo, “Mire señor, es imposible que yo pueda sacar los temas que usted a grabado en éste equipo y para serle sincero, no tengo idea como pudo haber guardado los archivos de audio aquí”. El hombre empezó, literalmente, a sollozar. Me partió el alma y le digo, “bueno veamos qué podemos hacer”. Lo primero que hice fue pedirle los nombres de los tangos que él sabía cantar. Así conseguí las pistas (la música sola de las canciones), luego le pregunté a mi esposa si podía usar uno de los box de depilación (que naturalmente a esas horas de la noche estaban vacíos). Como no tuvo inconveniente, le pedí al señor que tome asiento en medio del box (hecho con paneles tipo durlok) y puse un micrófono justo delante de él, ¡detrás estaba la camilla depilatoria!. Bueno, por un lado reproducía la pista del tema por unos parlantes grandes para que el cantante pudiera llevar el ritmo y por otro lado la misma pista se reproducía en un programa de edición de audio que tenía. Al mismo programa entraba el registro del audio del cantante (es decir que lo que él estaba cantando en vivo se unía con la música en el programa de edición). Como el tema se grabó perfectamente, hicimos lo mismo con otras ¡21 canciones! Afortunadamente salieron perfectamente grabadas en un cd de audio. Pasó mucho tiempo y un buen día me entero que éste cantante había sido aplaudido en un festival internacional de tango hecho en la ciudad de Buenos Aires, lugar donde se reprodujeron en varias ocasiones las canciones que habíamos grabado en un set de depilación.

Un digno musical cordobés

  Me acuerdo que una noche llovía terriblemente, casi toda la mañana y la tarde había estado el clima, con lo cual tuvimos muchísimos alquileres y a esa hora todavía quedaban clientes buscando alguna peli para el fin de semana. De pronto veo una camioneta tipo “van”, enorme que estaciona justo en la puerta del local. Se abre la puerta corrediza y baja un flaco casi idéntico a “Pocho La pantera”. Pantalones negros de cuero ajustado, una camisa blanca desprendida hasta el esternón y una cantidad infinita de cadenas de oro. Se acerca al mostrador y me dice “Necesito comprar cds de audio de música cuartetera”. Como se le ocurrió que quería escuchar algo del contenido antes de comprarlos puse uno de los cd en el reproductor y el local se llenó de música cuartetera. En ese mismo momento sale taconeando con sus “botas texanas” hasta la puerta del local y hace señas hacia dentro del vehículo como para que alguien salga y entre al local. Tamaña sorpresa tuve cuando se vuelve a abrir la puerta corrediza y empiezan a salir unas ocho bailarinas vestidas para un show irían a dar quien sabe dónde, pero vestidas con botas, minifaldas, vestidos escotados, etcétera. Y ahí nomás se pusieron a bailar dentro del local invitando a la clientela a bailar al ritmo de “La mona Gimenez”, de “El potro Rodrigo”, de “Walter Olmos” y un montón más que yo no recuerdo. Como estaba todo tan divertido, conecté unas luces estroboscópicas y otras de colores ¡para alegrar la velada! Estuvo todo tan bueno que hasta hubo gente que no eran clientes pero que al ver tanta algarabía y ambiente festivo entraron, bailaron un rato y de paso se alquilaron varias películas. Al cabo de unas dos horas se dio por terminado el show y la gente despidió a los bailarines en una lluvia de aplausos.

  Una escena de Quentin Tarantino

  En el local siempre tuvimos una nutrida clientela policial. Era habitual que se reunieran gran cantidad de efectivos, los cuales, habiendo terminado su jornada laboral pasaban a alquilar algo para alguna reunión o bien simplemente para pasar el rato en sus hogares. A veces estaban “de civil” y otras uniformados. Aquella tarde, de domingo había tanto de unos como de otros, por casualidad los que estaban de uniforme andaban por los mostradores del fondo y los otros, por los que estaban cerca de la vidriera. De improviso veo que cuatro tipos entran al local de forma bastante violenta y en el preciso instante en que el primero abre su campera para sacar una pistola los quince o veinte policías sacaron sus armas  reglamentarias ¡y los detuvieron a todos!. Imaginen la cara de sorpresa de los asaltantes cuando se vieron rodeados casi en lo inmediato. A los minutos llegaron varios móviles y se los fueron llevando detenidos de a uno mientras esperaban en fila, esposados en la vereda.

  Video club “Pret a Porter”

    Cerca del local más céntrico de “Cinema video club”, en la ciudad de San Luis, hay una plaza enorme y una tardecita estaba paseando y un grupo de diseñadores de moda hicieron una intervención improvisada que salió genial. Hablé con uno de ellos y le pregunté si les gustaría hacer una igual en el local, a lo cual accedió muy entusiasmado. Pasó bastante tiempo y una tarde me llama por teléfono para ver si la intervención se podía hacer en unas dos horas ¡con el local absolutamente lleno! Por supuesto que con mi esposa Yanina le dijimos que sí y preparamos nuevamente con música e iluminación adecuada la gran sorpresa. Estuvo genial, porque cuando menos se lo imaginaban se abrieron las puertas del local y empezaron a entras las modelos luciendo unos vestidos espectaculares, la gente aún sin entender nada abrían paso para que pudiera pasar el desfile. Se sacaban fotos y se filmaban en medio de una enorme algarabía general. Esa celebración en particular fue muy recordada y hasta el día de hoy clientas y clientes me siguen preguntando si se va a volver a hacer.

Una situación comprometida

  Muchos no lo recordarán, pero hubo una época en que no había una red celular tan desarrollada como hoy en día y tampoco había una internet tan espectacular como hoy disfrutamos, así que para poder organizar los registros de los clientes (deudas que tuvieran de alquileres en un local y luego quisieran ir a saldarlas a otro, etcétera, usábamos radios (como los que usaban los “Dukes de Hazard” o los remises o taxis”. Resulta que estas radios tenían un altavoz importante para poder oír claramente lo que contestaban desde el otro lado. Creo que fue un sábado al mediodía llega una viejecita acompañada por su nieto. Así como era de bajita la señora era de gigante el nieto, un muchacho de más de un metro noventa y con un rictus en el rostro absurdamente serio. Les pregunté en que los podía ayudar. La anciana me dice: “Quería abonar un saldo pendiente que me había quedado en el otro local”, a lo cual le dije que no había inconveniente así que tomé la radio y diciendo “Atención: Mariano. ¿Serías tan amable de fijarte en los registros de deudas de clientes por un monto que tengo aquí a la clienta y quiere abonar?”. Del otro lado, me preguntan “Si, como no. ¿Cuál es el nombre y apellido de la clienta?”. La señora se adelanta y me dice “Señora Mirta Concha”… Por esas tonterías que se tiene a cierta edad y desconociendo que yo tenía a la señora y, sobretodo, a su “nietito” a mi lado, el empleado de aquel entonces me vuelve a preguntar en medio de los murmullos evidentemente burlones de fondo. “Mirta Concha, ¿me dices?”. Un sudor frío corrió por mi frente y casi temblando le digo “Mariano, por favor, ¿me podrías indicar sólo el monto que debe ser abonado?”. Encima, desde el otro lado iba aumentando el murmullo molesto y yo, ya me veía volando a los golpes. “Mariano”, le dije casi rogando para que dejaran de actuar como unos estúpidos, “están los clientes aquí a mi lado, ¿pudiste encontrar el registro?”. Ahí parece ser que cayeron en la cuenta de lo que estaba pasando y al fin me pasaron los datos necesarios para abonaran la deuda. Les pedí mil disculpas por ese momento tan incómodo. La señora no pudo evitar comenzar a reírse porque yo estaba rojo de la vergüenza y todavía temblando ante la posibilidad de ser desmembrado por el “nietito”.

Dígalo con mímica.

  Hay clientes muy particulares, uno de ellos, un tipazo, suele olvidarse fácilmente los nombres de las películas y como no tiene ningún tipo de vergüenza al expresarse me indica las películas o imitando alguna escena de la misma (en voz alta, esté quien esté en el local), o tarareando o cantando las diversas bandas de sonido, el problema es que como no siempre recuerda las canciones improvisa algunas partes ¡y eso hace muy gracioso e imposible que pueda saber de qué película me está hablando!

Una película de enredos.

  Un día fui a ver el estreno de la película “Iron Man 3” a un cine que hace proyecciones  en 3D. Como era habitual fui con mi remera del video club (en la espalda dice “Cinema video club”) y al salir del cine había en la recepción, canapés, vinos y diversas bebidas. Resulta que me estoy por ir y un periodista me encara con el micrófono y una cámara elogiándome por las instalaciones, por lo fantástico del cine 3D y demás. Yo accedí gustosamente a dar la nota, hablando de todas esas tecnologías novedosas y las comodidades de las salas, de lo bueno que era para industria y demás. Luego me despidieron muy agradecidos. Nunca notaron que habían confundido el nombre “Cinema Video club” con “Cinema Center”, por esa razón me confundieron con alguien de la empresa. Igualmente no hice más que elogiarlos porque verdaderamente se trata de una empresa que da excelentes servicios.

El exorcista

  Supo haber un cura (ya fallecido hace varios años). Era un hombre corpulento, con mucho sobre peso el que, al día de hoy sin saber las razones (suponemos que debe haber sido casi por broma) comenzó a arrojar agua bendita dentro del local, haciendo una especie de exorcismo sorprendiendo a los clientes, algunos de los cuales lo tomaron con gracia pero otros hasta llegaron a enojarse con éste señor. Ésta persona solía venir a charlar con nosotros y de paso con algunos conocidos. Como decimos, hasta el día de hoy no sabemos si supuso algo o quien sabe porqué, pero se dio ese hecho de lo más curioso (si bien es cierto que bastante tiempo antes vi un termo salir volando de una estantería y caer libremente varios metros más lejos).

  Y bueno, después hemos hecho karaokes, servir café y dar comodidades que no era habitual que las brindara un video club.

  • ¿Cómo se puede llevar adelante una empresa como ésta cuando tenés las plataformas actuales con cientos de películas nuevas?
  • Cuando llegó la cuarentena/pandemia nosotros habíamos empezado a trabajar mucho con el whatsapp, con los alquileres por ese medio, por eso es que se pudo aprovechar muy bien el sistema y junto con esa herramienta tenés que considerar que las plataformas ofrecen una cantidad reducida de títulos, sobre todo, en cuanto a películas de años anteriores. Nosotros disponemos de un catálogo gigantesco y te puedo asegurar sería rarísimo que no tuviéramos alguna película (largometrajes, sobre todo). Otra característica es que al trabajar por medios digitales se redujo el espacio del local del video club y a mí me gustaría volver a disponer de un espacio más amplio (como el que te contaba donde pudimos hacer un desfile) pero la realidad de hoy es que por ese espacio está compartido ahora con otros dos emprendimientosy al medio seguimos con nuestro querido Cinema video club.
  • Una última pregunta ¿Seguís teniendo el original del largometraje “La gran carrera de quesos”?
  • ¡Por supuesto que sí! Se alquila sin cargo para los estudiantes de cine (N.R.: Se trata del primer largometraje en el que quedé seleccionado).

Trailer del largometraje argentino “La gran carrera de Quesos”

Largometraje completo “La gran carrera de quesos” de difusión gratuita.

  Antes de concluir les quiero agradecer y enviar un afectuoso saludo a toda la familia Héctor y Lidia Alba y a Yanina Alba/Figueroa (quienes crearon al “Cinema Videoclub”) y a Diego Figueroa, Sofía, Fernanda y Natalia (quienes se sumaron siguiendo adelante con todos éstos anhelos), celebrando que hoy por hoy se pueda continuar con un emprendimiento tan bello, adaptándose a los cambios propios de cada era, de cada “nuevo mundo”.

Arq. Jorge Hugo Figueroa.

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