Jerga futbolera

Carlos Verucchi, escribe.


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Como toda disciplina, el fútbol tiene su jerga particular, sus modismos. En argentina esa jerga está llena de lugares comunes y definiciones esotéricas, sólo para entendidos o iniciados. A veces constituyen simplificaciones valiosas que le permiten a un aficionado (bueno, a un hincha) sintetizar con una sola palabra una idea o un concepto muy elaborado.

Los relatores de fútbol, que siguen manejándose con un estilo que fue diseñado para ser funcional a las transmisiones de radio y que se vale de muchas simplificaciones que permiten contar en “tiempo real” lo que sucede dentro de una cancha, caen con demasiada frecuencia en el uso de esa jerga tan cerrada.

Alguna vez me demoré horas explicándole a alguien que no domina el lenguaje futbolero la diferencia entre las expresiones “va bien arriba” y “se va bien arriba”. No existe diferencia gramatical entre una y otra me porfiaba aquel novato que miraba un partido de manera excepcional y sólo porque se jugaba el mundial. “Se va bien arriba” significa que un defensor pasa al ataque con autoridad y solvencia, mientras que “va bien arriba” significa que un jugador es bueno saltando para cabecear un centro. Más sutil no podría ser la diferencia.

Otras definiciones más puntuales permiten señalar el perfil de un jugador y condenarlo para toda su carrera. Por ejemplo, no hay mejor manera de denigrar a un jugador que retacea la entrega o el compromiso con el equipo, o que no muestra suficiente temple en los momentos más calientes, que tildándolo de “pecho frío”. Ese otro jugador elegante que juega de doble cinco (otra definición actual para designar lo que sería un cinco bis), que quiere asegurar el pase y no “rifar” la pelota, tiene que saber limitarse en sus gambetas para no caer en la famosa categoría de “calesitero”.

Si un jugador se hiciera fama de “áspero” o de “rústico”, automáticamente bajaría su cotización en el mercado. Sería el caso de jugadores a los que les resulta más atractivo erosionar los tobillos de los rivales que dar un buen pase o hacer una gambeta. Estas definiciones caben más que nada para los mediocampistas, ya que para los defensores resulta más ilustrativo el también metafórico “éste le pega hasta a la madre” o el “pasa la pelota pero no el hombre”.

Un eufemismo que remite a operaciones militares hace alusión al “cambio de frente”, esto es: cambiar con un pelotazo el costado del campo de juego por el que se pretende atacar.

Pobre del delantero al que se lo describa como: “no le hace goles ni al arco iris”. Difícilmente alguien así consiga club, salvo que justo lo necesite un ex técnico de Boca que hace unos años buscaba centrodelanteros no para hacer goles sino para cumplir con otras funciones (sería algo así como poner un arquero que no supiera atajar pero fuera bueno para patear tiros libres).

Y hablando de arqueros, siempre me llamó la atención esa muletilla que usan los relatores: “agazapado el arquero”. Pareciera que el verbo agazapar sólo se le puede atribuir a un arquero de fútbol al que se le está por patear un penal (y perdonen lo de patear, es otra definición de la jerga, imprescindible en este caso ya que si alguien dijera está por darle un punta pié al balón seria de inmediato expulsado de todos los estadios y caería sobre él la prohibición de por vida para meterse en conversaciones futboleras). En fin, nunca escuché que nadie estuviera agazapado esperando otra acción que no fuera la de un penal. Por otra parte, parecería que un arquero al que le van a patear un penal no puede hacer ninguna otra cosa que agazaparse.

Y así podríamos seguir indefinidamente. Sobre todo si nos metiéramos con el metafísico arte de “hacer tiempo”, que si se lo tomara literalmente podría servirnos para retrasar el envejecimiento o para disponer de más tiempo para la lectura o para la actividad que nos guste.

Nos despedimos hasta el domingo que viene, dios mediante (esa también es típica de relator) y nos vamos con un buen chanfle al ángulo, para inflar la red y que el arquero la tenga que ir buscar adentro.

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