Joaquín y Ana, abuelos de Jesús


Por: Abel Galzerano, catequista y consagrado a la Virgen (Banfield )

El culto a los abuelos de Jesús se desarrolló primero en Oriente, luego en Occidente. En 1481, el Papa Sixto IV introdujo la fiesta de Santa Ana en el Breviario Romano, fijando la fecha de la memoria litúrgica en el 26 de julio y, en 1584, Gregorio XIII introdujo la celebración litúrgica en el Misal Romano, extendiéndola a toda la Iglesia. En 1510, el Papa Julio II introdujo la memoria de San Joaquín en el calendario el 20 de marzo. Con la reforma litúrgica que siguió al Concilio Vaticano II en 1969, se unificó en una sola celebración el 26 de julio. Una antigua tradición, que arranca del siglo II, atribuye los nombres San Joaquín (que significa “Prepara”) y Santa Ana (que significa “Gracia”) a los padres de la Santísima Virgen María.

San Joaquín era venerado por los griegos desde muy temprano. Es el santo patrón de numerosos pueblos en Hispanoamérica, España y las Filipinas.  Santa Ana , amaba a Dios de todo corazón y buscaba cumplir su santa voluntad en todos los actos de su vida.

 El Papa Benedicto XVI en el año 2009 expresaba: “ …. me suscita un punto de reflexión la memoria de hoy de los santos Joaquín y Ana, padres de la Virgen y, por lo tanto, abuelos de Jesús. Esta memoria litúrgica hace pensar en el tema de la educación, que ocupa un lugar importante en la pastoral de la Iglesia. En particular, nos invita a rezar por los abuelos, que en la familia son los depositarios y a menudo los testigos de los valores fundamentales de la vida. La tarea educativa de los abuelos siempre es muy importante, más todavía cuando, por distintas razones, los padres no pueden asegurar una presencia adecuada junto a sus hijos cuando están creciendo”.

El domingo 1° de junio del presente año en el Jubileo de las Familias, los Niños, los Abuelos y los Ancianos en la Plaza de San Pedro el Papa León dejó un mensaje en el cual subrayaba la importancia de la familia… “… en la familia, la fe se transmite junto con la vida, de generación en generación: se comparte como el pan de la mesa y los afectos del corazón. Esto la convierte en un lugar privilegiado para encontrar a Jesús, que nos ama y siempre quiere nuestro bien. Y expresa un pedido para los abuelos: “…. a ustedes, queridos abuelos y ancianos, les recomiendo que velen, con sabiduría y ternura, por quienes aman, con la humildad y paciencia que se aprenden con los años”.

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