La historia de Juan Vucetich, inventor del sistema dactiloscópico


Juan Vucetich caricaturizado por el dibujante Cao para Caras y Caretas. (Revista C&C 224, 17 de enero de 1903)

Por Marcelo Metayer, de la Agencia DIB

Muchas veces al día desbloqueo mi celular con el extremo de mi dedo. Cada jornada hago algo similar al entrar y salir de mi trabajo como manera de dejar constancia de mi presencia. Utilizar nuestra huella dactilar como identificación nos parece algo lógico y cotidiano. Pero no hace tanto era algo revolucionario y el mero hecho de encontrar a un criminal usando sus huellas parecía un acto mágico. Fue lo que hizo por primera vez un croata que llegó a Argentina como inmigrante a fines del siglo XIX y terminó en lo más alto de la ciencia criminológica, ocupando un sitio entre los grandes sabios de la época: Juan Vucetich. Este sábado 25 de enero de 2025 se cumplió el centenario de su muerte y se realizó un homenaje especial en su sepultura en el Panteón de Socorros Mutuos de la Policía en el Cementerio de La Plata. Es una fecha ideal, entonces, para conocer su historia.

La guía de turismo y especialista en la necrópolis platense Cristina Espinosa llevó a incontables curiosos a conocer el sitio de último descanso de Vucetich, y este sábado encabezó la conmemoración por los cien años de su fallecimiento. Cuenta que “Juan Vucetich era croata, nacido como Iván Vučetić el 20 de julio de 1858 en la isla de Hvar. Realizó sus primeros estudios con monjes austríacos y llegó a Buenos Aires el 24 de febrero de 1884”.

Continúa: “Su primer trabajo fue en Obras Sanitarias, como capataz. Pasaron cuatro años y se dirigió a la recién fundada ciudad de La Plata”. El 15 de noviembre de 1888 ingresó en los cuadros de la Policía Bonaerense con la asignación mensual de $ 30 moneda nacional. Comenzó como meritorio, que era como se llamaba en esa época al policía alfabeto, es decir, que sabía leer y escribir.

Por orden del entonces jefe de Policía, Carlos J. Costa, Vucetich fue destinado a la oficina de Contaduría y Mayoría, a cargo de Ernesto M. Boero. Y a partir del mes de mayo del año 1889 recibe su nuevo destino en Estadística. El 16 de septiembre, con 31 años, quedó a cargo de la oficina. Y allí lograría su fama.

En 1891 el nuevo jefe de la Policía Bonaerense, el capitán de navío Guillermo J. Núñez, encomienda a Vucetich la organización de un servicio de identificación por el sistema antropométrico, muy difundido y de sólido predicamento científico en Francia, el país natal de su célebre fundador e impulsor Alphonse Bertillon.

Vucetich tomando medidas con el sistema antropométrico. (Facebook Cristina Espinosa)

En Identificación Antropométrica se trabajaba midiendo partes del cuerpo humano, como la cabeza y los brazos, como método de identificación de las personas. Según una reseña del Ministerio de Seguridad bonaerense, “el sistema Bertilloniano para la identificación y clasificación de las personas está basado en dos supuestos o leyes: la primera la de inmutabilidad de las dimensiones y relieves de ciertos huesos (durante la edad adulta), y la segunda, la variabilidad de dichas dimensiones en las diferentes personas (motivo por el cual era muy difícil la coincidencia). Las tales dimensiones básicas tenidas en cuenta se reducen a las siguientes (cinco): uno, longitud de la cabeza; dos, de su anchura, tres, longitud del dedo medio izquierdo, cuatro, longitud del pie izquierdo, y cinco, longitud del antebrazo izquierdo”.

A Vucetich el asunto no lo convencía del todo.

Una revista y un olvido

Muchas veces el genio permanece dormido hasta que sucede el milagro, el hecho que provoca la eclosión de la idea luminosa. En el caso de Vucetich, este “Eureka” tuvo que ver con un olvido. En algún momento indeterminado, a mediados de ese mismo 1891, Núñez recibió una visita. Se trató del ministro de Gobierno de la provincia, Francisco Seguí. Cuando salió, el funcionario se dejó olvidada en la oficina de Núñez un ejemplar de la revista Revue Scientifique de París que contenía un trabajo realizado en Inglaterra por Francis Galton sobre las huellas digitales.

Núñez le dio la revista a Vucetich y éste desarrolló su método a partir de las clasificaciones de Galton. El británico había descubierto 101 tipos de diseños de huellas para clasificarlas, pero Vucetich sagazmente redujo los 101 tipos a cuatro, inventó los elementos necesarios para captar los dibujos dactilares y puso el método en práctica. Tenía 33 años.

El doble filicidio de Francisca

En 1892 había entrado en la oficina de Estadística un adolescente uruguayo llamado Florencio Sánchez, que después sería un destacado dramaturgo. No sabemos si Florencio fue amigo de Juan; lo que sí se conoce es que ese año sería el de la consagración del llamado método dactiloscópico, gracias a la determinación de la culpabilidad en un sonadísimo crimen de la época.

Se trató de un caso verdaderamente horroroso ocurrido en la ciudad de Necochea el 29 de junio: una mujer llamada Francisca Rojas de Caraballo fue encontrada ensangrentada junto a sus dos hijos de 4 y 6 años, que habían sido degollados.

La mujer acusó del doble asesinato a Ramón Velázquez, un amigo de su marido. La Policía le creyó y arrestó al hombre, al que intentaron por todos los medios que confesara, sin resultado. Él negaba todo el tiempo haber sido el criminal, aunque fuera torturado de maneras inverosímiles, que incluyeron que un policía se disfrazara de fantasma con una sábana para asustarlo a la noche, y que lo interrogaran en la capilla ardiente, frente a los cadáveres de los pequeños.

El encargado de la investigación era el inspector Eduardo Álvarez, que dudaba del relato de Francisca. Entre otros detalles, le llamó la atención que la ventana por donde había salido el asesino tenía marcada su mano ensangrentada y la huella parecía muy pequeña para ser de Velázquez.

Entonces el inspector desarmó la ventana, tomó las impresiones digitales de Francisca y Ramón y envió todo a La Plata, para que lo revisara Juan Vucetich con su novísimo método que intentó llamar “icnofalangométrico” pero que luego cambiaría a “dactiloscópico” por sugerencia de un amigo.

Las huellas digitales de Francisca Rojas de Caraballo.

En julio de 1892 Vucetich recibió los trozos de madera y las huellas de los sospechosos. Su análisis fue contundente: las huellas digitales afirmaban que la asesina había sido la madre. Años después, la revista Caras y Caretas comentaría (número 225, 24 de enero de 1903): “Hay el ejemplo del crimen de Necochea, cometido en 1892 por Francisca Rojas en dos de sus hijos. Esta mujer denunció el hecho indicando como autor a un honrado vecino, que pudo salvarse gracias a la impresión de los dedos del asesino, marcadas en una puerta, coincidiendo exactamente con el dibujo digital de la desnaturalizada madre”.

Francisca terminó confesando que “la única autora del hecho era ella, que ofuscada porque su marido la había echado de su lado y le iba a quitar sus hijos había resuelto matarlos”. Fue condenada por el tribunal de Dolores en septiembre de 1894 a “la pena de penitenciaría por tiempo indeterminado”.

Tras el fallo, el sistema dactiloscópico fue aceptado como “infalible” y adoptado en 1903 por el sistema penitenciario de Nueva York y en 1905 por el Ejército de los Estados Unidos. En 1907, la Academia de Ciencias de París informó públicamente que el método de identificación de personas desarrollado por Vucetich era el más exacto conocido hasta entonces.

Filosofía y música

Vucetich, en tanto, también tuvo otras aficiones. En la web de la logia masónica La Plata 80 se lee que el científico “a lo largo de su vida cultivó sus aficiones musicales y filosóficas, visitando asiduamente a otro sabio, Alejandro Korn, a quien consideró como su maestro en metafísica”.

Afirman también que Vucetich “dirigió dos orquestas, al mismo tiempo que se transformó en crítico y comentarista musical”. Además “compuso muchas y variadas obras, como tradicionales mazurcas polacas, valses y antífonas. Sus piezas más reconocidas se denominan ‘Aves de un alma’, ‘Río Danubio’ y ‘Ortus conclusus’ (huerto cerrado)”.

Juan Vucetich murió el 25 de enero de 1925 en la ciudad de Dolores. Hoy llevan su nombre la escuela de oficiales de la Policía Bonaerense y el centro policial de estudios forenses de Zagreb, en Croacia.

En el Bosque de la capital bonaerense existe un monumento llamado de los Cinco Sabios. Allí el busto de Vucetich se destaca junto a los de Alejandro Korn, Pedro Palacios, Florentino Ameghino y Carlos Spegazzini.

Y este sábado 25 de enero, pero de 2025, cuando se cumplieron 100 años de su muerte, se llevó a cabo un emotivo homenaje en el Panteón Policial del Cementerio de La Plata.

Sepulcro de Juan Vucetich en el Panteón de Socorros Mutuos de la Policía en el Cementerio de La Plata. (DIB)

El legado de Vucetich es inmenso y es parte de la “huella digital” de la cultura y sociedad argentina. (DIB) MM

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