La traición que fundó un país

Libros / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)
A más de ciento cincuenta años de la batalla de Pavón, las dos interpretaciones historiográficas más recurrentes ―la de Mitre, liberal, porteña y unitaria, y la del revisionismo, federal y popular―, lejos de reconciliarse, se alejan irremediablemente.
En 1961, la batalla de Pavón (sur de Santa Fe) cierra un largo período de guerras civiles. La confrontación en sí fue bochornosa, breve, casi simbólica. De un lado Mitre al mando de las tropas de Buenos Aires, del otro Urquiza en representación del interior. Después de dos horas de batalla, Mitre emprende la retirada, se considera perdido frente a la avanzada de la caballería de López Jordán sobre su flanco izquierdo. Inexplicablemente, Urquiza, abandona el combate. Repliega sus tropas y enfila hacia Entre Ríos ante el estupor de sus oficiales que no entienden la maniobra. Mitre se refugia en San Nicolás de los Arroyos, cuando nota que las tropas enemigas no persiguen a su ejército, avanza hacia y Rosario y lo toma sin resistencia. Cuando regresa a Buenos Aires se adjudica la victoria. Desde ese momento gobierna la Argentina (ahora unificada bajo las condiciones de Buenos Aires) y después se dedica a escribir la historia, esa historia que, como se sabe, escriben los vencedores.
Hasta el día de hoy no se ha encontrado una explicación coherente a la actitud de Urquiza (quien unos años después sería asesinado por el propio López Jordán). Hernán Brienza, en su reciente biografía, responde a ese interrogante sin pelos en la lengua. No hay otra explicación posible que la traición lisa y llana, Urquiza privilegia sus negocios, asegura el poder familiar en su propia provincia, le ofrenda, sin pudores, el país a Mitre y al partido unitario, resigna años de luchas, sus propios seguidores lo consideran un traidor.
Mitre, pésimo militar, decide inventar un país desde cero, escribe las biografías de San Martín y de Belgrano con el fin de explicar la independencia de nuestro país y de América del Sur desde su perspectiva. Después la remata fundando el diario La Nación (aún hoy dirigido por sus descendientes), visionario, astuto, gran escritor y poeta, Mitre modela a su antojo la realidad del país desde sus páginas.
Hernán Brienza es un digno continuador de la corriente revisionista, tanto con “Urquiza, el salvaje”, Aguilar, 2017, como con “El loco Dorrego”, Marea, 2007, intenta mostrarnos una perspectiva histórica distinta, que como su nombre indica, revisa ciertos preconceptos que, de tan aferrados (sólo basta pensar en que la historia de Mitre es la que se enseñó en los colegios durante todo el siglo XX), parecían indiscutibles.
En la biografía de Urquiza, Brienza considera una flagrante traición no solo la actitud del entrerriano en Pavón sino también en Caseros, batalla de 1952 en la que, con la complicidad de Brasil y del partido unitario, vence a Rosas.
Poner en duda la historia que escribieron Mitre y Sarmiento es como poner en tela de juicio las santas escrituras para un cristiano. Brienza no se deja arredrar por el desafío y con herramientas convincentes reescribe ciertos pasajes históricos.
Sumamente recomendable es su lectura, sobre todo ahora, antes de que los partidarios de una educación apolítica, seria y de calidad, califiquen sus argumentos de simple adoctrinamiento, manipulación ideológica extranjerizante y basada en teorías ajenas al espíritu nacional, a la familia y a las buenas costumbres, y tengamos que volver a las pulcras e inverosímiles explicaciones de Mitre, esas que nos mostraban a San Martín montado en un caballo blanco y a Belgrano inspirándose en el cielo nublado del Paraná para crear su bandera.
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