¿La única solución es el encierro?
Escribe: Francisco González, ex Presidente de la UCR local
El jueves pasado se terminó de confirmar lo que tanto suponíamos. El Presidente de la Nación nos informaba de que debíamos confinarnos nuevamente, según aseguró, por sólo nueve días. Es lógico que luego del 2020 que nos tocó atravesar haya quien sospeche que se va a prolongar aún más. Pero en un principio sería por este tiempo.
La situación sanitaria es compleja en Olavarría, incluso mucho más en las ciudades que nos rodean. En eso estamos de acuerdo. Lo que entra en discusión es si estas medidas de cierre no podrían haberse evitado, con una gestión más seria sin buscar permanentemente obtener réditos políticos ó, lo que es aún peor, sacando ventajas para el círculo cercano (amigos y amigas del poder).
Con lo anterior me refiero específicamente a una campaña de vacunación plagada de irregularidades, llena de miserias y egoísmos, trampas y ventajas. Comenzando por los lugares donde se emplazaron los centros de vacunación, pasando por las campañas de publicidad y los ataques personalizados, y llegando hasta quienes se saltaron la fila dejando a personas de riesgo sin su dosis correspondiente (no, no me olvido de las vacunas que se descartaron por una gestión negligente).
En este escenario se generaron mayores y mucho más profundas diferencias. Todo lejos de lo necesario para tender puentes entre los argentinos. Es por esto que se hace difícil creer que el Gobierno prioriza la salud. Luego de 14 meses de iniciada la pandemia hemos visto de todo y es por eso que se puede entender el descreimiento existente hacia un Gobierno carente de claridad pero sobre todo que actúa muy lejos de lo que dice.
Podemos entender que ningún dirigente político estaba preparado para afrontar una situación semejante, pero luego de un tiempo prudencial volvemos a la misma receta, el encierro, pero con una situación económica mucho más delicada que hace un año atrás. Sabemos que el único plan sanitario efectivo a nivel mundial es el de vacunación, y en nuestro caso avanza a un ritmo muy lento. Seguramente este encierro se podría haber evitado de haberse manejado en forma más eficiente.
Al mismo tiempo, está clara la ausencia de un plan económico para enfrentar la crisis que nos atraviesa. Y eso que lo sanitario nos ha vuelto mucho más contemplativos frente al desenfrenado aumento del valor del costo de vida, mientras nuestros ingresos se mantienen al día de hoy en números similares a los del inicio de esta pandemia.
Es entonces cuando genera un fuerte rechazo leer gran cantidad de comentarios en redes sociales celebrando la decisión de volver a encerrarnos, romantizando la situación de que muchos no puedan estar en sus puestos laborales, o creyendo que cada persona tiene un hogar digno y libre de cualquier peligro donde alojarse. ¿Acaso nos ponemos en el lugar de quienes apuestan por generar a partir del trabajo y ya no saben cómo hacer para sostener su emprendimiento? ¿Podemos ver la gran cantidad de argentinos que no cuentan con un lugar donde atravesar en forma segura el aislamiento? ¿Entendemos el gran retroceso económico, educativo, cultural y social que sufrimos durante el 2020 y que sigue creciendo? La respuesta a estas preguntas es no seguir juzgando y agrediendo a quienes más perjudica esta situación en forma directa.
En resumen, necesitamos que nuestros dirigentes a la hora de hacer anuncios lo hagan en un tono conciliador. No necesitamos que nadie nos rete mientras hace y actúa del mismo modo que dice que no hay que hacerlo. Que puedan ver que para muchas personas estas medidas tienen un costo muy grande y el ataque discursivo no los convencerá de lo contrario. Necesitamos dirigentes que construyan consensos reales y no que destruyan la unión nacional. Menos épicas y más políticas para el bien común.
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