Las islas de siempre

Libros / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)

Después de meses sin noticias de su hijo mayor, conscripto durante la guerra de Malvinas, los padres de Rafael ven en la portada del diario la foto de un grupo de soldados rindiéndose frente a un batallón inglés. Su hijo es el que está primero en la fila. Un soldado Inglés toma prisionero a un soldado argentino, debe llevarlo hacia donde está el grueso de la tropa, se pierden, buscan la playa para levantar castillos de arena. Un soldado que no conoce el mar se anota como voluntario para formar parte de un batallón de artillería antiaérea, es que oyó que el adiestramiento se haría en Mar del Plata. Descubre que el mar era más hermoso que lo que le habían contado y que es muy bueno disparando. Lo llevan a la guerra. En unas islas del Tigre se conocen dos muchachos correntinos y una adolescente inglesa. Unas semanas después los correntinos tienen que hacer la colimba. Empieza la guerra. En un barrio de Avellaneda, donde todos se conocen, uno de los chicos de la barra va la guerra. Cuando vuelve les cuenta a sus amigos cómo es la guerra, y ellos entienden que estaban equivocados en todo. Maradona y su eterna venganza futbolera. El abuelo que adelantó lo que iba a pasar sin nos metíamos con los ingleses. La chica que se queda esperando al soldado que le regaló un clavel.

Historias, en definitivas. Historias como pueden encontrarse en cualquier libro de cuentos. En este caso con un hilo conductor, con una temática predefinida: la guerra.

En las Otras Islas (publicado originalmente en 2016 y reimpreso por cuarta vez en 2020) Santillana presenta una antología que reúne textos de Marcelo Birmajer, Liliana Bodoc, Pablo De Santis, Juan Forn, Pablo Ramos, Inés Garland, Eduardo Sacheri, Patricia Suárez y Esteban Valentino. Todos ellos autores argentinos que nacieron en los años cincuenta o sesenta. Y por lo tanto, pertenecen a la generación que la Guerra de Malvinas arrancó prematuramente de la niñez o adolescencia.

“Las otras islas”, con prólogo del escritor y también veterano de guerra Edgardo Esteban, permite un ecléctico y sentimental acercamiento a uno de los sucesos más decisivos de la historia argentina de las últimas décadas. Su riqueza, además de la calidad de sus textos, radica en la multiplicidad de miradas con que la guerra es observada, aunque tal vez la palabra más adecuada sea “espiada”. Porque así vimos la guerra, espiando, mirando sin querer ver, mirando y tratando de que no nos vieran ver, mirando sin terminar de creer lo que veíamos.

Hay textos que no pueden escribirse con el corazón y mucho menos con la cabeza, sólo resulta posible escribirlos con las vísceras, con la panza cuando duele, con los dientes apretados. Los cuentos que forman parte de la antología “Las otras islas” así fueron escritos. Tal vez las estrategias discursivas o los estilos literarios sólo sean útiles cuando no hay nada para contar. Tal vez, cuando existe una necesidad inexcusable de decir algo, los textos salgan así, como éstos: crudos, espontáneos, dolorosos, punzantes, provocadores.

Pero más allá del valor que esta antología tiene como acercamiento a la guerra, también nos deja una lección puramente literaria: cualquier cosa que se quiera contar se cuenta mejor si se lo hace mientras se cuenta otra cosa. Sin dudas los mejores cuentos son aquellos que muestran la guerra como un aspecto asociado o como telón de fondo de otras historias. La guerra se ve mejor cuando la vemos como al pasar, como algo que está presente en la narración pero no es la narración misma, como algo que incide en la narración, que influye sobre ella, pero que va por otro camino. La guerra no se cuenta narrando el andar del soldado con su fusil al hombro por las gélidas colinas de las islas, la guerra se explica con la historia del taxista que va a vivar por Galtieri a Plaza de Mayo, o con el gesto del padre que busca noticias sobre su hijo en el diario, con el gol con la mano de Diego, con los cientos de suicidios que vinieron después, con los ojos azules de la inglesita que enamoró al soldado correntino.

Muchas veces hemos intentado, a través de esta columna, aportar elementos de discusión que nos permitan salir de aquel absurdo, sacarnos de la cabeza esa guerra maldita que no nos deja en paz en las pesadillas, “Las otras islas” es, sin dudas, un libro que aporta en esa dirección.

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