Libertarios y libertarios
Opinión / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)
Nosotros somos libertarios, me dijo ayer un joven.
Qué coincidencia, le dije, cuando yo era joven también fui libertario.
Ante su desconcierto me vi en la obligación de aclarar algunos puntos.
Los libertarios de antes leíamos a Osvaldo Bayer, nos emocionábamos con las historias de Sacco y Vanzetti, lamentábamos tardíamente el derrotero de Severino Di Giovanni. Algunos tratábamos de desentrañar la retórica compleja de Proudhon y Kropotkin, no siempre podíamos.
Los libertarios de ahora reivindican a Domingo Cavallo y leen muy poco, y si lo hacen se inclinan por algún tratado de política de Henry Kissinger.
Los libertarios de antes y los libertarios de ahora persiguen una misma finalidad: erradicar el Estado. Claro que por causas distintas. Los libertarios de antes pretendían suprimir al Estado en tanto lo consideraban el instrumento del que se valía la burguesía para someter al pueblo. Los libertarios de ahora quieren suprimir el Estado porque consideran que resulta un obstáculo para que la burguesía pueda someter con más comodidad al pueblo.
Los libertarios de antes odiaban a las religiones, “Somos los que despreciamos las religiones farsantes, por ser ellas las causantes de la ignorancia mundial, sus ministros son ladrones, sus dioses una mentira, y todos comen de arriba en nombre de su moral”, cantaban. Los de ahora van a misa y critican al Papa por considerarlo comunista, añoran los tiempos en los que los Papas eran impulsores de la Inquisición o, un poco más acá en el tiempo, Nazis.
Los libertarios de antes eran enemigos de la policía y del ejército, “Somos los que aborrecemos a todos los militares, por ser todos criminales defensores del burgués, porque asesinan al pueblo sin fijarse de antemano que asesinan a sus hermanos, padres e hijos, tal vez”, recitaban en las pulperías. Los de ahora, en cambio, piden mano dura y gatillo fácil contra cualquier pobre desgraciado que no tenga laburo.
Los libertarios de antes odiaban el dinero, los de ahora lo codician. Aquellos no creían en las fronteras, proponían un proletariado unido, éstos de ahora también descreen de las fronteras, aspiran a que las grandes corporaciones tengan más libertad para depredar el planeta y explotar sin distinción de razas ni credos a trabajadores desprotegidos.
Ni Dios ni amo, exigían aquellos. Ni impuestos ni casta, piden éstos.
Muchos libertarios de los de antes estaban dispuestos a morir por la causa. Los libertarios de ahora proponen la libre portación de armas, de manera tal que si alguien tiene que morir por la causa sea el otro.
En fin, a veces las apariencias engañan. Aunque parezca mentira, los libertarios no se parecen en nada a los libertarios.
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