Micromenipeas | El idiota y yo

Guillermo Del Zotto – ([email protected])

Una tarde, cuando tenía 19 años y vivía en la ciudad autónoma de Buenos Aires, viajaba en el 12 por la avenida Callao. Iba leyendo El Idiota, de Fedor Dostoievski. Apasionadamente (no se puede de otra manera).  Me di cuenta de que me faltan 20 páginas para terminar la novela. Sentí tal tensión que me pareció una falta de respeto terminarla así, arriba de un colectivo. Faltaba para llegar a mi casa, entonces me bajé de golpe para un buscar en un bar una mesa solitaria y así poder terminarla suavemente. Tomando un café. (La segunda vez que tuve el mismo impulso de bajarme de golpe de un colectivo fue en uno de larga distancia, en la ruta, en medio de un ataque de pánico).

En esa mesa de bar que encontré yo quise estirar el final de la novela lo mas posible y al mismo tiempo, terminarla. Tal vez como sucede con un amor contrariado.

Ahora, con 51 años, leo a Bajtín analizando la poética de Dostoievski y en uno de sus profundos capítulos sobre la carnavalización de la literatura, dice: “La escena final de El Idiota –el último encuentro de Myshkin y Rogozhin ante el cadáver de Nastasia Filipovna- es una  de las mas extraordinarias en toda la obra de Dostoievski”.

Se aclara el concepto. Nunca había entendido bien en estos años mi actitud de ese día. Ahora me veo claramente como a alguien que en medio de un carnaval con su esplendor de caos, buscó un refugio silencioso. Para gozar unos minutos de esa corona que te dan por tan poco tiempo. Para después  volver al destronado destino de la ambigüedad cotidiana. Porque como también aclara Bajtín, en un carnaval hay un paraíso y también hay un infierno.

La menipea es un género seriocómico, derivado de los diálogos socráticos y con inicios en la obra de Antisfeno aunque  debe su nombre a uno de sus exponentes: Menipo de Gadara.

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